martes, 15 de noviembre de 2016

Franz Kafka - LA PARTIDA



Franz Kafka, Der Aufbruch
LA  PARTIDA


Di la orden de  sacar mi caballo del establo. El mozo no me entendió. Yo mismo me fui al establo, ensillé al caballo y lo monté. Desde la lejanía escuché el sonido de una trompeta, le pregunté al mozo si sabía qué significaba la voz de la trompeta. Él no sabía de nada y nada había escuchado. Junto a la puerta me retuvo y me preguntó:
“¿Hacia dónde cabalga el señor?”
“Yo no lo sé”,  le contesté, “salir de aquí, sólo salir de aquí, siempre salir de aquí; solamente así puedo alcanzar mi meta”.
“¿Entonces conoces la meta a dónde  vas?” me preguntó.
“Sí”, le contesté, “ya te lo he dicho, salir de aquí. ¡Esto es mi meta!”

Los personajes de este mini relato no tienen nombre. No se conoce lugar y tiempo, las circunstancias también se ignoran. Son el señor y el mozo de caballerías  pero no se entienden, no se comunican. Una cosa queda clara: el señor quiere salir, escuchó el sonido de una trompeta desde la lejanía. El criado nada sabe, nada escuchó. El señor no sabe adónde va montado en su caballo y el mozo en vano trata de interrogarle. “Salir de aquí” es la respuesta, repetida varias veces. ¿Cuál es su meta? Pues esta: “salir de aquí, siempre salir de aquí”.
¿Es realmente un relato lo que Kafka, con voz de narrador en primera persona, nos cuenta? Los relatos tienen principio y fin, describen motivación y carácter de los personajes; la acción suele ser un evento (ein Ereignis) excepcional, digno de narrar.
Nada de eso en el caso de este breve texto que pareciera el fragmento de un relato.
Lo que sucede es común y corriente, solamente la respuesta del narrador  para quien salir es su meta rompe lo insignificante del momento.
AUFBRUCH” es el título original y en efecto, literalmente traducido, se trata de una rotura, algo inesperado irrumpe en el escenario. El personaje narrador rompe con todo lo que le rodea: su casa ya no es su casa, su criado ya no es el suyo, todo lo que le rodea se ha transformado en algo extraño. El señor se despide de lo que le es ajeno. Sentirse extraño en lo propio, no pertenecer a ese lugar definido por muchos como “mis raíces”, una pertenencia incompatible con la sensación concentrada en el “salir de aquí”.
 El criado lo tutea repentinamente, ya no se dirige a él como “mi señor”. En un instante, todo cambió.
Franz Kafka da imagen y palabra a esa sensación de extrañeza, de no pertenecer a casa, tierra, patria, sin enfocar  ningún otro lugar. Una trompeta lejana provoca un deseo, pero… ¿es real o se trata de un fantasma, una Fata Morgana? La soledad invade la escena, señor y criado cambian el rol.
Con gran sensibilidad Kafka crea una parábola antipatriótica. Igual que en la narración  les sucede en la realidad histórica de su momento a muchos conciudadanos, compatriotas, no sólo judíos, también alemanes, ante el  creciente auge del nacionalismo checo que comienza a dominar en Praga. Se sienten extraños, forasteros en el lugar donde nacieron. Así Franz Kafka, también.
¿Adónde dirigir miradas y deseos? ¿a Palestina, a Viena, a Berlïn?
Opciones, que Kafka enfocó y que rechazó todas.
Sabemos que habría que morir montado sobre el caballo ensillado, dispuesto a partir porque con su entorno ya había roto tiempo atrás.
Pero ahí se quedó, sobre la silla de montar, un jinete amarrado a la puerta con su deseo nunca realizado. Podría haber pensado con Fausto :“¡Escucho la trompeta del deseo, pero me falta la fe, la decisión!”

friedrichmanfredpeter  octubre 2016

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