lunes, 11 de julio de 2011

La Educación después de Auschwitz - reflexiones sobre la conferencia de Teodoro Adorno en la radio de Hesse de 1966.

El discurso de Adorno en la radio de Hesse es uno de los textos más difundidos del autor y profesor de sociología filosófica en Frankfurt. Adorno y Horkheimer han marcado la que posteriormente se llamaría la Escuela de Frankfurt. He escrito sobre ella, ya que fui estudiante durante los años cincuenta allí. Asistí a muchas conferencias y a las clases con ambos. 

En este discurso Adorno se centra en el tema de la responsabilidad de los ejecutores de crímenes planeados por la jerarquía nazi. Sus argumentos recurren a los resultados de la investigación publicados alrededor de conceptos como EL CARACTER AUTORITARIO y DIALECTICA DE LA ILUSTRACION. Era Adorno quien descubrió a Freud para la sociología, ampliando sus aportes psicológicos hacia fenómenos colectivos sociales.
Las consecuencias que formula para una pedagogía contra Auschwitz son vagas y muy generales. Adorno no ha sido pedagogo, nunca lo fue, y menos en sus propias clases como profesor muy teórico y alejado de sus estudiantes que apenas nos miraba cuando hablaba.
Recuerdo que durante largos pasajes mantenía los ojos cerrados mientras construía frases complejas y enredadas - lo que es usual en alemán. Era difícil captar un resumen de lo oido. ¿Cómo resumir una fuga, una cadencia musical?[1] Mis apuntes posteriormente no me han servido de nada, los tiré.
En EEUU como exiliado tuvo muchas dificultades; el inglés no le iba bien. Recuerdo que no perdía oportunidad de expresarse negativamente del inglés: ¡un idioma para comerciantes! El alemán, ese griego moderno, saturado de esencias filosóficas y sonidos musicales, ese era su verdadera patria. Sucedía eso a muchos judíos que en el exilio no se adaptaron a otro idioma. Su ideosincrasia siguió siendo de alemanes en el más profundo sentido de la palabra, eran monolíngües - alemanes sin remedio, a pesar de ser víctimas de aquella patria enemiga. Los he conocido en Colombia, tuve amigos entre ellos. Su tragedia me conmueve profundamente. Creo que yo habría sido un exilado menos sufrido que ellos. 
Desgraciadamente, ejecutores para poner en práctica que en teoría habían creado otros no faltaron en Alemania, ni en otros lugares, donde similares crueldades tuvieron lugar, los Gulag soviéticos, el exterminio de armenios, los jmeres rojos, la revolución cultural china, el Congo belga, etc. Claro, cada cual debe barrer delante de su propia puerta. Y Alemania - creo yo - lo hizo durante decenios.
Adorno cita a Eugen Kogon, Der SS–Staat (El Estado de la SS). He leido el libro ya en el colegio y lo poseo todavía. Kogon había comenzado a escribirlo en el campo de concentración de Dachau. Fue periodista y hostil al nazismo y por ello recluido. Su suerte fue que lo emplearon de escribiente. Llevó las estadísticas del campo, y por milagro escapó a la ejecución debido al rápido avance de los americanos en Baviera y a la fuga de los guardas nazis. Kogon también se refiere al tema de la educación: ¿Cómo impedir que en posteriores generaciones se repita algo así como EL Estado de la SS? Coincide con Adorno que lo fundamental es una educación que liquida todos los barbarismos sociales que en común acuerdo existen y no suelen ser denunciados, o solamente por algunos individuos - considerados raros y excéntricos - como yo.
Como profesor joven - tuve 25 años - apliqué un cuestionario que Adorno había elaborado y usado en EEUU sobre el carácter autoritario a mis estudiantes alemanes - algunos mayores que yo. Y me asusté. El subconsciente era idéntico a lo que Adorno había encontrado en EEUU: El placer por el triunfo sobre el perdedor, el placer triunfalista general, la afirmación de la personalidad através de gestos violentos y la positiva valoración de aplicar métodos duros para conseguir éxito y ventajas personales. Adorno había descrito eso como la simple condición humana que encuentra eco en la evolución técnica y material de la sociedad moderna. Un carácter autoritario, valorado positivamente. Hay que ser así para lograr a ser alguien en la vida.
Cuando revelé al grupo de mis alumnos que los había usado como conejillos para ver si eran capaces de protagonizar crímenes como los de Auschwitz, me miraban atónitos, y una discusión violenta se inició. Querían saber, si yo verdaderamente les creía capaz de hacer algo así como hicieron gentuza como Kaduk y Bogner, sádicos verdugos criminales. Comprendí que había metido la pata y me justifiqué diciendo que yo creía en la conciencia y en la inteligencia de mis estudiantes, pero dudaba, que todos nosotros - incluyéndome a mí - éramos realmente capaces de ejercer nuestra conciencia humana cuando las circunstancias nos obligarían a hacer lo contrario de lo que quisieramos hacer: ¿Asistiremos al débil, cuando aquella persona es humillada en público y despreciado por  casi todos? ¿Nos arriesgaríamos a ser menospreciados como aquellos declarados enemigos despreciables aunque no compartimos esa idea? Y si nuestra solidaridad nos costara prisión y la propia vida, ¿qué haríamos?
 En fin, un problema insolucionable. Adorno opta por una educación hacia la sensibilidad, un contrapeso a los tiempos modernos, porque el mismo progreso provoca una nueva barbarie, debido a la técnica, mayor que las anteriores. Es similar al ejemplo del dueño de la casa que tira a un intruso asqueroso por la puerta de su casa, cuando otro, aun peor, entra por la trasera. Y aquel se viste todo elegante y triunfador, le cae simpático y le promete cosas maravillosas: ¿Qué tal una subvención gratuita, un puesto bien remunerado, etc.?
Gracias a Horkheimer y menos a Adorno he comenzado a reflexionar sobre mis conceptos personales de la vida y naturalmente veo la historia y el presente filtrado por el ojo crítico.
En este sentido : ¡gracias maestros!

manfredpeter
11 de julio de 2011




[1] No olviden, Adorno ha sido un destacado músico y musicólogo, facultades que Thomas Mann introdujo en la creación de Adrian Leverkühn, principal personaje de su novela Doktor Faustus, fiel retrato de Theodor Adorno. Pues, Mann y Adorno se habían conocido en el exilio en EEUU. La excelencia de Adorno, rozando la genialidad, le había impresionado de tal manera que en él veía incorporado virtud y fallo del carácter sofisticado alemán. Adrian Leverkühn se halla en medio de las grandes turbulencias históricas de la nación alemana, sin encontrar otro remedio que la música cuando rompe el silencio abismal. Muy verdadero, es Adorno sin duda alguna. 

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