"Este nombre de Moctheuzomatzin
quiere decir tanto Señor regalado -tomándolo literalmente- como quiere decir señor -en el sentido moral
-. Señor sobre todos los Señores y el mayor de todos, y Señor muy severo y
grave y hombre de coraje y señudo, que se enoja súbitamente con liviana
ocasión."
-¿Quién interpreta
este silencio? , preguntó Hernán Cortés
a “lenguas” presentes, indicando a MOCTEZUMA quien se encontraba con las
manos maniatadas delante de él. Nadie contestó.
Su intérprete
Malinche calló también, nadie supo contestarle.
Moctezuma seguía
callado, ni exponiéndole a tormenta lograron arrancarle una palabra.
-¿Dónde está el
oro… teocuitatl… entiendes?- gritaron varias voces.
Moctezuma murió
en silencio. ¿Qué queda de él?
EL SILENCIO
En silencio
tallé esta figura, me ayudó la madera: su color igual al de la piel, el manto
que cubre su cuerpo, esa extraña mirada más allá de la realidad. El profundo
saber personal que tanto la muerte como la vida son reales. Ese conocimiento,
con seguridad, lo acompañó desde el nacimiento. No podría ser de otro modo para
un cacique Azteca.
Sus visitantes
“teules” mensajeros del más allá donde
nace el sol, (así entendió la cosmovisión indígena a la invasión española) nada podían hacerle. No le causaron sorpresa,
tomaron lo que él sabía que les debía: su vida. Pero no les entregó nada de:
teocuitlacozcatl:
collar de oro , teocuitlamatemecatl: brazalete de oro, teocuitlamatl: oropel,
teocuitlamecatl: cadena de oro, pulsera.
Ese era el interés real por el que habían venido: oro para fundirlo
en doblones para llevarlo a su lejana patria. El oro lo encontrarían sin ayuda
de su muy noble anfitrión; abrirían minas profundas en esta tierra dejándola
sangrante, abandonada por los dioses.
¿Qué tuvieron que dar a cambio los hambrientos de oro?
Muchas vidas. Los anfitriones pronto comprendieron que sus
visitantes “teules” eran mortales y como tales comestibles para dioses, hombres
y perros. Cortés en oficio de misionero había insistido al noble monarca huey
tlatoani que no comiera más carne humana.
Y aquel, según el cronista Bernal Díaz del Castillo, recibió
esa recomendación cortésmente. Sin embargo, sus súbditos no se habían enterado
aun de esa nuevo acuerdo y se comieron las extremidades de 400 visitantes,
dejando el resto a dioses y a perros.
Desde aquel momento hasta cuando Jorge Negrete pudiera cantar
“¡ ay ay ay ayyy canta y no llores!” pasarán siglos, siglos en los que los
visitantes se turnaron pisando sobre los restos desconocidos del Primer
Anfitrión, este que abrió la puerta a su propio desastre seguramente a
sabiendas de lo que pasaría.
Nada misterioso pasó, todo estaba pre escrito en el destino
histórico.
El indio permanecerá mudo, sin nombre propio, sin lengua
propia, sin tierra propia, sin cielo propio …. Con el “derecho” de ser educado,
misionado, orientado y salvado de si mismo, de su propia “incultura” ancestral.
El indio se mestizó, engordó, se armó de la pasión por la indiferencia. Con
extrañeza contempló su alrededor, miró con esa mirada de siglos cargada, cayó
en un silencio ruidoso de mariachis con ají picante. Y ahí está, sonriente ante
la llegada de “teules” modernos.
¿Qué traerán después de haberlo secuestrado?
---Coca Cola, hamburguesas y mucha alegría para morirse de la
risa.
Y estos dioses
carnívoros de carne humana, en las copas de Ceibas escondidos seguirán
hambrientos; lloran en silencio, porque todo ha de quedar así. Nadie lo
remediará.
Sin embargo, Moctezuma de madera, habla… en SILENCIO.
friedrichmanfredpeter
noviembre 2016
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