Mientras Mathias Claudius, el pequeño maestro rural,
publica sus versos y los comentarios personales y críticos, no se queda atrás
el filósofo en la lejana ciudad de Königsberg que dedica un ensayo al tema de
la nueva era: ¿Qué es la Ilustración?
Imanuel Kant contesta en breve así: “Es la salida del hombre de la
dependencia.“
Dependencia, así explica, existe en múltiples formas y
se presenta de la más variada manera. Todo lo que impide el libre desarrollo
del juicio propio autónomo e independiente debe ser considerado un obstáculo,
una obstrucción de la vocación del ser humana a la libre autonomía. Esto
significa, para hablar en la metáfora preferida de la época, permanecer en la
oscuridad. La humanidad, sin embargo, está llamada a vivir en la luz, la luz de
la razón, de la Ilustración.
¿Vivimos ya en un siglo de la Ilustración? pregunta y Kant y contesta:
“No vivimos
todavía en un siglo ilustrado, pero nuestro siglo va en el camino hacia ella.
En este sentido es el Siglo de la Ilustración.“
- ¿Y de la guerra qué nos dice, maestro ilustre?
E Imanuel Kant habría sacado la sonrisa pícara que
solía lucir en conversaciones así:
- Conozco a un solo señor en el mundo, nuestro Rey
Federico, quien dice: Piensen y crean lo que quieran, pero paguen sus impuestos. “¡Razonen tanto como quieran, pero
obedezcan!“
- Entonces hay limitaciones de la libertad . ¿dónde
está la autonomía?
E Imanuel Kant sacaría otra vez la sonrisa filosófica
:
- Hacer uso de la razón en público es libre en todo el
reino y esto traerá inevitablemente el progreso hacia la Ilustración. Usted
mismo, querido amigo, está ya pisando el terreno de la libertad.
Efectivamente el rey no para de sorprender a los
observadores:
el año 1779 - diez años antes de la Revolución
Francesa - publicó la siguiente sentencia dirigida a un juez:
„Debe usted
saber que el más humilde de los campesinos y, más aun, el mendigo es tanto
persona y humano como la misma Majestad y le corresponde justicia, porque ante
la ley todos somos iguales.“
El publicista Karl Heinz Bohrer no lamenta la
desaparición de Prusia como estado, sino la ausencia del paradigma prusiano en
las principales manifestaciones públicas
políticas y culturales como el arte,
la arquitectura y la literatura del país.
“No importa que yo viva, importa que yo cumpla con mi
deber.“
Esta frase del rey Friedrich II parece estar ausente
en la vida social.
Es cierto que el nazismo se podìa servir de virtudes
de la antigua Prusia porque se prestaban para abusos.
Sin embargo, Bohrer considera que eran estas mismas
virtudes que habrían hecho posible el derrocamiento del nazismo desde la
oposiciión, si hubiese habido colaboración desde el exterior por los aliados,
si ellos no hubiesen actuado ciegamente con el proyesto de destruir el poder
alemán desde la raíz.
Así, a la oficialidad prusiana no le quedó otra
alternativa que de sacrificarse en un intento de atentado y golpe de estado
lleno de fatalismo y heroicidad.
Con el lema del rey “¡Coûte que coûte!“ se enfrentaron
a la cúpula nazi y perdieron. Su actitud nunca ha encontrado el aprecio unánime
de los demócratas alemanes. El carácter prusiano de estos hechos los
descalificaba ante los ojos críticos de una generación dedicada a democratizar
Alemania desde las bases. Pero Bohrer piensa que establecer la democracia no es suficiente. La República de Berlín no
puede existir con total negación del paradigma de Prusia.
Por eso queda la pregunta: ¿Qué haremos los herederos
con nuestra herencia? ; ¿es justo enterrarla en la misma tumba donde reposan
Hitler y compañía?
Manfred
7/2008
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