sábado, 20 de enero de 2018

Un Viaje al fin de la Noche

Un Viaje al fin de la noche.
-África  bajo la lupa de un viaje imaginado-


 Lecturas escogidas de 
Louis Fernand Céline, Voyage au bout de la nuit.
                                           
¿Por qué me decidí a leer este libro de Louis Céline? ¿Acaso no es su autor un denunciado fascista,  vinculado al régimen de Vichy e implicado en la historia del nazismo en Francia?
Céline se confiesa dialogante y admite debatir con él, más allá de los  límites ideológicos que acostumbramos a establecer quienes denunciamos y odiamos al fascismo. El título de esta obra es raro porque no la invitación a viajar no es a un viaje que se refiera a un lugar concreto; advierte que viajaremos con él a través de la noche hasta llegar a su fin.
Céline inicia su relato con una manifestación sorprendente: “Todo lo que contaré es pura fantasía, la experiencia personal  la dejo atrás”:
   “Voyager, c’ est bien utile, ça fait travailler l’imagination. Tout le reste n’est que déceptions et  fatigues. Notre voyage à nous est entièrement imaginaire. Voilà sa forcé.”
    (Viajar es bastante útil, pone la fantasía a trabajar; el resto lo componen la decepción y el aburrimiento. Nuestro viaje personal es completamente imaginario. En eso radica su fuerza.)


¿Qué observa el ‘viajero’ Céline?
Me impresionó el siguiente fragmento del relato sobre su encuentro con África Tropical, al visitar una colonia francesao

“En esta colonia de Bambola-Bragmance el Gobernador ejerce un poder absoluto. Todos le obedecen. Militares y funcionarios no se atreven a respirar cuando su ‘jefe’ les dirige la mirada.
Los comerciantes bien situados debajo de estos grupos selectos parecen robar y prosperar más que en Europa. Ninguna nuez de coco, ningún cacahuete  en todo el territorio de la colonia se escapaba de su rapiña. Los funcionarios, sin embargo, en la medida que se sienten más cansados y enfermos, lamentaban el triste destino que les había traído acá a cobrar algunos galones, rellenando formularios y cobrando poca ‘plata’. Por eso ‘rajaron’ de los comerciantes. Los militares, más brutos que los demás, despreciaban la gloria de las colonias que no era más que mucha ‘quinina’ y kilómetros de caminatas.
Los militares -esperando que el termómetro de la fiebre bajara-  se dedicaban a rencillas interminables con los funcionarios de la administración, y estos últimos igual, pero contra los comerciantes. En fin, todos contra todos, los de allá contra los de acá y al revés. Y todos juntos en contra ‘del negro’. La energía menguante que  escapaba de la fiebre, de la sed, del sol, la gastaban en odios mordaces que fueron tan persistentes que no pocos colonos acabaron reventados, envenenados por ellos mismos como hacen los escorpiones.”


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Céline describe cómo las relaciones humanas se deforman bajo el calor tropical.  Numerosos funcionarios habían puesto su esperanza en la posibilidad de que el Gobernador se acostara alguna vez con sus esposas. Pero el Gobernador no lo hizo así. No le gustaban las mujeres. El Gobernador sólo leía los decretos oficiales emanados desde Vichy (sede del gobierno francés durante la ocupación nazi.)
La gente y las cosas en el Trópico cambian, dice Céline, y hay que tener en cuenta eso: Allá, quienes llegan de otras tierras se convierten, sin excepción, en hombres histéricos. La vida sólo comienza a ser soportable al comenzar la noche, a pesar de que  al oscurecerse billones de mosquitos invaden inmediatamente el ambiente; y si de día se vive en carnaval, de noche se habita debajo de la mosquitera. Ah, pero entonces el colonizador se dedica al aperitivo abundante con hielo y abandona así el hábito de dominar el clima por medio del simple estoicismo.
¿Y los negros africanos, la población indígena de la dichosa colonia Bambola – Bragmance, qué ha sido de ellos? Viven en un mundo aparte, no usan las medidas progresistas que falsamente les  ofrece Francia bajo tutela de un paternalismo de mentiras. Son explotados, por medio de tratos arcaicos. Se les roba todo, son materia prima del colonizador que acecha con trampas y aleluyas modernas que en sustancia son miseria encubierta.
¿Qué opina Céline?  No encontré ni huella de indignación, tampoco de satisfacción. El observador parece no sentir Nada, manifiesta un ‘Así es’, ¿qué le voy hacer yo?
¿Ayuda eso a un lector moderno?
A mi por lo menos, sí. Ahora entiendo mejor porqué África está como está actualmente, porqué brotan refugiados por minuto huyendo de la miseria eternizada por los colonizadores. “¡Histéricos, Borrachos!”, dice Céline. Además, todos consolados por su respectivo negro o negra de turno.

Fmpeter  enero  2018

    Edición anavictoria

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