lunes, 30 de marzo de 2015

Poesía y Guerra Tränen des Vaterlandes (1636) - Andreas Gryphius

Wir sind doch nunmehr gantz, ja mehr denn gantz verheeret!
Der frechen Völcker Schar, die rasende Posaun

Das vom Blutt fette Schwerdt, die donnernde Carthaun
Hat aller Schweiß und Fleiß und Vorrath auffgezehret.

Die Türme stehn in Glutt, die Kirch ist umgekehret.
Das Rathhauß ligt im Grauß, die Starcken sind zerhaun,
Die Jungfern sind geschänd’t, und wo wir hin nur schaun,
Ist Feuer, Pest, und Tod, der Hertz und Geist durchfähret.

Hir durch die Schantz und Stadt rinnt allzeit frisches Blutt.
Dreymal sind schon sechs Jahr, als unser Ströme Flutt,
Von Leichen fast verstopfft, sich langsam fort gedrungen,

Doch schweig ich noch von dem, was ärger als der Tod,
Was grimmer denn die Pest und Glutt und Hungersnoth,
Dass auch der Seelen Schatz so vielen abgezwungen.


Lágrimas de la patria (1636) - Andreas Gryphius
Ahora sí estamos más que destrozados /
la numerosa soldadesca /
la trompeta sonante / 
la espada llena de sangre / 
el cañón tronante /
han consumido todo lo que que sudor y labor crearon /

Las torres ardiendo, la iglesia saqueda / 
el ayuntamiento en ruina /
los hombres fuertes despedazados /
las jovenes violadas / 
y todo lo que vemos es fuego, peste y muerte que traspasan alma y corazón /

Aquí, baluarte y ciudad siempre encharcados con sangre /
durante tres veces seis años los arroyos repletos de muertos /
que lentamente arrastraron /

Y no hablo de lo que es peor que la muerte /
peor que peste, fuego y hambre /
porque tanta gente perdió el tesoro de su alma /

Este soneto es uno de los más conocidos poemas del barroco alemán. El autor Andreas Gryphius lamenta los destrozos que sufre su patria - Silesia- bajo la guerra provocada por la rivalidad entre confesiones religiosas. Tres veces seis años - diez y ocho años - duran ya la mútua persecusión, el destrozo de ciudades y la muerte masificada de las personas que en ellas vivían. El sufrimiento de la población es inmenso, es tanto material como inmaterial. Los hombres fuertes perdieron la vida, las doncellas el honor, y tantos más perdieron su alma de seres humanos, se embrutecieron, fueron reducidos a cadáveres con vida, víctimas o victimarios.
Gryphius era protestante y a los veinte años tomó la pluma para escribir este soneto impresionante., bajo el lema: ¡Lo he visto yo! Soy testigo:
Con la destrucciónde las ciudades llegó la era de la recatolización; lo cual no tuvo duración porque vinieron las tropas suecas a socorrer a los hermanos protestantes y la guerra continuaba otros doce años más;
saqueos y matanzas parecían de nunca acabar. Posteriormente fue nombrada Guerra de los Treinta Años y dejó Alemania entera en total destrucción, algunas regiones transformadas en desiertos, sin población. Una catástrofe histórica monumental con graves consecuencias para toda Europa durante siglos.

Pero este es un texto religioso, es la queja de un Job ante Dios:
¿Quién es el responsable de todo eso?
¿Quién ha dejado perderse tantas vidas inocentes? y al final:
¿Quién se ocupará de las almas perdidas?
En una catástrofe de dimensiones apocalípticas:
¿Qué lugar queda para la fe? cuando entre cristianos se matan, saquean, violan y torturan.
¿Sobrevivirán estas almas a lo que han tenido que ver los ojos vivos?

Andreas Gryphius no formula una respuesta. Es tarea del lector encontrarla; parece que es Dios quien ha abandonado esta tierra dejándola a voluntad de un infierno vivo.
¿Cuántas veces se han matado ya los hombres para imponer su respectiva "verdad" sobre la conciencia ajena?
Nuestro siglo moderno comienza con el mismo conflicto eterno:
Un discurso se traduce en disputa, y la disputa en un acto violento, donde pronto se mezclan otros elementos: el poder, la ansiedad por poseer, gobernar, dominar, aprovecharse, robar y violar impunemente.
Siempre resucita lo que durante largos años parece dormido o superado.
Nada de eso; revive lo de siempre; nada se olvida, nada se aprende.
Toda generación se enfrenta al mismo fantasma que sólo lleva nuevo nombre, pero en el fondo reproduce una idéntica tendencia del género humano hacia el placer que causan destruir, violar, hacer daño.

El poema de Gryphius revela eso y ha tenido a numerosos seguidores:
uno de ellos es Christoph Meckel, quien presencia el hundimiento de la ciudad de Berlin.
Heridas materiales visibles se eliminaron rápidamente, las mentales y sentimentales se curan a través del olvido, desaparecen con las personas que las sufrieron. Pero las heridas del alma, colectivas, heridas en profundidad que tocan la misma razón de la existencia, estas heridas del alma no se cierran, quedan y son llagas abiertas en nuestra conciencia. individual como colectiva.
Poetas como Gryphius, Meckel y otros más lo documentan.
¿Pero, en qué nos ayudan?

friedrichmanfredpeter marzo 2015

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