jueves, 16 de enero de 2020

'Les Gauloises' y ¿qué más?

‘Les Gauloises’ y ¿qué más?



Después de nueve años de Gymnasium, en el año 1956 me gradué y me fui a Francia en tren. Me había quedado algún dinero ahorrado del trabajo en las fuentes de agua mineral. Hay muchas en mi región de origen. 
Ese tren me llevaba a Paris entre risas y tabaco Gauloisesjunto a soldados franceses, eufóricos que iban de vacaciones a sus casas. Creo que de no haber existido les Gauloisesyo no habría fumado… tal vez ni siquiera habría ido a Paris porque Paris, esa ciudad famosa no formaba parte del mundo soñado por mi. 
Y en efecto, la encontraba gris, triste, inhóspita; para nada me interesaba. 
Pero debido a la invitación por Monsieur Macron que había sido prisionero de guerra francés en Alemania en la época de WW II pude visitar Paris.
Macron también fue a mi pueblo y yo fui encargado de atenderlo a él y a su familia (mujer e hija) porque yo hablaba el francés corrientemente. En otro texto mencioné  el trato especial que en este pueblo habían recibido los prisioneros franceses. 
Monsieur Macron (quien no tenía nada que ver con el actual presidente de Francia) también se llama Macron y no solo me hospedó en su casa facilitando así mi estancia prolongada en Paris, sino igualmente prestó ayuda para mis viajes a través de Francia.


Voy a destacar dos anécdotas de aquella experiencia:

‘Le Midi’(El Sur)
 ¡Oh Marseille, cité lumière!Desde lo alto, desde el templo de ‘Sainte Marie de la Mer” te aclamé y el misterio me tocó, inolvidable: Compré un rosario con perlas de vidrio y susurré: “Je vous salue Marie!”.[i]

Llegaron unas mujeres americanas que venían viajando desde España. Ellas planeaban ir precisamente al sitio de Alemania del que yo pretendía escaparme. Una de ellas me llamó la atención, bajita feílla sonriente. No recuerdo su nombre, me hablaba en inglés y yo respondía en francés. Nos paseábamos acariciando nuestros sueños. Funcionaba. Le describí esa ciudad de Friedberg donde estaba mi Gymnasium cerca de un inmenso cuartel poblado de miles de soldados americanos. “Et il y a beaucoup d’Américains là–bas.”dije; creo que nunca habrá llegado hasta allí. 
Y ¿para que iría? Ella estaba escapándose igual que yo. ¿Para qué iría a encontrar a más americanos - en Alemania – cuando ella estaba huyendo de ellos de América?

Saint Nazaire
Una ciudad sin casas, así lucía después de las bombas del D-Day acaecido años antes, (pero estas no alcanzaron los submarinos alemanes protegidos por una espesa capa de hormigón). Quedaron inmensas salas vacías donde las voces retumbaban, salas dedicadas a un grito: “Paix en Algérie!”Entré en contacto con los que gritaban, me habían admitido entre ellos y yo también sintonicé: “Paix en Algérie!”Y un eco volvió. Esa era una fiesta, una fiesta de jóvenes que cantaban y bailaban:
“Allons, pour mourir un peu, a la guerre, a la guerre!” Solamente ‘morir un poquito’ decía el texto de la canción escuchada en la voz de Yves Montand. 

“A mi me mandaron hacer cosas que a los SS alemanes reprochamos,” decía Jean -no recuerdo su nombre completo-. Estos jóvenes habían estado en Oran o Constantine y su servicio a la patria consistía en vigilar, agarrar al moro, torturarlo o matarlo si fuera preciso. 
Francia liberada se dedicaba a sus guerras coloniales. Y los cuerpos famosos de los “Parachutistes”“la Légion Étrangère” no fueron suficientes. (De hecho, Francia gastó toda la inmensa suma del Plan Marshall destinada a la reconstrucción del país para guardar lo que era insostenible: ese dominio sobre Indochina y África. Toda una generación vertió sangre sobre el desierto africano o en la jungla vietnamesa). Solamente se trataba de “mourir un peu”.
 En el sentido político, mi ser despertó allí abajo, en las inmensas cavernas de Saint Nazaire. Ellos, los nuevos compañeros, me hicieron olvidar que yo era un alemán. No fuimos terroristas, pero pegábamos pegatinas en muros y restos de ruinas: “Paix en Algérie”.
“A ti no te pasará nada, solo te echarán fuera, eres extranjero. A mi me tocará el calabozo. Ya me metieron una vez,” decía Jean.
Y fui con ellos a ver los astilleros. Había renacido la industria naval. Me presentaron como “un camarade russe”. Realmente fui un ‘copain’. Nunca los olvidé.

A la familia Macron no la vi más. Casualmente les enviaría saludos postales. Los estudios y la energía de arranque para hacer lo que deseaba me absorbieron toda la atención. Dije “Adieu Gauloises!”Nunca más fumé.

 friedrichmanfred  enero 2020
    edición anavictoria








[i]

Par le petit garçon qui meurt près de sa mère
Tandis que des enfants s'amusent au parterre
Et par l'oiseau blessé qui ne sait pas comment
Son aile tout à coup s'ensanglante et descend
Par la soif et la faim et le délire ardent
Je vous salue, Marie


(La Prière de Georges Brassens)

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