domingo, 16 de octubre de 2016

Acerca de los términos “estado”, “patria“ y “nación“:

 Desde la perspectiva del historiador, todo concepto aparece por primera vez en un preciso momento histórico, desenvuelve y desarrolla una expansiva misión, llega a su cumbre,  pero agoniza para reducirse en cenizas del ayer. Sin embargo nunca desaparece del todo, porque ningún elemento que ha dado forma y vida cae en el olvido total.
Así, el Imperio Romano tiene carácter de “estado“, no de nación; tampoco fueron “nación”  la España de los Reyes Católicos o Preußen - Prusia. Es cierto que un grupo más o menos homogéneo se identificó emocionalmente con esas formaciones políticas que empiezan a consolidarse hasta que su origen temporal o casual queda olvidado.


“Natio” en su significado original no es más que la definición de la geografía de proveniencia de un individuo, el sitio donde nació.
Solo será un hecho el concepto “Estado” desde la “Voluntad General“ de Rousseau que define la soberanía del Estado sobre la base de un fundamento único:
La Nación será, entonces la expresión política de la voluntad general de los habitantes del Estado. Ni los habitantes del Imperio Romano, ni los habitantes del reino de Castilla, ni los de Prusia tenían voluntad propia para definir su convivencia. Las revoluciones americana y francesa cambian esto definitivamente. Las gentes dejan de ser “súbditos” y se transforman todos y cada uno en hijos de la patria: franceses, alemanes, españoles.
 Antes no. Para Goethe, por ejemplo, la palabra patria significa nada más que el lugar donde nació: la ciudad de Frankfurt. Y curiosamente la entrega de los súbditos al estado era limitada, obligada, negociada económicamente y nunca fue total.
Con  las patrias y las naciones comienza el uso completo y total de los recursos humanos. Los conflictos, eternamente los mismos, por poder, influencias, etc. se harán cada vez más mortíferos. “Las Naciones“ a través de sus nacionalismos han tragado más vidas que ninguna otra ideología. Ahora son las pasiones que desatan: las furias propias del odio, de la venganza, del resentimiento por los que se enfrentan pueblos, unos contra otros. Y cada individuo se identifica como parte de su pueblo. No, como sería lo racional, parte de una población. Como parte del pueblo el individuo no tiene más remedio que sentir como todos, hablar como todos, creer lo que todos creen y actuar como todos.
El Estado y la Nación son conceptos que mutuamente se compenetran.
Cierto es que ambos son formas de organización de una sociedad y dependen del grado de evolución material y económico de esta. Los regímenes aristocráticos creaban los estados, la burguesía es fundadora de las naciones. El socialismo aberrante nacionalista Nazi define nación como un ente biológico – racista y junto con el estalinismo crea la versión de la nación totalitaria.
Las dos guerras mundiales con sus horribles excesos parecían haber descalificado para siempre  el concepto de la nación. Pero, como el ave Fénix actualmente renace de las cenizas, aunque su presencia real  no sea nada más que la réplica tragicómica del pasado.
Sin embargo aún le espera larga vida, porque en otras culturas no europeas todavía representa una fuerza nueva, revolucionaria.  La China poscomunista se entrega al nacionalismo en forma delirante igual que todo el mundo islámico. Una causa de su fácil difusión triunfante es la ausencia del esfuerzo intelectual para compartir sus tesis simplistas, otra, el control social que inspira entre sus adictos: “Detesto a los que no son como nosotros.“ “¡Aquí todos vascos y punto!“ etc., etc.


friedrichmanfredpeter  octubre 2016

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