Un Viaje al
fin de la noche.
-África bajo la lupa de un viaje imaginado-
Lecturas escogidas de
Louis
Fernand Céline, Voyage au bout de la nuit.
¿Por qué me decidí a leer este libro de Louis Céline? ¿Acaso no es su autor
un denunciado fascista, vinculado al
régimen de Vichy e implicado en la historia del nazismo en Francia?
Céline se confiesa dialogante y admite debatir con él, más allá de los límites ideológicos que acostumbramos a establecer
quienes denunciamos y odiamos al fascismo. El título de esta obra es raro
porque no la invitación a viajar no es a un viaje que se refiera a un lugar
concreto; advierte que viajaremos con él a través de la noche hasta llegar a su
fin.
Céline inicia su relato con una manifestación sorprendente: “Todo
lo que contaré es pura fantasía, la experiencia personal la dejo atrás”:
“Voyager,
c’ est bien utile, ça fait travailler l’imagination. Tout le reste n’est que
déceptions et fatigues. Notre voyage à
nous est entièrement imaginaire. Voilà sa forcé.”
(Viajar es bastante útil, pone la
fantasía a trabajar; el resto lo componen la decepción y el aburrimiento.
Nuestro viaje personal es completamente imaginario. En eso radica su fuerza.)
¿Qué observa el ‘viajero’ Céline?
Me impresionó el
siguiente fragmento del relato sobre su encuentro con África Tropical, al
visitar una colonia francesao
“En esta colonia de Bambola-Bragmance
el Gobernador ejerce un poder absoluto. Todos le obedecen. Militares y
funcionarios no se atreven a respirar cuando su ‘jefe’ les dirige la mirada.
Los comerciantes bien situados
debajo de estos grupos selectos parecen robar y prosperar más que en Europa.
Ninguna nuez de coco, ningún cacahuete
en todo el territorio de la colonia se escapaba de su rapiña. Los
funcionarios, sin embargo, en la medida que se sienten más cansados y enfermos,
lamentaban el triste destino que les había traído acá a cobrar algunos galones,
rellenando formularios y cobrando poca ‘plata’. Por eso ‘rajaron’ de los comerciantes.
Los militares, más brutos que los demás, despreciaban la gloria de las colonias
que no era más que mucha ‘quinina’ y kilómetros de caminatas.
Los militares -esperando que el
termómetro de la fiebre bajara- se
dedicaban a rencillas interminables con los funcionarios de la administración,
y estos últimos igual, pero contra los comerciantes. En fin, todos contra
todos, los de allá contra los de acá y al revés. Y todos juntos en contra ‘del negro’. La energía menguante que escapaba de la fiebre, de la sed, del sol, la
gastaban en odios mordaces que fueron tan persistentes que no pocos colonos
acabaron reventados, envenenados por ellos mismos como hacen los escorpiones.”
Céline describe cómo las relaciones humanas se deforman bajo el calor
tropical. Numerosos funcionarios habían
puesto su esperanza en la posibilidad de que el Gobernador se acostara alguna
vez con sus esposas. Pero el Gobernador no lo hizo así. No le gustaban las
mujeres. El Gobernador sólo leía los decretos oficiales emanados desde Vichy
(sede del gobierno francés durante la ocupación nazi.)
La gente y las cosas en el Trópico cambian, dice Céline, y hay que tener en
cuenta eso: Allá, quienes llegan de otras tierras se convierten, sin excepción,
en hombres histéricos. La vida sólo comienza a ser soportable al comenzar la
noche, a pesar de que al oscurecerse
billones de mosquitos invaden inmediatamente el ambiente; y si de día se vive
en carnaval, de noche se habita debajo de la mosquitera. Ah, pero entonces el
colonizador se dedica al aperitivo abundante con hielo y abandona así el hábito
de dominar el clima por medio del simple estoicismo.
¿Y los negros africanos, la población indígena de la dichosa colonia
Bambola – Bragmance, qué ha sido de ellos? Viven en un mundo aparte, no usan
las medidas progresistas que falsamente les
ofrece Francia bajo tutela de un paternalismo de mentiras. Son
explotados, por medio de tratos arcaicos. Se les roba todo, son materia prima
del colonizador que acecha con trampas y aleluyas modernas que en sustancia son
miseria encubierta.
¿Qué opina Céline? No encontré ni
huella de indignación, tampoco de satisfacción. El observador parece no sentir Nada, manifiesta un ‘Así es’, ¿qué le
voy hacer yo?
¿Ayuda eso a un lector moderno?
A mi por lo menos, sí. Ahora entiendo mejor porqué África está como está
actualmente, porqué brotan refugiados por minuto huyendo de la miseria
eternizada por los colonizadores. “¡Histéricos, Borrachos!”, dice Céline. Además,
todos consolados por su respectivo negro o negra de turno.
Fmpeter enero 2018
Edición anavictoria
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