martes, 25 de octubre de 2016

EL ODIO popular



¿Algo nuevo e inesperado está sucediendo en el mundo occidental?
El odio y el resentimiento invaden manifestaciones públicas.
¿A qué es debido eso?


Actualmente observamos una invasión de intolerante chabacaneo en las manifestaciones callejeras y en  medios de información. La campaña electoral en EEUU se ha hecho síntoma de esa degradación.
Pero, no solamente es un problema americano, grupos antisistema en Europa lo practican, esperan y gozan de la libertad que les brinda la sociedad moderna.
Esa actitud  grosera tiene fácil explicación: el odio desenfrenado libera a sus admiradores del odio escondido y guardado, pero libremente  expresado en la intimidad de relaciones familiares o amistosas. Pueden ser ricas o pobres, pertenecer a cualquier estrato social, ellos agradecen los gestos groseros, las palabras e insinuaciones obscenas, porque justifican prejuicios que sienten contra grupos izquierdistas, feministas y otros ciudadanos que les parecen  sospechosos y  les causan aversión. Se sienten amenazados por un “establishment” izquierdoso, inseguros y aplauden a quien pretende defender principios “seguros”; disfrutan del tono provocativo; está de moda expresarse groseramente, etiquetar al enemigo o a la opinión contraria como despreciable.
En el caso de Alemania, neonazis y agrupaciones como PEGIDA y AFD no paran de tildar a sus adversarios políticos como menospreciables y declaran que “El Pueblo sano” enfadado autorice sus bárbaras sanciones como “sanos juicios”; pretenden apoyarse sobre el derecho a la expresión libre en democracia.  Con asombro  vemos la autoridad pública tolerar actos vandálicos, policías que no impiden insultante agresión contra refugiados o visitantes. Los atacantes dicen actuar según la supuesta mayoría étnica.
Es la propia zona geopolítica que da razón a la barbarie verbal, lo que es “normal” se define como heredado y pretende saber qué es americano, o alemán, o húngaro, etc. La “verdad” se vuelve étnica:
No interesa lo que sucede en otra  parte, no lamentamos lo que ocurra en otra región, porque aquella vida no la consideramos igual a la nuestra; no posee el mismo valor nuestro: el principio de libertad se limita al territorio nacional nuestro. Detrás de nuestras fronteras amenazan los violadores, ladrones y mala gente que aquí no la queremos ver. Nuestro gobierno debería protegernos contra esta “chusma”.

Detrás de esta barbarie moderna encontramos el etnocentrismo – en términos sociológicos, ¿cómo se explica?:
Los conflictos territoriales durante los últimos doscientos años han provocado la transformación de los estados en “Estados Nación” o estados nacionales, su formación ideal es étnicamente homogénea, por ejemplo: Francia de los franceses, Alemania de alemanes, etc.
Significa que poblaciones complejas se fueron transformando en un solo Pueblo.
La nación moderna es “nación étnica”, definida culturalmente con lengua y costumbres propias; hay un amplio código de características que sirven a diferenciar a  la gente. Sin embargo, la realidad europea siempre ha sido multicolor y multiétnica. Amplias zonas del viejo continente fueron homogenizados a la fuerza, pero hasta hoy presentan un carácter multicolor. Eso en especial en Europa central, donde se fundieron como corrientes de aguas las  poblaciones,  lenguas y culturas.  
El estado nacional moderno ignora este origen lejano  y trató de borrar la diferenciación interna.
Siempre existieron barreras internas contra minorías nacionales, pero la situación actual es distinta:
Hay que recibir para tiempo indefinido a refugiados que traen otra lengua, religión y costumbres.

¿Por qué esa situación se hizo dramática?
Porque se trata de nada menos que de la creación multiétnica de la nación moderna. Alemania no podría ser definida como la nación de la etnia alemana exclusivamente; debería admitir en su interior la presencia activa de grupos distintos que serían tan alemanes como los demás. Igualdad debe perder su carácter étnico. Solo así Alemania, el centro de Europa, será la nación abierta al mundo y verdadera europea, tal como es su vocación.
Eso no solamente lo ordena la razón política, está conforme con el interés económico y con su historia pluricultural de siempre. El destino de esta nación está definido por la geografía; no hay elección entre “apertura” y “cerrazón”. Somos la nación abierta desde el comienzo de la historia, todo lo demás son pamplinas.

friedrichmanfredpeter  octubre 2016

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