dijo el padre y le pasó
los papeles que él mismo había rellenado ya con anterioridad.
Habían conversado sobre ello, tanto en la casa como en el
ayuntamiento:
–¡Solicítalo, hazte
miembro del partido.
El partido era SED : el
Partido Socialista Unificado Alemán. Comunistas y Socialdemócratas
habían decidido cerrar la brecha histórica que los separaba y
fundir sus organizaciones. Esto había sucedido bajo la fuerte
presión de la Unión Soviética, y solamente se podía realizar en
la zona de su ocupación.
La unión había sido
manipulada: pues sólo una minoría estaba detrás de este supuesto
deseo de superar las diferencias del pasado. Tanto de un lado como
del otro, siguieron el recelo y la desconfianza.
La Socialdemocracia
alemana había sido la fundadora de la Democracia Parlamentaria en
Alemania. Y tanto los comunistas como el movimiento nazi habían
declarado la guerra al sistema parlamentario. Por supuesto, no
conjuntamente, pero bien separados y cada uno por su lado habían
atacado el enemigo común.
En la pared del
ayuntamiento lucían en letras rojas las letras que el padre ya había
escrito en la carta que había llegado el fin del
“Hitler-Faschismus“. Para el padre esto representaba una
satisfacción indescriptible. Eso significaba que no habían sido en
vano sus esfuerzos y sus sacrificios. Desde ahora, haría todo lo
posible para hacer las cosas bien, de modo que no se repitiera la
derrota.
Muchos camaradas habían
desaparecido en este pequeño pueblo. Entre ellos también aquel
muchacho que Fritz había conocido como preso de la SS del campo de
Buchenwald.
–No volvió más– dijo
el padre.
Fritz discutía con su
padre. El padre defendía la necesidad de la lucha común contra las
fuerzas del pasado. No se sabía todavía, si la batalla estaba
ganada. Después de la Primera Guerra él se lo había creído
también, y todo había pasado de otra manera:
–Tenemos que enterrar
estas diferencias entre socialistas y comunistas– decía.
–Además, la unión
nueva nos hará más abiertos y atractivos para gente que nos trata
con prejuicios.
El SED, el partido nuevo
de la unión, será un partido marxista, pero no será una copia del
modelo soviético. Servirá como modelo para la organización de la
clase obrera en toda Alemania, un modelo de acuerdo con nuestras
propias tradiciones y reglas.–
Él sabía que el partido
tenía que hacer compromisos con la socialdemocracia para ganar el
apoyo de un importante sector social. Él personalmente no se
apartaría jamás de su base que era el comunismo. Pensaba que a
largo plazo el partido conseguiría su fin último, la Revolución.
Sin embargo, había que tener paciencia con la gente que todavía no
estaba preparada para compartir ese proyecto político. Sobre todo,
había que mantener las riendas firmemente y no dejarse apartar del
poder conseguido como resultado de la derrota del
“Hitler-Faschismus“.
–A mí todos me han
conocido, nunca he escondido mi convicción. Hasta los nazis lo
sabían– decía y levantaba la voz.
–Pero yo siempre sabía
que si no me ha pasado nada, ha sido debido a tus relaciones
especiales, hijo mío–. Se aceró más a Fritz y bajó la voz
mirando hacia la ventana:
–Me habéis protegido y
gracias a ello yo podía proteger a algunos de los nuestros.
Inclusive podíamos mantenernos en activo. Hasta en Moscú llegaron a
saber de mi existencia. He recibido las felicitaciones del coronel
soviético en Halle. La condecoración no me importa.
El viejo hizo una pausa y
contempló a su hijo. Le había costado trabajo decir eso.
–Sí– contestó
Fritz–, Hans Balken tenía un puesto importante. Yo sé que a mí
también me ha sacado varias veces de un apuro. Él me dijo que había
impedido que te detuvieran. Era mi cuñado y trabajábamos juntos
siempre peleando. No sé qué decir. No quiero juzgar a nadie. Pero
se había hecho uno de lo gordos en el cuerpo de la SS. Siempre pensé
que era más oportunista que fanático.
El padre y el hijo no se
entendían. Al final no se hablaban.
–¿Qué habrá sido de
él?
–Ha desaparecido, pero
lo estamos buscando– contestó el padre–.A pesar de todo, es un
criminal. Hay que juzgarlo. No le debemos nada.–
– ¿Y yo, padre, sabes
que en Rusia estuve metido en la guerra contra los partisanos? ¿Sabes
lo que eso era? No puedo hablar de eso, tú y nadie se lo puede
imaginar si no lo habéis vivido.
El viejo abrazó a su hijo
y dijo:
–Hijo mío, no queremos
saber nada de lo que hiciste en la guerra.Yo también fui soldado.
Ahora serás uno de los nuestros.
Al observar que Fritz se
mantenía serio y pensativo:
–Pero, ¿qué pasa,
firmas esta solicitud o no?– Y siguió explicando:
–Primero, serás
candidato, por un año normalmente. Tienes que participar en cursos y
entrenamientos. Te encargarán trabajos especiales. Estarás de
prueba. Tendrás que hacer algo a cambio de la confianza del
partido. Bajo los nazis te ha ido bien, colaboraste con ellos.
Fritz seguía callado y
con gesto titubeante.
–¡Anda, firma!
Fritz cogió la pluma que
el padre le pasaba:
–¿Eso de la unidad, de
verdad no te molesta, a ti que eres de la vieja guardia de la
Revolución?
–Sí, claro, me molesta,
porque no es sincero. No queremos mejorar la sociedad tradicional.
Aquí en Alemania ya no existe la sociedad burguesa de antes. La
guerra ha demolido la sociedad en lo más profundo. Es la hora de
crear una Alemania diferente. Yo ya soy viejo y no quiero decir “esta
o aquella reformita la he conseguido yo“.
–¿Y a pesar de esto
proclamas la unión?
–Sí. Porque he
aprendido del pasado. Tenemos que ser listos y usar la razón en
nuestro favor.
–¿Un engaño de la
razón?– preguntó Fritz.
–No nececitamos engañar.
Ese es nuestro tiempo. Nos ha llegado la hora.
–No olvidemos a los
amigos de Moscú, que así lo habrán querido– dijo Fritz y al fin
firmó el formulario con letras grandes.
A partir de este momento
podía considerarse “candidato a la candidatura del partido SED“.
Ahora se acordó de
aquella joven comunista que había tratado de ganarle para lo mismo
hace tantos años.
–¿Fischer?–
decía–,creo que se llama Doris–, ¿vive todavía?
–Sí– contestó el
padre–, sobrevivió en el exilio en Moscú. Es parte del cuadro
directivo en Halle. Ella ya preguntó por ti. Sabía que ibas a
venir.
–¿Quién se lo ha
dicho?
–Yo, naturalmente.
Finalmente, con el recibo
de haberse dado de alta y con la cartilla de racionamiento en la
mano, Fritz se encontró delante del pequeño lago en el centro del
pueblo. Ahí nadaron algunos patos. Cuando era niño, frecuentemente
había tirado piedrecitas para hacerlas saltar sobre el agua.
Ahora trató de hacer lo
mismo. Unos niños le contemplaban con curiosidad. Pero todos los
intentos fracasaron. Las piedras se hundieron.
–Bueno– dijo–al
menos estoy en casa.
No era cierto del todo.
Todavía no estuvo en su casa, porque Kaethe - en la cercana ciudad
de Halle - todavía estaba esperando que llegara y que la sacara de
la situación miserable donde se hallaba.
Fritz no servía como
Príncipe Azul, pero conocía su responsabilidad y la liberó.
Encontró trabajo en la “VEB1
Bau“, una empresa estatal, sucesora de diferentes empresas
privadas, o de lo que había quedado de ellas después de los
bombardeos. Una de ellas era la empresa Balken, que ahora no era más
que un nostálgico recuerdo.
Por medio de la empresa
consiguieron una vivienda cerca de Halle, en un lugar llamado Brehna.
Al comienzo del invierno
de 1946 la vida de Friedrich Peter y de su mujer Kaethe había
empezado de nuevo.
1
VEB =Volkseigener Betrieb ( empresa del pueblo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario