Breves notas sobre la serie de tallas en madera EL FAUSTO
(ilustración del texto de Goethe)
Todo comienza en el cielo. El Señor conversa con Mefistófeles, diablo de menor categoría, sobre el estado de la creación. Los ángeles cantan su Aleluya de siempre y que “todo va bien “. SanRafael
“El sol retumba a la vieja usanza
en el melodioso concurso de las fraternales esferas“
7/2008
Mefisto:
„Del sol y de los mundos no se decir gran cosa, yo sólo veo que los hombres se atormentan“
Indicando a Fausto como ejemplo: “¡A este me lo ganaré!“
El Señor acepta este reto con indiferencia sonriente
El Doctor Fausto
es un sabio alquimio, decepcionado por los resultados de sus esfuerzos como filósofo. Además, ha hecho profundos estudios de derecho, medicina y –desgraciadamente de teología también:
“y aqui me veo tan ignorante como antes.“
No cree posible que la ciencia alcance a revelar la verdad esencial del mundo. Su pesimismo no es personal, es existencial.
Así Fausto decide cometer suicidio.
Pero, escuchando las campanas de la noche de Resurrección de la fiesta pascual en el momento de beber el veneno, suspende la acción para otro momento más oportuno: “Escucho el mensaje, mas me falta la fe“
Sin embargo, durante el paseo del día siguiente, Domingo de Resurreción, en compañía de su fámulo Wagner le invade nueva esperanza: la naturaleza está resucitando también. El invierno se retira dejando el campo para las flores tímidas de la primavera:
“Libres de hielo están los ríos y arroyos por la mirada vivificadora de la primavera.“
Sin embargo, Fausto que no ve solución al aburrimento y a la depresión que le acosan se entrega a Mefisto que se había acercado a él:
“El más allá me preocupa bien poco, si logras completar mis aspiraciones.
¡Apostemos! Te llevas mi alma si logras satifacer mis ambiciones y deseos hasta que yo quiera retener aquelinstante que me ha visto feliz.“
“¡Trato hecho!“ le contesta Mefisto. “Y con una gota de tu sangre firma ahí.“
Ya Mefisto tiene licencia para llevarlo por el camino de la perdición.
Ahora Mefisto, vestido de Fausto, le da una lección llena de ironía y malicia a uno de los estudiantes: “Gris, caro amigo, es toda teoría, pero verde el dorado árbol de la vida.“
Mefisto como guitarrista en la famosa taberna Auerbachs Keller canta la copla burlona:
“Había una vez un rey que tenía una pulga“.
Esta pulga protegida por su Majestad tiene licencia para picar a los ciudadanos. Mefisto conoce las reglas de la sociedad civil bajo el poder absoluto monárquico. No es tan maligno como ilustrado y crítico.
Mefisto no duda un instante que esta apuesta la ganará él. El Fausto, rejuvenecido por artes de magia
se acerca a Margarita, una muchacha sencilla e inocente:
“Mi bella señorita, ¿puedo ofrecerle mi brazo y compañía?“
Mefisto le asiste – a regañadientes – porque tiene mujeres mucho más fáciles a su disposición. Inclusive siente compasión por la pobrecita que será engañada:
“Pobrecitas inocentes, ¡no hagais favores a ningún ladrón!, como no sea con el anillo puesto.“
El joven enamorado es peor que el diablo.
La desgracia de Margarita se cumple. Ha caido en la trampa del supuesto amor de Fausto y sufre soledad, persecusión social y finalmente el suplicio por haber eliminado el fruto de su amor...
Sin embargo, sola y abandonada expresa su amor idealizado en la canción del “Rey en Thule“.
“Reinaba en Thule un monarca,
paradigma del amor.“
Es la expresión poética de un amor sincero y del saber del final trágico: El rey es fiel a su amor hasta después de la muerte de ella. Cuando siente llegar la muerte, tira la copa – regalo de ella – al profundo mar. Nadie debe poseerla como herencia.
Mientras tanto, Fausto y Mefisto se divierten. Visitan el aquelarre que se celebra todos los años en la montaña del Brocken - montaña mágica rodeada de cuentos en el corazón de Alemania y los placeres vulgares le hacen olvidar toda responsabilidad en el caso de Margarita.
Mefisto no le deja casi respirar. Varias aventuras agotadoras esperan a Fausto. Su fámulo Wagner, heredero del laboratorio alquimista y de los conocimientos de su maestro, ha logrado fabricar la primera criatura artificial, Homúnculus.
Un logro inaudito de la ciencia humana. Pero Fausto no está satisfecho. Una horrible criatura sin alma humana acompañará a Fausto a partir de ahora.
Mefisto comenta irónicamente: “Y dependemos de las criaturas que hemos fabricado“
Mefisto introduce a Fausto en el ambiente del poder y del dinero.
Los cuatro reyes de la baraja le acompañan.
Sin escrúpulos se sirve del método dela violencia. Dinero y poder nunca le faltan.
Sin embargo, no encuentra satisfacción.
Mefisto hace posible el encuentro con Helena, mítica figura de Troya.
De este encuentro surge el mito de la eterna juventud. Vivir en el presente es completa felicidad.
Fausto participa y juega en todos los escenarios.
Sin embargo, el desafío de la apuesta con Mefisto no se cumple. Fausto no abandona el hastío, la tristeza y el aburrimento.
Mefisto empieza a aburrirse definitivamente y prepara otros métodos para engañarle. La preocupación, la gran dama negativa del destino se apodera de Fausto.
“Al que yo poseo, nada le sirve. ¿No viven todos los hombres como ciegos? -- ¡Pues Fauste, quédate ciego tú también!“ Ahora Fausto está ciego, será más fácil engañarlo.
Y Fausto, ciego, viejo y rico, comete su último crimen: Sus vecinos Filemón y Baukis le molestan. Son personas felices porque carecen de ambición y Fausto manda destruir esta felicidad.
Han pasado siglos desde el comienzo del drama: Fausto es viejo y ciego. Mefisto está cansado y harto de un servicio que no llega nunca a ningún fin. Fausto es el clásico capitalista explotando recursos humanos y naturales. Con gran esfuerzo Mefisto le ha hecho creer en el éxito de una empresa que pretende cultivar tierra conquistada al mar. Y Fausto por fin – al no ver el engaño – exclama lo que Mefisto deseaba oir:
“Ahora quisiera decir: ¡permanece, oh instante feliz!“
El grito de júbilo de Mefisto por creer haber ganado la apuesta es ahogado por un coro celestial. Y es Mefisto quien pierde. No puede resistir la tentación y persigue estos cuerpos celestiales que se le presentan. Los ángeles eróticamente le atraen.
El Fausto es salvado al fin. Sus esfuerzos e inquietudes son recompensados.
Para Mefisto todo queda claro, “aquí todo se acabó y es como si nunca hubiera existido.“
El Fausto de Goethe es una parábola de la vida. El lector como el espectador del drama podrá encontrar momentos de identificación con Fausto o con Mefisto o con ambos a la vez.
Manfred
Me alegra muchísimo ver publicada la obra plástica del filósofo, docente y artista Manfred Peter. Son esculturas que poseen un gran contenido, no solo literario, sino plástico. Lejos del academicismo y cánones a los que someterse, la escultura de Manfred nace de la mayor naturalidad y sinceridad posible. Normalmente, sus esculturas están concebidas en composiciones de varias piezas que actúan como elementos de una misma obra de teatro. Interactúan, sorprendentemente, con el espectador y les hace reflexionar mediante la palabra y la imagen. Algunas de sus obras se integran con la naturaleza, con verdadero interés. Estilísticamente, son esculturas expresionistas, propias del S.XX (de donde proceden). En cualquier caso, destacan estéticamente por su originalidad y personalidad en la creación, además de la riqueza de su contenido.
ResponderEliminarSólo puedo animar al amigo Manfred a que siga tallando y escribiendo sobre la materia plástica, sin reparos en no poseer formación especializada de la técnica. Es un escultor libre que descubre, encuentra y aborda el arte con una sensibilidad e ilusión que no requiere de mayor formación. Mucho tenemos que seguir aprendiendo de esta excelente persona y desconocido artista.