<<Dort,
wo man liebt, ist Vaterland>>
Freudvoll
Und leidvoll,
Gedankenvoll sein,
Langen
Und bangen
In schwebender Pein,
Himmelhoch jauchzend,
Zum Tode betrübt;
Glücklich allein
Ist die Seele, die liebt.
¿Podrá
ser el amor una patria? – SÍ --Eso
proclama la sentencia de Goethe.
El héroe y la heroína del drama EGMONT de Goethe
son idealizados como corresponde a enamorados modélicos, ejemplares. La sombra
que cubre este amor y lo amenaza es el gobierno tiránico que ejerce el duque de
Alba en el nombre de España sobre una
Flandes rebelde. Un tema clásico para la literatura europea, un tema histórico;
sin embargo lleno de actualidad durante
la era goethiana dominada por la lucha entre libertad y autoritarismo.
En esta obra de teatro Goethe tuvo la opción de
apoyar esa rebelión patriótica de Flandes, pero decidió ponerse del lado de dos
enamorados. Para quien ama, su amor es
patria verdadera.
Esa frase provocadora la dirige Goethe contra el
ambiente creacionista de patrias de su tiempo. Sobre el campo de batalla de
Valmy en el año 1792 próximo a Paris Goethe escuchó aquel himno cantado por
miles y miles de voces de entusiasmados defensores del ideal revolucionario: “Allons
enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé.” Goethe estuvo
presente, presenció la derrota fulminante del ejército de la coalición
antirrevolucionaria que pretendió acabar con la aventura jacobina en Francia.
Sobre el mismo campo de batalla, Goethe se dirige
a un grupo de oficiales austríacos y prusianos con estas palabras: ¨En este momento, hoy y ahora, ha comenzado
una nueva era de la historia, y nosotros podremos afirmar que hemos estado
presentes.”
“La Patrie” era la clave política y social de esos nuevos
tiempos. Pero el poeta en Goethe se muestra escéptico y visionario; tal vez previó los
ríos de sangre que de ahí en adelante invadirían más y más campos de batalla
sobre el territorio de Europa y del mundo con este nuevo ente “sobrenatural”
por digno de adoración: LA PATRIA.
En el lejano continente americano Simón Bolívar
hizo sonar esta palabra con un inesperado éxito. En Europa sería el signo
político y social de conflictos eternos de nunca acabar. (…al oído: ¿Quién podría prever que en la actualidad del 2017 resucitaría
de nuevo el complicado e ideal tema de
la PATRIA? )
Goethe, el poeta, se decide por otra opción: elige como
escenario metafórico el ejemplo de la Guerra de Flandes, siglos atrás. Su drama
Egmont cuenta una historia contraria a la que está viviendo en su tiempo
presente: ¿Qué es Patria? Pregunta primero
y después responde esto:
¡Allá España! ¡Allá Flandes! La patria de Klärchen
y Egmont es su amor, es su nombre; no le interesa el héroe, el libertador que
admiraría el público. Goethe se aleja de la política, personaliza el drama
humano. No recuerdo que otro escritor haya decidido de igual manera anteponer a
ideales políticos como la independencia y la libertad la valía de los deseos
elementales humanos. Las patrias modernas han llenado los corazones de odio;
esas patrias que son fugaces… inventos creados por intereses y fantasías que
suelen presentarse como nuevos los ecos del patriotismo y que contienen las
armas sangrantes de siempre. Los campos europeos retumbaron de odio.
Amor es más que fantasía, Goethe proclama una
revolución de los valores, es un seguidor de la Gran Revolución Romántica de su
tiempo, pero de una manera distinta a los actores políticos presentes en los
escenarios reales: el sentir auténtico se eleva por encima de las convenciones,
rompiendo con herencias sagradas.
Patrioteros allá en monumentos de bronce… ¡sois aburridos y con frecuencia
hipócritas!
Ideólogos de todos los tiempos históricos…¡cuidado! Os ha nacido un poderoso adversario, un
enemigo de verdad que radica en el corazón y se llama amor.
No creo que hasta hoy se haya entendido en su totalidad este mensaje de la
cultura clásica alemana cual fue (y continúa vigente si lo aprehendemos):
Liberar a mujeres y hombres de falsos patrones dominantes, ser sencillamente
humanos. Esa esencia resulta poco clara aún hoy para el horizonte de la sociedad
moderna En la obra Egmont es un
ideal proclamado por una mujer, Klärchen, (Clarita) una mujer de estrato
humilde: Los hombres luchan por ideas fugaces, pero feliz es quien obedece al
mandato de la vida.
(Por eso Goethe y Charlotte es una
historia, otra es la de Goethe y
Christiane; y todo ello se concentra en la
figura literaria de Fausto con Gretchen y con Helena de Troya. La Vida
es anterior a las ideas, superior a proclamaciones, manifestaciones, batallas
sangrientas, es más valiosa que ideales e ideologías. Pero el vasto mundo de
Goethe no cabe en este artículo).
Es patria vital constituida sobre libertad, respeto. Goethe ha localizado
este lugar del amor; desde su fantasía poética diseña para el amor una patria
que no es ni tricolor, ni bicolor, ni política. Es su respuesta a el grito de
la Revolución: “¡Vive le son du canon!” que se cantara también antes, en la
edad media: la Carmagnole, cante revolucionario de aquel otro tiempo.
Sin embargo, Klärchen – Clarita – canta a la vida, el amor es su patria.
Estoy convencido que esta frase de Goethe ha tenido una moderna aceptación:
El cine genial de Alain Resnais la resucitó en su película “Horoshima mon
amour” en 1959. Denunciando el fanatismo político como destructor de felicidad
entre dos amantes: el soldado alemán y la novia francesa, Resnais pone el dedo
en la misma llaga, la herida sangrante que separó a los europeos.
La voz de Klärchen, Clarita, no ha perdido actualidad y en 2017 la gana de
nuevo, bellos versos para memorizar.
friedrichmanfredpeter enero 2017
anavictoriaoeding
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