jueves, 24 de noviembre de 2016

G I B S A U F ¡OLVÍDALO! de Franz Kafka

Era muy temprano por la mañana, las calles lucían limpias y vacías mientras me dirigía hacia la estación de trenes. Comparé la hora indicada por el reloj  de torre cercana con mi reloj y me di cuenta de que ya era mucho más tarde de lo que yo pensaba. Tuve que acelerar mis pasos. Al descubrir mi retraso,  me invadió tanto la ansiedad que dudé cuál sería el camino directo.
Aún no conocía bien esta ciudad; menos mal ahí estaba un agente de orden público. Corrí hacia él y casi sin aliento le pregunté por el camino que debía tomar.
El hombre sonrió y dijo:
--¿Quieres que yo te diga el camino?
--Sí –contesté yo—ya que sé que por mí mismo no lo podré encontrar.

--¡Olvídalo…olvídalo! – dijo, dio una vuelta grande como hace la gente cuando quiere reír a escondidas.



El caminante Franz Kafka siempre pisa terrenos inseguros. Así sucede en esa corta narración: Ir a la estación cercana para coger el tren se vuelve una tarea complicada. Es la mente la que diseña el laberinto. Un solo momento de inseguridad, un lapso de olvido, una mirada equivocada y ya está ahí el susto personal ante la realidad:
¿Dónde estoy? pregunta ¿a dónde voy?
Y ese “Schutzmann”, ese “hombre de protección” – así es la traducción literal – ¿es realmente un hombre que protege al desorientado, a quien por inseguridad y con vergüenza pierde el camino?
No, no es el protector necesitado en este momento, su uniforme y su actitud anuncian autoridad, distancia.
No le indica el camino a coger para llegar a la estación, se declara incompetente; no se niega, simplemente le vuelve la espalda.
Para reírse de mí! confirma el observador, sus ojos pueden mirar a través de este cuerpo volteado, que esconde una risa burlona.
Tal vez, la estación estaba ahí mismo, a tres pasos; tal vez la pregunta haya sido absurda; tal vez no le diese la gana de hablar tan temprano en la mañana.
Especulemos más:
Tal vez no le haya gustado la cara de quien le pregunta; tal vez le haya detectado este perfil semítico que odian los antisemitas; tal vez no le haya preguntado en el idioma correcto, en alemán o en checo  – todas son variables importantes-. Discriminar es un deporte activado por los nacionalistas de turno ya en tiempos de Kafka, por supuesto.

¿O se trata de algo más?
Tal vez este hombre sea tan extraño como él mismo y nada sepa de nada.
Tal vez sea un ser caído del más allá, un nuncio profético.
¿Es la encarnación personificada del abandono? Entonces ninguna protección podría esperar quien acude a su protección y  busque amparo.
¡Solo estás y solo te quedarás!
¡Confirmada está tu soledad!
¡Nadie te ayudará!
Y la Soledad  soltaría una discreta carcajada:
“¡Olvídalo∫!” y no preguntes más.
¿Aun no sabías que el mundo es para sufrirlo?

friedrichmpeter  noviembre 2016 

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