miércoles, 24 de enero de 2018

Heinrich Heine visita Marengo

Heinrich Heine
visita MARENGO

Heida! am Polterabend,
Zerschlug man statt der Töpfe
Aristokratenköpfe.

   ( Heinrich Heine 1828)

 “A mi me atraen los campos de batalla. La guerra es un monstruo terrible; sin embargo también da testimonio de lo que el hombre es capaz de hacer, revela su grandeza espiritual, porque es capaz de enfrentarse al enemigo más duro y poderoso que es la Muerte. Y más aún, cuando se trata de este campo de batalla de Marengo donde la libertad bailaba sobre un lecho de rosas rojas, un baile que fue de matrimonio y Francia era el novio que invitaba al mundo entero a asistir a la boda. Porque se cantaba:
´¡Heida! Es ‘Polterabend’.
Aquí se rompieron nobles cabezas
En el lugar de viejos tiestos.
Pero ¡Hélas! Cada paso que avanza la humanidad cuesta ríos de sangre;  ¿no es eso demasiado caro? No vale la vida del individuo tanto o más que la existencia de todo el género? Cada persona, cada vida humana ya es un mundo que nació con él y con él morirá; debajo de cada lápida que cubre una tumba reposa una historia universal. ‘No hablen de eso´ dirán los que aquí murieron, ya que nosotros aún vivimos para continuar esa lucha sagrada que trata acerca de la libertad de todos los hombres.”(Relato de Heinrich Heine después de visitar el campo de batalla de Marengo en el año 1828)

Comentario
El viaje al Sur, la conquista personal del ambiente mediterráneo se abrió caminos para cruzar los Alpes desde Alemania, pero también desde Francia e Inglaterra. Con la llegada del “nuevo siglo”, el siglo 19, se puso de moda descubrir lo que había detrás de los montes. Y cada viajero buscaba algo suyo, propio. No es de extrañar que el viajero Heine, contrario a su venerado poeta mayor Goethe, buscara escenarios distintos. Él dejó de lado monumentos y recuerdos imperiales romanos, el olor del azahar y el color de limones y naranjas le fue indiferente.
Heine viajó tras las huellas dejadas por la Revolución Francesa. Francia, su segunda patria estuvo presente aquí en el norte de Italia y en el valle del Po… junto al poblado de Marengo miles de entusiastas franceses y tantos más de  enemigos, mercenarios en uniformes de la potencia dominante, Austria imperial, perdieron las vidas aquí.
Heine se siente profundamente emocionado y se encuentra solo porque los que se parecen a él están   enterrados evueltos en fosas comunes, vencedores y vencidos por igual. Aquí, en esta planicie ha bailado la Muerte al compás de tambores moviendo la bandera tricolor y ella, la Parca fue quien realmente ganó.
                                                    
Se “rompieron” cabezas de aristócratas, dice Heine y hace un juego de palabras citando una antigua costumbre alemana: en las bodas, la noche anterior a la celebración matrimonial oficial  los pueblos alemanes practicaban (y aun lo hace algunos) el “Polterabend”, la noche de los tiestos y de platos rotos. Delante de la vivienda de la novia se forma una gran  “trifulca”, platos lo que dejó la fiesta nocturna, vasos, cristales, tiestos rompiéndose al gusto y a la melodía de cante y baile. Los  restos se le dejan al novio quien tendrá que limpiar, antes de casarse, la calle donde se realizó el festín. Aquí 28 años antes de la visita de Heine, el día 14 de julio de 1800, el día aniversario de la “Toma de la Bastilla” en Paris, sucedió un “Polterabend” sangriento.
Heine está  triste, le parece escuchar el toque de  tambores y oler la pólvora; y naturalmente … ver empapada la tierra de la sangre vertida, sangre por todas partes. Aquí se mataron quienes no se conocían ni se odiaban. Poderes, ideas enfrentadas. ¿Quién o quiénes mandan, quién o quienes deben ceder? Pero …¡silencio!... la causa era justa, la humanidad avanzó un poquitín más, un pasito hacia la Libertad, a la República de las ideas. ¿Cuánto camino falta aún para liberar a todos los hombres? Heine sabe que todo eso es una ilusión. Sobre el campo de batalla de Marengo ha visto ondear la tricolor que hizo caer la de aguilucho imperial. ¿Valía la pena que tantos murieran?
En cada tumba reposa una historia universal”. Esa sentencia de Heine por la cual valió la pena haber leído el texto y si para escribirla viajó a Italia, el viaje fue un mérito grande. Aún vivimos, dice al final para continuar la lucha; una hermosa frase, consuelo para los que quedaron debajo de esta tierra empapada de sangre y que nunca volverían más a Francia los unos ni a Austria los otros.
¿Cuál sería la lucha indicada? Heine no responde, en Marengo bendice la retórica de la Revolución. Amen.

fmpeter  enero  2018
   edición  anavictoria




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