¿Qué será? … ¡será!
En el año 1770 fue publicado la obra de Louis – Sebastien Mercier, El Año 2440llevando por subtítulo ‘Un sueño de todos los sueños’. En el capítulo 44 leemos la siguiente visión:
“Versailles -- Yo llegué y busqué el palacio maravilloso donde se decidió el destino de tantas naciones. ¡Qué sorpresa! Nada más vi un montón de escombros, muros caídos, estatuas rotas y caminé sobre estas ruinas hasta que encontré a un hombre viejo: Oh, -le dije yo- ¿Qué ha pasado a este palacio enorme?
El viejo, sentado sobre los restos de una columna caída me contestó:
‘Se ha derrumbado, solo se cayó todo eso’. Así terminó la ambición de un hombre que quiso dominar la naturaleza. Todo el dinero saqueado a los ciudadanos era malgastado aquí. Aquí se formaría un mar de lágrimas acumulado por los que sufrían que podía llenar lagunas.”
Al final de esta ficticia conversación se aclara que el viejo era la sombra del mismo rey Luis XIV, autor de esa obra maravillosa y quien ahora (siglos después) se arrepiente.
Un monumento de orgullo no tiene futuro, opina Mercier haciendo eco de la literatura de su tiempo. Veinte años después caería la Monarquía Francesa bajo los signos de la Revolución. En el año 1789 se cumplió lo que la literatura había predicho con anticipación.
(En realidad, bajo el reinado de Luís XVI ya se habían iniciado los cambios necesarios para poner fin a las estructuras medievales. Pero este adelanto no sirvió para nada, no impidió la Revolución).
¿Por qué sucedieron así los hechos? Alexis de Tocqueville, famoso crítico en su libro Él Viejo Estado y la Revolución’ publicado en 1856 logra una buena respuesta:
“Francia quedó dividida en dos ‘mundos’ diferentes: La administración actuaba en el primer sector, en el segundo la literatura elaboró los principios teóricos y retóricos abstractos. A unos les pertenecía el ministerio de los asuntos públicos, a otros conducir los espíritus mentales. (…) A esta circunstancia especial se debe el carácter único de la Revolución Francesa.”
Muy llamativo es el hecho que la educación política de una gran nación únicamente reposara sobre la labor de sus literatos. Y eso significaba, construir el estado de acuerdo a las leyes de la lógica y proclamar las ganas de abolir todo de un golpe, reemplazar la realidad vivida por otra imaginada. La contrariedad entre lo real y lo imaginado ha sido constitutivo durante todo el siglo XIX en Francia; se percibirá nuevamente, por ejemplo, durante los eventos de mayo del 68.
¡Sobrevive aún! En la actualidad Francia representa el modelo europeo donde la organización del estado ha sido varias veces entregada al combate de las ideas. El resultado es volátil e inseguro. Fue De Gaulle quien exigió que el discurso político aterrizase y echase ancla en la realidad.
Con la corona – virus ha nacido un nuevo reto:
¿Qué respuesta podrán crear literatura y filosofía?
friedrichmanfred junio 2020
ed. anavictoria
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