U S A … ¿se transforma?
Tal pregunta
trata de responder afirmativamente Bernd Ulrich en una reciente publicación en Die
Zeit, semanario alemán. Ulrich se refiere a lo que sucede a la sociedad
americana en los actuales momentos denominando “American Angst” – temor o miedo americano.
Argumenta además
el periodista que es muy difícil para un alemán comprender a los americanos.
Aprendemos algo de su cultura y tradición, conocemos sus actividades económicas
y bélicas a través del mundo entero, pero… ¿entenderlo?
Con empatía, sin
ánimo alguno de agravio, afirmo: no hay dos pueblos más distantes el uno del
otro que los alemanes y los americanos. Desde el siglo pasado y como parte de
las consecuencias de la última guerra mundial, a los americanos les mueve el
orgullo de vencedores y a los alemanes la vergüenza por haber participado y
sufrido en la desastrosa experiencia nazi. USA ganó una guerra que tildó de
santa y Alemania que la perdió fue liberada de la peste nazi.
Actualmente USA
se transforma en un país “en peligro” y esa misma sensación interna y externa
consigue que sea también un país “peligroso”; crece la disposición a “aventuras políticas” sean estas nacionales o
internacionales.
Incalculable
resulta prever lo que tal peligrosidad entrañaría. Vivir en peligro es perder la
noción de realidad y aumentar la disposición a correr cualquier riesgo buscando
“soluciones internas”. Ese parece el mismo motor que activara la aventura nazi
en Alemania.
Los desesperados mueven todas las reservas de
militancia que están a su disposición. El populismo ciego les asiste cuando
crece la sensación que ya no haya nada que perder. El miedo y el enfado son
malos consejeros en política. El miedo trae angustia – “Angst” – en alemán; concepto
que no se define a través de causas reales (como la inmigración incontrolada o
la amenaza de perder un puesto de trabajo). “Angst” suele ser compartida por un
crecido número de personas, se transforma en obsesión colectiva, se vuelve un
modo de ser, una “normalidad”. Combinar
ese tipo de miedo con el orgullo de una pretendida soberanía amalgama una
mezcla explosiva: ver cómo otros países “triunfan” siendo que la vanguardia de
USA en todos los campos constituía un dogma más allá de toda duda ha de ser
difícil y ha de crear el actual estado de desolación y enfado en buena parte de
la población.
Así las cosas,
el político enfadado se presenta como un actor violento, ignora la regla de la
justa medida, se siente que está por encima de la ley, es apoyado por la voz popular:
“¡Falta hace una
mano dura para poner orden a esa sociedad!” Es el credo de la discreta mayoría
social. No se trata de rescatar
creencias y convicciones antaño perdidas,
es el tejido protector de los clichés triunfalistas vividos como reales lo que
se añora; la inseguridad de vidas precarias debe solucionarse con un mensaje
autoritario. Curioso es el hecho que este proyecto no procede de capas
dominantes en la sociedad sino de un trasfondo social representado sobre todo
por una comunidad inculta, empobrecida, frágil e insegura.
Así, prometer
soluciones rápidas a problemas complejos, es la doctrina del día que obtiene
apoyo y aplausos, independiente de quien gana las elecciones.
¿Qué hacer?
No lo sé.
friedrichmanfredpeter noviembre 2016
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