El
discurso de Adorno en la radio de Hesse es uno de los textos más difundidos del
autor y profesor de sociología filosófica en Frankfurt. Adorno y Horkheimer han
marcado la que posteriormente se llamaría la Escuela de Frankfurt. He escrito
sobre ella, ya que fui estudiante durante los años cincuenta allí. Asistí a
muchas conferencias y a las clases con ambos.
En este discurso Adorno se centra
en el tema de la responsabilidad de los ejecutores de crímenes planeados por la
jerarquía nazi. Sus argumentos recurren a los resultados de la investigación
publicados alrededor de conceptos como EL CARACTER AUTORITARIO y DIALECTICA DE
LA ILUSTRACION. Era Adorno quien descubrió a Freud para la sociología,
ampliando sus aportes psicológicos hacia fenómenos colectivos sociales.
Las
consecuencias que formula para una pedagogía contra Auschwitz son vagas y muy
generales. Adorno no ha sido pedagogo, nunca lo fue, y menos en sus propias
clases como profesor muy teórico y alejado de sus estudiantes que apenas nos miraba
cuando hablaba.
Recuerdo
que durante largos pasajes mantenía los ojos cerrados mientras construía frases
complejas y enredadas - lo que es usual en alemán. Era difícil captar un
resumen de lo oido. ¿Cómo resumir una fuga, una cadencia musical?[1]
Mis apuntes posteriormente no me han servido de nada, los tiré.
En
EEUU como exiliado tuvo muchas dificultades; el inglés no le iba bien. Recuerdo
que no perdía oportunidad de expresarse negativamente del inglés: ¡un idioma
para comerciantes! El alemán, ese griego moderno, saturado de esencias
filosóficas y sonidos musicales, ese era su verdadera patria. Sucedía eso a
muchos judíos que en el exilio no se adaptaron a otro idioma. Su ideosincrasia
siguió siendo de alemanes en el más profundo sentido de la palabra, eran monolíngües
- alemanes sin remedio, a pesar de ser víctimas de aquella patria enemiga. Los
he conocido en Colombia, tuve amigos entre ellos. Su tragedia me conmueve
profundamente. Creo que yo habría sido un exilado menos sufrido que
ellos.
Desgraciadamente,
ejecutores para poner en práctica que en teoría habían creado otros no faltaron
en Alemania, ni en otros lugares, donde similares crueldades tuvieron lugar,
los Gulag soviéticos, el exterminio de armenios, los jmeres rojos, la
revolución cultural china, el Congo belga, etc. Claro, cada cual debe barrer
delante de su propia puerta. Y Alemania - creo yo - lo hizo durante decenios.
Adorno
cita a Eugen Kogon, Der SS–Staat (El Estado de la SS). He leido el libro ya en
el colegio y lo poseo todavía. Kogon había comenzado a escribirlo en el campo
de concentración de Dachau. Fue periodista y hostil al nazismo y por ello
recluido. Su suerte fue que lo emplearon de escribiente. Llevó las estadísticas
del campo, y por milagro escapó a la ejecución debido al rápido avance de los
americanos en Baviera y a la fuga de los guardas nazis. Kogon también se
refiere al tema de la educación: ¿Cómo impedir que en posteriores generaciones
se repita algo así como EL Estado de la SS? Coincide con Adorno que lo
fundamental es una educación que liquida todos los barbarismos sociales que en
común acuerdo existen y no suelen ser denunciados, o solamente por algunos
individuos - considerados raros y excéntricos - como yo.
Como
profesor joven - tuve 25 años - apliqué un cuestionario que Adorno había
elaborado y usado en EEUU sobre el carácter autoritario a mis estudiantes
alemanes - algunos mayores que yo. Y me asusté. El subconsciente era idéntico a
lo que Adorno había encontrado en EEUU: El placer por el triunfo sobre el
perdedor, el placer triunfalista general, la afirmación de la personalidad
através de gestos violentos y la positiva valoración de aplicar métodos duros
para conseguir éxito y ventajas personales. Adorno había descrito eso como la
simple condición humana que encuentra eco en la evolución técnica y material de
la sociedad moderna. Un carácter autoritario, valorado positivamente. Hay que ser
así para lograr a ser alguien en la vida.
Cuando
revelé al grupo de mis alumnos que los había usado como conejillos para ver si
eran capaces de protagonizar crímenes como los de Auschwitz, me miraban
atónitos, y una discusión violenta se inició. Querían saber, si yo
verdaderamente les creía capaz de hacer algo así como hicieron gentuza como Kaduk
y Bogner, sádicos verdugos criminales. Comprendí que había metido la pata y me
justifiqué diciendo que yo creía en la conciencia y en la inteligencia de mis
estudiantes, pero dudaba, que todos nosotros - incluyéndome a mí - éramos
realmente capaces de ejercer nuestra conciencia humana cuando las circunstancias
nos obligarían a hacer lo contrario de lo que quisieramos hacer: ¿Asistiremos
al débil, cuando aquella persona es humillada en público y despreciado por
casi todos? ¿Nos arriesgaríamos a ser menospreciados como aquellos
declarados enemigos despreciables aunque no compartimos esa idea? Y si nuestra
solidaridad nos costara prisión y la propia vida, ¿qué haríamos?
En
fin, un problema insolucionable. Adorno opta por una educación hacia la
sensibilidad, un contrapeso a los tiempos modernos, porque el mismo progreso
provoca una nueva barbarie, debido a la técnica, mayor que las anteriores. Es
similar al ejemplo del dueño de la casa que tira a un intruso asqueroso por la
puerta de su casa, cuando otro, aun peor, entra por la trasera. Y aquel se
viste todo elegante y triunfador, le cae simpático y le promete cosas
maravillosas: ¿Qué tal una subvención gratuita, un puesto bien remunerado,
etc.?
Gracias
a Horkheimer y menos a Adorno he comenzado a reflexionar sobre mis conceptos
personales de la vida y naturalmente veo la historia y el presente filtrado por
el ojo crítico.
En
este sentido : ¡gracias maestros!
manfredpeter
11
de julio de 2011
[1] No olviden, Adorno ha sido un destacado músico y musicólogo,
facultades que Thomas Mann introdujo en la creación de Adrian Leverkühn,
principal personaje de su novela Doktor Faustus, fiel retrato de Theodor
Adorno. Pues, Mann y Adorno se habían conocido en el exilio en EEUU. La
excelencia de Adorno, rozando la genialidad, le había impresionado de tal
manera que en él veía incorporado virtud y fallo del carácter sofisticado
alemán. Adrian Leverkühn se halla en medio de las grandes turbulencias
históricas de la nación alemana, sin encontrar otro remedio que la música
cuando rompe el silencio abismal. Muy verdadero, es Adorno sin duda alguna.
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