Mujer de Salgar.
Figura tallada en Barranquilla en 1975.
"Mujer de
Salgar" la llamo porque en la playa de Salgar (vecina de Barranquilla)
encontré el pedazo de madera en el que descubrí su figura esbelta de mujer,
envuelta en un manto apretado por el viento.
La dejé imperfecta. Con su cabello diseñado por el mar
Caribe quien fuera su primer tallista y que no habría estado contento si
cualquiera borrara la esencia de su creación.
Me
acompañó durante más de 40 años, es una costeña que viajó mucho: vio las
ciudades Giessen y Wiesbaden en Alemania y actualmente encuentra su lugar en la profunda Andalucía, España.
Desea
regresar a Salgar y pide ser entregada al mar de donde salió hace tantos años. ¡No
es una Venus clásica salida de aguas saladas del Mediterráneo!.. es caribeña. No
exhibe encantos corporales pero sus cabellos y su cerrado manto están cargados de
sueños aun no vividos.
Echa
de menos la brisa fuerte y el oleaje que transportó su tronco de madera, con la
altura aproximada de una niña de 7 años -desde la desembocadura del río
Magdalena la playa de Salgar-. Lo añora
muy a pesar de que desconoce su lejano origen, vivido en aquel tiempo de
gestación rodeada de objetos flotantes de todo tipo. O mejor, creo que nunca lo
supo hasta que un machete y unas gubias le abrieron los ojos y le dieron la
luz.
Le
tallé esa forma esbelta cuando todavía su madera estaba mojada de agua salada
salvo la cabellera que dejé tal como el río y el mar la habían formado.
Una
vez aparecida, dio vida a la casa, como visitante que acompaña a otros seres. Los
gatos acariciaban con sus lomos la áspera superficie de su manto… yo los
observaba.
Varias
veces sentí la tentación de perfeccionar
esa cara humilde y sonriente. ¿A qué mujer no le gustaría arreglar los
labios desperfectos? Los cirujanos estéticos en Colombia harían maravillas con
ella si fuera completamente humana
Sin
embargo, no cedí a esa tentación, sólo le puse un ramito de flores hecha de la
misma madera reciclada. Así podrá presumir un poco.
No
sé si algún día podré liberarla, por lo menos, de sus años de exilio; espero
que esta demora no me la tome a mal. La voluntad no me falta. Pero debo contar
con la Aduana Española que suele poner pegas para la exportación de “tesoro
artístico nacional” (Síí,
hasta este extremo ha evolucionado un pedazo de madera hallado en Salgar)
Pero
con seguridad que antes de verla tirada a un basurero local en España, preferiría
quemarla en la chimenea del comedor de la antigua casa que la aloja. Así, los
dos, la mujer de Salgar y yo, frente al fuego chispeando, soñaremos con el
oleaje y de la brisa del mar Caribe.
Nada
y nadie es único en ese sentido: todos hemos nacido para desaparecer. Pero no quiero
perder la esperanza de que algún día a ti, mujer de Salgar te trague nuevamente
el mar de donde surgiste para nacer del agua a la tierra.
¿Y
a mí?
friedrichmanfredpeter octubre 2016
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