El Caso Chomsky
Y la Revolución Bolivariana
Comparto nuevamente este
artículo que escribí en el año 2009. En aquel tiempo la admiración atribuida a
los logros de la “Revolución Bolivariana” en Venezuela -obra del comandante
Hugo Chavez- era general en el mundo entero, especialmente en la izquierda latinoaméricana.
Venezuela, su revolución y su misionero
político Hugo Chavez, cobraban elogios por todas partes. El científico Chomsky
fue para entonces uno de los más fervientes defensores de la “Revolución
Bolivariana”.
Poca valía hace casi 10
años lo que yo pudiera atribuir a la situación venezolana si no se trataba de
admiración. Actualmente cuando el fracaso de la operación falsamente denominada
‘Bolivariana’ es obvia, me permito entregar el texto a los lectores en ambos
continentes. Me da tristeza tener que admitir que no fue Chomsky sino yo, un
profe menor, quien tenía en aquel momento la razón.
El destacado
intelectual y lingüista norteamericano N. Chomsky ha visitado Venezuela y a su
presidente Hugo Chavez mostrando su admiración por la lucha antiimperialista
del líder bolivariano.
Chomsky
es representativo de un numeroso grupo de intelectuales americanos y europeos
que han hecho carrera destacándose en sus respectivas especializaciones - en este
caso la lingüística.
Se ha
creado una aureola alrededor de su nombre y su crecida autoestima debe ser
consecuencia de ello. ¿Lo hace esto –su disciplina académica y su buen
nombre-, competente para juzgar procesos
socio-económicos en regiones del mundo donde nunca ha vivido? Siempre es
aplaudida la actitud del rico arrepentido ante la miseria del pobre. Pero, ¿explica
eso las causas de la división entre unas regiones ricas y otras pobres en el
mundo?
La Revolución
Bolivariana que el presidente de Venezuela pretende introducir en toda América
Latina, con gesto de profeta redentor, se funda sobre el concepto teórico del
imperialismo, término neomarxista creado por Lenin en su tiempo. Desde hace
decenios se encuentra el término de marras en manuales de economía política de países
latinos y en publicaciones de folletos populares de bajo costo y mediocre nivel
intelectual difundidos entre lectores adictos y adoctrinados.
El
soldado Chávez ha sido asiduo consumidor de tales manuales. Lo admite él
orgullosamente siendo Galeano e Illich sus preferidos. ¿Qué pensar de esto?
La teoría
marxista sigue siendo una valiosa ayuda para comprender procesos
socioeconómicos. Pero hay que conocerla a fondo y saberla utilizar como
instrumento, tal como había sido concebida por Marx, y no reducida a salmo
responsorial de manuales de acción política. La realidad compleja de nuestro
mundo no se puede reducir a clichés de pobres explotados y ricos explotadores.
¿O
acaso no es el dominio de un jefe, el poder autócrata del que dispone Hugo Chávez
una forma de explotación? ¿No reduce a quienes no están de acuerdo con él un papel
de enemigos públicos?
¿Cómo
crear una economía capaz de producir la felicidad de todos, sin hacer uso del instrumental
adecuado y probado durante siglos? ¿Cómo crecer sin acumulación? ¿Cómo
producir riqueza sin plusvalías retenidas y reinvertidas? ¿Se pueden repartir bienes antes de crear riqueza y acumulación?
Socializar la riqueza es posible, pero… ¿cómo socializar la pobreza?
Dicen
los “sabios” planificadores del proyecto bolivariano que habrá crecimiento
económico sin métodos capitalistas y reemplazan al empresario por el
burócrata para combatir el egoísmo privado. Alaban a su hombre nuevo capaz de
imponer el ideal a la nueva realidad.
Cuba
es el triste ejemplo de este fracaso de buenas intenciones con malos
resultados. El 60% de las tierras cultivables actualmente se encuentran en
abandono y la isla importa casi el 80% de alimentos a cambio de materia prima
exportada. Un tercermundismo patente, buscado por ellos mismos, aquellos quienes
pretendieron eliminar el lastre durante medio siglo. ¿Toda la culpa la tienen
los gringos y los huracanes?
Creo
que el caso Chomsky demuestra muy bien la seducción emocional que ejerce la
presencia de la pobreza sobre nuestras conciencias humanas. Queremos ser buenos
y esto nos obliga a acudir a recetas aparentemente fáciles de aplicar. Nos
rendimos antes de admitir que los caminos son largos y tortuosos. No es fácil
cambiar una mentalidad invadida por el deseo de reparto y no de producción. Es
mucho más fácil repartir que producir y en Venezuela tradicionalmente todo
estaba subvencionado, hasta el Whisky… más consumido allí que en Escocia.
Pero hay otro elemento de seducción que el
americano Chomsky no ha conocido en la práctica: el tremendo ejercicio del
poder del populismo sobre la mentalidad del colectivo. El totalitarismo no es
la sencilla dictatura de los intereses económicos sobre una sociedad pobre e
indefensa. Observemos cómo en Europa las masas se han solidarizado durante el
pasado siglo con fascismo, nazismo y comunismo entregándose con gusto a
líderes populistas y carismáticos. La masa, el pueblo, es capaz de negar su
propia libertad para ganar la ilusión de compartir el poder, de formar parte de
un proyecto utópico secular. Esa mezcla de voluntades entre un dictador y una
población ciega ha sido responsable de los catástrofes del siglo 20. Y - no
lo olvidemos – todo eso ha sido acompañado por aplausos de observadores
intelectuales y destacados filósofos.
Existe
una fascinación que cautiva las mentes y que parte de las banderas para acabar
en alguna guillotina, Kz nazi o Gulag soviético. Y siempre es un peligro para
vecinos sensatos y prudentes.
Manfred
Peter, agosto 2009
friedrichmanfredpeter
enero 2018
edición anavictoria
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