Genio y Demonio
(La imagen corresponde a Klaus Maria Brandauer en la película "Mephisto”
de 1981, inspirada en la
novela del mismo nombre, de Klaus Mann[i] ,
hijo escritor de Thomas Mann)
Mefisto es quien
encontramos, principio del mal y hábil
manipulador que desde la ambición y la genialidad mueve la vida de Adrian Leverkühn, el personaje
principal de la novela Doktor Faustus
de Thomas Mann.
Y aún más: igual que el músico genial Adrian Leverkühn, existe toda una
generación desquiciada de hombres y mujeres alemanes que se entrega a un pacto
con el mal. Como una maldición caerá sobre esa nación lo que desde un oscuro y
malversado festín ha brotado entre
“Abschaum” – escoria social – cuyo afán de omnipotencia no conoce límite.
Se presentó ese desequilibrio en la
entreguerra como una fiebre loca a todo nivel: artistas, intelectuales, gente
común y corriente la viven desenfrenados; la consecuencia es la destrucción de
normas y reglas más allá del bien y del mal; se sentirán creadores de un nuevo
orden, de una nueva tierra. Thomas Mann redacta una radiografía de la Alemania
de su tiempo, dejando de lado la normalidad de la inmensa mayoría que,
apartada, no intervino en la locura; atónitos ante la experiencia de un
apocalipsis sin precedentes, se concentrarían en sobrevivir.
Serenus
Zeitblohm el narrador de la novela, hace lo que
su nombre promete, su cultura clásica grecolatina le capacita a observar y a
describir con la mente despierta los sucesos en las vidas del individuo Adrian
Leverkühn y de su ambiente social, igual que los sucesos de ese arranque de
locura desesperada de la nación alemana.
Igual que Goethe, Mann inventa un pacto, un pacto con el Diablo. No es el mismo
Lucifer, sino un diablillo menor que interviene en la vida de Adrian, en
apariencia todo parece natural. Sin embargo, es “Schicksal”, ese concepto que el autor explica como precristiano,
-traduzco como “Destino”en español- lo
que se sucede y lo que explica la caída de los dioses, es destino ese Apocalipsis anticipado. Y todos lo absorben igual que
sonámbulos. Thomas Mann observa todo ello desde su escritorio en Nueva York, y
según su propia voz y el testimonio de amigos casi no soporta lo que observa y
lo que registra su mente, se enferma de muerte.
Inventa para su novela la escena central que
es el pacto con Sammael, el diablo
de turno quien, sentado en cómoda butaca desde donde exhala un frío invernal,
conversa con Adrian L:
ER:
“Wir sind im Vertrag und im Geschäft,- mit deinem Blut hast du´s bezeugt und
dich gegen uns versprochen und hier auf uns getauft.----- Zeit hast du von uns genommen, geniale
Zeit, hochtragende Zeit, volle vierundzwanzig Jahr, die setzen wir dir zum Ziel.
Sind
die herum und vorüber gelaufen, was nicht abzusehen, und ist so eine Zeit auch
eine Ewigkeit, so sollst du geholt sein. Herwiderrumb wollen wir dir
unterweilen in allem untertänig und gehorsam sein, und dir soll die Hölle
frommen, wenn du nur absagst allen, die da leben, allem himmlischen Heer und
allen Menschen, denn das muss sein.”
ICH:
“Wie? - Das ist neu. Was soil die Klausel sagen?”
ER:
“Uns bist du, feine erschaffene Creatur, versprochen und verlobt. Du darfst nicht lieben.---- Liebe ist Dir
verboten, insofern sie wärmt. Dein Leben soll kalt sein.”[ii]
ÉL: “Hicimos un trato, se
trata de un negocio que lo firmaste con tu sangre y así te entregaste y aquí
fuiste bautizado sobre nocotros, (…) usaste el tiempo que te dimos, un tiempo
genial, grandioso, que duraría veinticuatro años así de perfecto, eso fue
nuestro convenio y meta.
Cuando esto acabe y haya pasado, lo cual aun no vemos tan cercano
porque un tiempo tan largo también debe considerarse una eternidad, entonces serás agarrado y atrapado. En
contraprestación, durante el tiempo presente te seremos obedientes y sumisos, y
el infierno ( die Hölle) te prestará todos los servicios, siempre y cuando tú
por tu parte renuncies a todo lo que está vivo en tu alrededor, en todo el
ámbito celeste y en todos los demás hombres. ¡Así ha de ser!”
YO: “¿Cómo así? – Eso es
nuevo. ¿Qué significa esa cláusula?”
ÉL: “¡Tú nos perteneces, bella
y hermosa criatura, estás prometido y entregado!
¡Tú
no debes amar! Te prohibimos amar a
nadie, ya que el amor calienta el alma.
Tu vida
debe estar absolutamente entregada al frío.”
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Está prohibido
amar, le dice el diablo. Y Adrian
Leverkühn obedece; igualmente sus compatriotas muchos de ellos también
obedecen siguiendo las normas que en el pacto se establecieron, caminan
delirantes a su apocalipsis autoimpuesto guiados por una morfina hecha de
retórica y clichés idealistas.
La sensación
del triunfo más elevado y la humillante caída al ser considerados la escoria inmoral
para tantos vencedores al final de la segunda guerra son parejas desde una
misma raíz, exótica para muchos observadores, pero arcaica y largamente
programada desde las profundidades de la historia de este pueblo.
¿Comenzó el
descabellado ideal con Martín Lutero o aún antes? ¿Fue la Reforma la primera y
principal responsable de forjarnos fundamentalistas, soberbios y engreídos? Cuando esa voz llamó poderosamente a ser
diferentes, a no aceptar reglas “normales” orientadas en la vida práctica al
cumplir los quehaceres diarios, ordenó
tácitamente el desprecio solemne por los anteriores compromisos: “¡Aquí me
hallo, no cederé!” Ninguna razón me hará cambiar: “¡Sola Gratia, Sola Fides!”
Entre la
conciencia y la voluntad pública se abre un abismo en el que desapareció el
mensaje más simple del humanismo: ser bueno con los demás.
El genio de Leverkühn se sale de todas las reglas.
Este personaje -fundamentado por T.Mann en el genio de Juan Sebastián Bach-
aporta una absoluta innovación artística. Pero no admite ningún compromiso, no
tolera ningún arreglo mediocre. Quiere ser Todo o no ser Nada. Sufrir es el
precio que tiene que pagar, el Diablo no aliviará su dolor.
En tanto, los
rusos tomaron por asalto la ciudad de Berlín, hundida en un mar de
violencia…ohh y eso sucedía mientras la radio alemana nacional emitía la música
de la ópera Los Ocasos de los Dioses de Richard Wagner. ¿Qué más se le puede
decir a la Historia real del Apocalipsis?
Este juego por
Todo o Nada constituye, según Thomas Mann, el destino alemán.
Y él en vida,
nunca creyó que esa nación, que era la suya propia, fuera capaz de alterar tal
destino.
Antes que el
compromiso, el apocalipsis. ¿Quién ha dicho eso?
EL DIABLO, que
es alemán.
friedrichmanfredpeter marzo
2017
edición
anavictoriaoeding
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