martes, 28 de febrero de 2017

Genio y Demonio

Genio y Demonio


(La imagen corresponde a Klaus Maria Brandauer en la película "Mephisto” de 1981, inspirada en la novela del mismo nombre, de Klaus Mann[i] , hijo escritor de Thomas Mann)
 



 Mefisto es quien encontramos,  principio del mal y hábil manipulador que desde la ambición y la genialidad mueve la vida de Adrian Leverkühn, el personaje principal de la novela Doktor Faustus de Thomas Mann.
Y aún más: igual que el músico genial Adrian Leverkühn, existe toda una generación desquiciada de hombres y mujeres alemanes que se entrega a un pacto con el mal. Como una maldición caerá sobre esa nación lo que desde un oscuro y malversado festín  ha brotado entre “Abschaum” – escoria social – cuyo afán de omnipotencia no conoce límite.
Se presentó ese desequilibrio en la entreguerra como una fiebre loca a todo nivel: artistas, intelectuales, gente común y corriente la viven desenfrenados; la consecuencia es la destrucción de normas y reglas más allá del bien y del mal; se sentirán creadores de un nuevo orden, de una nueva tierra. Thomas Mann redacta una radiografía de la Alemania de su tiempo, dejando de lado la normalidad de la inmensa mayoría que, apartada, no intervino en la locura; atónitos ante la experiencia de un apocalipsis sin precedentes, se concentrarían en sobrevivir.
Serenus Zeitblohm el narrador de la novela, hace lo que su nombre promete, su cultura clásica grecolatina le capacita a observar y a describir con la mente despierta los sucesos en las vidas del individuo Adrian Leverkühn y de su ambiente social, igual que los sucesos de ese arranque de locura desesperada de la nación alemana.
Igual que Goethe, Mann inventa un pacto, un pacto con el Diablo. No es el mismo Lucifer, sino un diablillo menor que interviene en la vida de Adrian, en apariencia todo parece natural. Sin embargo, es “Schicksal”, ese concepto que el autor explica como precristiano, -traduzco como “Destino”en español- lo que se sucede y lo que explica la caída de los dioses, es destino ese Apocalipsis anticipado. Y todos lo absorben igual que sonámbulos. Thomas Mann observa todo ello desde su escritorio en Nueva York, y según su propia voz y el testimonio de amigos casi no soporta lo que observa y lo que registra su mente, se enferma de muerte.
                                   
Inventa para su novela la escena central que es el pacto con Sammael, el diablo de turno quien, sentado en cómoda butaca desde donde exhala un frío invernal, conversa con Adrian L:

ER: “Wir sind im Vertrag und im Geschäft,- mit deinem Blut hast du´s bezeugt und dich gegen uns versprochen und hier auf uns getauft.----- Zeit hast du von uns genommen, geniale Zeit, hochtragende Zeit, volle vierundzwanzig Jahr, die setzen wir dir zum Ziel. Sind die herum und vorüber gelaufen, was nicht abzusehen, und ist so eine Zeit auch eine Ewigkeit, so sollst du geholt sein. Herwiderrumb wollen wir dir unterweilen in allem untertänig und gehorsam sein, und dir soll die Hölle frommen, wenn du nur absagst allen, die da leben, allem himmlischen Heer und allen Menschen, denn das muss sein.”

ICH: “Wie?  - Das ist neu.  Was soil die Klausel sagen?”

ER: “Uns bist du, feine erschaffene Creatur, versprochen und verlobt. Du darfst nicht lieben.---- Liebe ist Dir verboten, insofern sie wärmt. Dein Leben soll kalt sein.”[ii]
                                   

ÉL:  “Hicimos un trato, se trata de un negocio que lo firmaste con tu sangre y así te entregaste y aquí fuiste bautizado sobre nocotros, (…) usaste el tiempo que te dimos, un tiempo genial, grandioso, que duraría veinticuatro años así de perfecto, eso fue nuestro convenio y meta.
Cuando esto acabe y  haya pasado, lo cual aun no vemos tan cercano porque un tiempo tan largo también debe considerarse una eternidad,  entonces serás agarrado y atrapado. En contraprestación, durante el tiempo presente te seremos obedientes y sumisos, y el infierno ( die Hölle) te prestará todos los servicios, siempre y cuando tú por tu parte renuncies a todo lo que está vivo en tu alrededor, en todo el ámbito celeste y en todos los demás hombres. ¡Así ha de ser!”

YO:  “¿Cómo así? – Eso es nuevo. ¿Qué significa esa cláusula?”

ÉL:  “¡Tú nos perteneces, bella y hermosa criatura, estás prometido y entregado!
¡Tú no debes amar!  Te prohibimos amar a nadie, ya que el amor calienta el alma.
Tu vida debe estar absolutamente entregada al frío.”
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Está prohibido amar, le dice el diablo. Y Adrian Leverkühn obedece; igualmente sus compatriotas muchos de ellos también obedecen siguiendo las normas que en el pacto se establecieron, caminan delirantes a su apocalipsis autoimpuesto guiados por una morfina hecha de retórica y clichés idealistas.
La sensación del triunfo más elevado y la humillante caída al ser considerados la escoria inmoral para tantos vencedores al final de la segunda guerra son parejas desde una misma raíz, exótica para muchos observadores, pero arcaica y largamente programada desde las profundidades de la historia de este pueblo.
¿Comenzó el descabellado ideal con Martín Lutero o aún antes? ¿Fue la Reforma la primera y principal responsable de forjarnos fundamentalistas, soberbios y engreídos?  Cuando esa voz llamó poderosamente a ser diferentes, a no aceptar reglas “normales” orientadas en la vida práctica al cumplir los quehaceres diarios,  ordenó tácitamente el desprecio solemne por los anteriores compromisos: “¡Aquí me hallo, no cederé!” Ninguna razón me hará cambiar: “¡Sola Gratia, Sola Fides!”
Entre la conciencia y la voluntad pública se abre un abismo en el que desapareció el mensaje más simple del humanismo: ser bueno con los demás.
El genio de Leverkühn se sale de todas las reglas. Este personaje -fundamentado por T.Mann en el genio de Juan Sebastián Bach- aporta una absoluta innovación artística. Pero no admite ningún compromiso, no tolera ningún arreglo mediocre. Quiere ser Todo o no ser Nada. Sufrir es el precio que tiene que pagar, el Diablo no aliviará su dolor.
En tanto, los rusos tomaron por asalto la ciudad de Berlín, hundida en un mar de violencia…ohh y eso sucedía mientras la radio alemana nacional emitía la música de la ópera Los Ocasos de los Dioses de Richard Wagner. ¿Qué más se le puede decir a la Historia real del Apocalipsis?

Este juego por Todo o Nada constituye, según Thomas Mann, el destino alemán.
Y él en vida, nunca creyó que esa nación, que era la suya propia, fuera capaz de alterar tal destino.
Antes que el compromiso, el apocalipsis. ¿Quién ha dicho eso?

EL DIABLO, que es alemán.

 friedrichmanfredpeter   marzo   2017
edición  anavictoriaoeding


[i] Klaus Mann es hijo de Thomas Mann, escritor como su padre, se suicidó en 1949.
[ii] Thomas Mann, Doktor Faustus, Stockholm 1948, p. 384.

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