Thomas
Mann, ‘hipnotizado’ en Italia
El encuentro con Mario y el Hipnotizador
Un “evento trágico” de viaje, califica Thomas Mann a lo que le sucedió a una
familia alemana con dos hijos en la ciudad italiana de Torre di Venere. Habían
llegado muy temprano a este sitio porque todavía era alta temporada e italianos
eran en su mayoría quienes pasaban sus vacaciones junto al mar. Además, era
Italia en la era fascista. La narración (Novelle) se publicó en 1930.
El narrador empieza su relato así:
“Recuerdo haber vivido un ambiente muy desagradable en Torre di Venere.
Desde el comienzo fuimos rodeados por un ambiente de irritación y de extrema
excitación y el cierre de toda esa experiencia negativa fue lo que nos pasó con
ese tremendo Cipolla. En el nombre de este personaje parece que se concentraba
todo lo que había en este lugar de malicie y amenaza, muy impresionante humanamente. Debido a un mal
entendido los niños tuvieron que presenciar el terror final, provocado por el
falso discurso de este hombre extraño. A
Dios gracias, no habían entendido lo que pasaba cuando el espectáculo se
volvió catástrofe. Nunca les aclaramos eso haciéndoles creer que todo había
sido no más que teatro.”
Me ha resultado muy interesante este texto. No es mi intención presentar
una interpretación de esa ‘Novelle’. Su calidad literaria está fuera de duda, y
esa fue revelada a través de numerosos trabajos de crítica literaria. Resta
destacar su mensaje político y social.
Desentrañar cuál es su aporte al tema que me ha guiado como lector a observar el
carácter de los encuentros de alemanes con Italia, es también un punto de mi
interés.
Obviamente Thomas Mann no sigue la línea de los encuentros efectuados por
Goethe, Seume y Heine.
Estos visitantes alemanes del siglo 20 se topan con otra Italia:
Primero, la masificación de personas buscando descanso al borde del mar,
italianos principalmente que sostienen un estilo de relación humana bien
diferente a la de los ‘huéspedes’ ‘tedescos’.
Varios episodios lo destacan: los pequeños hijos de la familia alemana
encuentran contacto fácilmente, pero la relación con los adultos es difícil y
llega hasta la misma hostilidad y confrontación.
Los alemanes no pueden comer en una terraza, reservada para “nuestros
clientes exclusivos”. ¿Quiénes son ellos?
Debido a secuelas tardías de una superada tosferina del pequeño hijo, deben
abandonar el hotel porque una dama aristocrática romana insiste en eso.
Encuentran otro con notable calor humano y espontánea simpatía. Pero la
presencia fugaz de su hijita, una pequeña niña alemana desnuda corriendo por
segundos en la playa, causa de una gran revolución. Un señor vestido de
estricta etiqueta bajo el aplauso de otras damas se acerca al narrador para
dirigirle una ‘filípica’, un discurso lleno de reproches y de regaño. El acto
‘sinvergüenza’ de la niña no puede pasarse por alto. El reprendedor cita
términos de grueso calibre: ‘ofende la hospitalidad de la Italia generosa’,
‘viola gravemente las costumbres de una nación excelente’. El padre es llevado
a la policía donde le cobran una multa de 50 Liras, dinero para engordar el
presupuesto nacional, comenta el narrador con ironía.
“Deberíamos habernos ido”, lamentará en varios momentos el narrador. Pero
no se hizo. Además, la atención recibida por las personas en su trato inmediato
sigue agradable y encantador. Se destacan el camarero Mario y la dueña de la
fonda Sofronia Angioleri. Ambos formarán parte del drama que acabará en un
asesinato público.
¿Cómo sucede eso?
Aparece un personaje misterioso, el Cavaliere Cipolla, quien anuncia su
llegada a la ciudad, promesa de un espectáculo divertido en el teatro. En los
afiches de invitación se habla de un artista, de un ‘Forzatore, Ilusionista,
Prestigitatore’’. Después de la función espectacular el narrador admitirá que
se trata del hipnotizador más impresionante que jamás haya conocido. Por ahora,
la familia alemana decide comprar entradas, también para los niños…de eso se
arrepentirán después.
Lo que sucedió es realmente extraordinario… Thomas Mann logra transmitir la
magia que cautivó al público, magia que lo transforma y lo deforma. El texto mismo
logra pasar algo de esa fascinación al lector quien se maravilla de cómo
Cipolla logra hacerse el dueño de las mentes de su público con menosprecio por
un aislado resistente y adversario; abiertamente declara sus principios:
“Existen la Libertad y la Voluntad, pero la voluntad libre no existe!” Y
así queda demostrado porque Cipolla es capaz de dominar la voluntad de quien
sea. Cita a las personas a su gusto y hace de ellas lo que quiere, los hace
bailar, sacar la lengua, caminar como drogados y ausentes por el escenario.
Levanta a la señora Angioleri, pasea con ella y con generoso menosprecio se la
devuelve a su marido ahí presente. Finalmente se adueña de Mario, el camarero,
un muchacho inocente y noble, lo deshonra y lo deja como ridículo ante el
público muerto de la risa. Y entonces sucede lo que nadie esperaba: Mario
ausente de si y desesperado saca una pistola, muy pequeña, no mayor que la
mano, probablemente una Derringer con doble cañón, y de dos tiros asesina a
Cipolla.
“Ein Ende mit Schrecken, ein
höchst fatales Ende. Und ein befreiendes Ende dennoch--¡”
-Un final de horror, un final tremendo y fatal. Y un final libertador, a
pesar de todo--¡
Así termina la narración del trágico encuentro.
¿Pero ha sido este realmente el final? … ¿Acaso Thomas Mann profetiza
veinte años antes aquello, que en abril de 1945 sucederá:
El día 28 de abril de 1945 fue
fusilado Benito Mussolini por la Resistencia Italiana.
Su cadáver fue exhibido y sufrió
toda clase de ultrajes.
¿Ha logrado Thomas Mann ‘hipnotizado ’en Italia realizar una metáfora
profética, una especie de intuición creativa sobre el futuro?
Digo que estos decenios eran decenios idóneos en la historia de Europa para
hipnotizadores e ilusionistas, Musolini
era uno de ellos. Yo incluiría a Hitler y a Stalin en la lista. Francisco
Franco era demasiado mediocre para lograr hipnotizar, pero tuvo sus apoderados.
Otra observación nos sugiere el texto; y esa se refiere a los hipnotizados.
Ellos todos bailaron el cancán o la
tarantela o el vals, la marcha o el pasodoble del domador de turno.
Este estado semiconsciente tuvo una enorme ventaja: Cuando despertaron no
se acordarían de nada. Todo quedaría borrado y entregado al olvido: Murió
Cipolla, ¡scausa finita!
¿Finita?
Fmpeter enero 2016
Edición anavictoria
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