Roma se halla sitiada por los bárbaros; el defensor de la ciudad dirige esa carta a Tótila, rey de los invasores:
“Hombres listos decoran las ciudades con bellas obras de arte, pero los torpes y malcriados suelen hacer lo contrario, robar y destruir lo que no entienden y dejar cenizas y ruinas a las generaciones posteriores.
De todas las ciudades conocidas es Roma la ciudad más excelente, la mayor y la más singular. No la construyó el poder de un hombre único, sino que ha sido una larga fila de emperadores y de cooperadores que reunieron durante innumerables años los artistas de toda la tierra para dejar allí lo que sería herencia para la humanidad. Destruir esa herencia significa privar a los nietos de conocer el pasado glorioso.
Tú, si ganas, destruirás Roma; no destruirías ninguna ciudad enemiga, sino la que también es tuya, propiedad de todos los hombres. Y si perdieses la guerra, podrías reclamar clemencia por haber guardado ese tesoro.”
Son tales las palabras dirigidas por ‘Belisar’defensor de la ciudad a su enemigo ‘Totila’ rey ‘bárbaro’ de los godos, invasores triunfantes sobre un imperio romano en declive. La carta es del año 547 y podría ser actual, tal vez debería serlo. ¿Sorpresa?
Tótila contestó, pero desgraciadamente no se ha conservado la respuesta. Los godos saquearon la ciudad de Roma, más, -lo confirma el escritor alemán Gregorovius[i]-, no tocaron las obras de arte. Más de mil estatuas sobrevivieron al ‘saqueo de Roma’ por parte de los godos.
Posteriores ‘saqueadores’ no fueron tan respetuosos, entre ellos los mismos romanos; los papas herederos de la magnificencia pasada, no pararon de destruir imágenes de mil dioses y templos paganos para reemplazarlos por nuevos santos.
Así suele suceder, así es la historia, así es la vida, pensamos los que hemos vivido la destrucción de tesoros históricos sin fin ni necesidad militar durante la II Guerra Mundial. Con esa experiencia reciente no me parecen tan bárbaros los que fueron llamados así en aquel entonces, además la conservación era el legítimo derecho de los triunfadores. Porque finalmente los godos fueron vencidos y después de la última batalla junta al Vesubio parece cumplirse lo que la carta de Belisar anunciaba:
El godo Tótila con pocos sobrevivientes se retiró del campo de batalla, libre para exiliarse donde quisiera. No sabemos nada más sobre él, desapareció, sólo la leyenda conserva la imagen de un guerrero noble, uno de estos que la literatura rescataría:
Alarich y Theoderich – y el último Tótila. Todos ellos querían ser romanos, por eso invadieron lugares de su veneración. ¿Turistas con cascos y espada?
Los actuales turistas van armados de cámaras. ¿Respetuosos ambos?
A los destructores de Coventry, Guernica, Varsovia, de Dressden y de Hiroshima no les importó para nada destruir lo que no conocían.
Detrás de cálculos políticos y estrategias militares se esconde el pensamiento único, el desprecio de la mirada histórica y humanista. La Guerra Moderna es declarada ‘total’, ejecutarla soberanamente contra el enemigo no admite reservas ni requiebros: la masa entusiasmada así lo requiere y lo aplaude.
El escritor alemán Gregorovius entró en la ciudad de Roma en el año 1852 y se quedó allí. Dedicó su vida a la investigación de los hechos reales de Roma después de la era clásica de la Antigua Roma. Siguió la llamada de antecesores como Winckelmann y Goethe, anticipó lo que posteriormente harían Mommsen y otros más. (“Alemanes en Roma y con Roma”, así debería llamarse un relato que todavía no escrito).
A todos ellos les une la voz humanista, este don esencial de lo que debería llamarse el ‘espíritu alemán’ que no es más que una vocación por rescatar y dar vida a lo que no debiera perecer debajo de escombros o cubierto por millones de ‘clics’ de los cámaras de millones de ‘bárbaros’ modernos - llamados turistas.
¿Es esa una lucha perdida?
friedrichmanfred julio 2019
edición anavictoria
[i](Relato hecho por Ferdinand Gregorovius, Geschichte der Stadt Rom im Mittelalter – Historia de la ciudad de Roma en la Edad Media – Dresden 1926)
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