miércoles, 23 de julio de 2008

El Mito de Prusia (14): El proletario rebelde

1. ¿Quién era FW?

Friedrich W nació en el año 1.878, era carretero y trabajaba en numerosas fincas grandes de la provincia prusiana de Sajonia. Había conocido a Eva durante el trabajo. Ella era oriunda de Polonia y había venido en busca de trabajo en una de estas grandes explotaciones agrícolas. Así hacían muchos hombres y mujeres del este para realizar labores. En su gran mayoría, estas explotaciones de grandes dimensiones tenían como propietarios a aristócratas, los Junker.

F W tenía siete hermanos. Todos ellos desaparecerán en los diferentes frentes de la primera guerra mundial. Él había hecho su servicio militar en un cuartel del ejército prusiano en Alsacia. Había sentido la aversión y el rechazo de la población alsaciana contra los hombres en sus uniformes prusianos, símbolo de la ocupación de Alsacia después de la guerra victoriosa de Prusia sobre Francia en 1.871. La vida monótona del cuartel, el encuentro con los otros soldados, lo habían transformado en un revolucionario. Se consideraba socialdemócrata, justo lo contrario de lo que pretendía aquel servicio militar prolongado: educar a los hombres jóvenes a respetar la tradición y al joven monarca, el Kaiser Wilhelm II.

FW regresaba, hecho un rebelde y un decidido defensor de los derechos de la clase obrera. Llevaba bigote y sus ojos azules brillaban al hablar de aquel mundo nuevo que debía nacer sobre los escombros del pasado. Era un hombre decidido que se enfrentaba con frecuencia a sus respectivos patronos. En el pequeño pueblo de Zschortau, Eva y él se casaron y pronto nació su primer hijo, Friedrich o Fritz lo llamaban, igual que el padre. Sin embargo, no vivieron mucho tiempo en este lugar, ni en los siguientes, porque FW tenía un carácter fuerte que no toleraba un trato injusto de parte de superiores.

Eva, humilde y callada, vivía a su lado. Era morena, de ojos oscuros, con aspecto frágil. Hablaba con un hilo de voz que casi no se le oía. Poco a poco dejó de usar su lengua nativa. FW no hacía ningún esfuerzo por acercarse en este sentido a ella. Él hablaba en alemán claro y preciso, casi sin cadencia dialectal y ella se amoldaba a él.

¿Tenía la pareja la bendición de la iglesia evangélica local? FW era indiferente en cuestiones de religión. Nacieron ocho hijos, casi todos en distintos pueblos, porque FW no aguantaba lo que los trabajadores del campo tenían que soportar: las horas prolongadas de trabajo, el trato brusco y la soberbia o la prepotencia de los que mandaban. De ocho hijos que tuvieron, sólo llegarán cuatro a la edad de adultos.

No era una familia normal y corriente. Sobre todo, cuando las noches se hacían largas y los días fríos y oscuros. Entonces FW sacaba la escopeta de detrás del ropero y se iba a la caza furtiva, violando así el privilegio de la nobleza local.

En realidad, ni siquiera trataba de esconder esta actividad ante la gente de su clase. Con risas y orgullo comentaba que “aun no ha nacido quien me pille“ y que él le quitaba trabajo al barón. En realidad, FW había nacido para ser un señor. Un señor sin tierras, ciertamente. Sus únicos vasallos eran los miembros
de su familia. Todos los domingos solía tenderse en el sofa. Los hijos le quitaban antes las botas, y le daban masajes en los pies y luego le ponían las pantuflas. Entonces solía encender un puro con mucha precaución y esmero para terminar diciendo después de inhalar el humo: –¡Esto sí es vida!¿Dónde estaba su credo socialdemócrata en estos momentos de comportamiento señorial?

FW por fin abandonó las labores del campo. En los años antes de la guerra había logrado un cambio importante. Se había colocado en una imprenta en Bitterfeld. Su carro ya no llevaba patatas o remolachas. Ahora eran papeles y libros. De los restos desechados de la imprenta, FW reunió poco a poco una
biblioteca pequeña que ocupaba varios estantes y empezaba a transformarse en un lector. Parecía que siempre estaba leyendo. Cuando tenía que esperar en alguna parte, se le veía leyendo, sentado en lo alto del carro. En su casa se encontraba la obra completa de Ferdinand Lassalle.

Su jefe, el propietario de la imprenta, en el fondo, no podía quejarse de FW si no hubiese sido por su credo político que no trataba nunca de disimular; se parecía a un auténtico campesino con una inclinación hacia utopías fantásticas. La gente de su entorno lo consideraba un personaje extraño. Frecuentemente le buscaban para que interviniera en un conflicto laboral y él no se negaba, ganándose la aversión y el odio de gente de buena posición de la ciudad. Sin embargo, y debido al empleo fijo que había encontrado, la familia había puesto pie firme sobre la tierra, había comprado una casa vieja en un pueblo vecino de Bitterfeld y allí vivió hasta su muerte.

Pero ahora, en agosto de 1914, FW se iba a la guerra. En lugar de acarrear papel y libros con su carro de caballos, ahora le tocaba arrastrar cañones de artillería. Lo hizo de mala gana como muchos socialistas que no eran pacifistas porque aun creían en la revolución armada. Además, el enemigo común era el Zar, el más odiado de entre todos los terratenientes del mundo. FW nunca hablaba de aquella experiencia terrible, de muerte y sufrimiento, tanto de los hombres como de los animales, quería a “sus caballos“ que ahora eran
literalmente nada más que carne de cañón. No sabemos nada de FW en los diferentes escenarios de la guerra. Se supone que fue un buen soldado y parece que nunca vio a ningún enemigo ruso en combate. Sólo los vio muertos, los otros y los suyos, en largas hileras, pedazos de uniformes marrones o grises y los caballos, despedazados, defigurados.Y entre esta hecatombe también se encontraban todos sus hermanos. Todos ellos muertos y hechos pedazos, reposando entre cadáveres rusos y alemanes. Nicolás de Rusia y
Guillermo de Prusia estaban lejos. La realidad no tenía nada que ver con aquellos primos dinásticos, pero enemigos en guerra. La guerra era de los que se llamaban Fritz e Iván, metidos en sus uniformes sucios y deformados. FW siempre pensaba: –¡Yo sobreviviré, a mí no me toca! Nunca dudó de ello.

2. ¿Cómo se rebeló?

Sobrevivió 
la 
gran 
guerra 
y 
en 
el 
año 
1.919 
regresó 
a
 su 
pueblo,
a 
su 
familia 
y enseguida empezó a desarrollar una intensa actividad política. El que había preferido la soledad, ahora buscaba el público para extender su mensaje. Mucha gente se extrañaba viendo la transformación de este hombre. Había llegado su hora. Era esta la hora del profeta que sale de la sombra, de un anonimato pasivo, para pisar la luz del escenario público. La historia ha visto muchos casos similares. Se creía con pleno derecho de actuar así y esto era el secreto de su éxito. Su arma era la credibilidad. Con paciencia y dedicación explicaba a quien lo quisiera escuchar, que la socialdemocracia había fallado y ahora era comunismo la alternativa, y presentaba esta opción como un título de nobleza. Según él, ya no se trataba de modificar un régimen vencido, sino de
reemplazarlo por una forma de gobierno totalmente nueva:

–¡Otro mundo ha de nacer! Tenemos que seguir la ruta que trazó la gran Revolución de Octubre, sin imitar sus excesos, decía y levantaba el puño.

Estos excesos en Rusia, decía, eran debidos a la herencia bruta e incivilizada del régimen anterior en un país semiasiático. No tenían por qué repetirse en un medio como el prusiano, tan admirado por el mismo Lenin por su alto nivel cultural y administrativo. Nadie sería fusilado en una revolución a la alemana. Ysi había armas, estas serían usadas para defensa de la revolución y nada más. También advertía que la revolución no podría hacer que lloviera maná del cielo.

–¡Somos pobres y seguiremos siendo pobres durante mucho más tiempo! No sabemos todavía lo que nos impondrán nuestros vencedores, lo cual no será poca cosa.

El hombre callado de antes, de la noche a la mañana se hizo el personaje más conocido en toda la comarca. FW presidía todas las reuniones y mitines.

Si echamos una mirada al pasado abriendo el libro de la historia de la región de Sajonia, encontramos que FW disponía de mucha compañía. El libro contiene numerosas imágenes que parecen haber resucitado en esta nueva situación. Esta era la tierra de la Reforma y de la agitación campesina, de los sermones
de Lutero e himnos de Thomas Münzer y de los campesinos exaltados. Si el viento era favorable, se podían oír las campanas de la ciudad de Wittenberg. Cuatrocientos años antes habían ardido aquí las casas señoriales y “Adán el labrador y Eva la tejedora“ habían intentado vivir sin gentilhombres y canónigos. Habían enarbolado la bandera con el arco iris para declarar desobediencia a sus señores feudales. “Todo el poder para los comités“, así estaba escrito con letras grandes y rojas sobre la pared del ayuntamiento que el polvo del carbón había teñido de un color indefinido.

–Ahora vienen, decía la gente. La escena tenía algo de teatral. Y vinieron. Era un día maravilloso de primavera. Los ceresos estaban en flor y el aire olía a pistachos. El pequeño grupo había tomado el camino directo. Uno de los muchachos llevaba la bandera. En medio iba FW muy derecho y dispuesto a ocupar el escenario. Así, en formación se movían al compás con el tambor. Entraron por la puerta grande del palacete que el barón les había dejado abierta. Subieron al salón donde el barón los esperaba.

Y habrá ocurrido así:
–¿Fritz, qué quieres con estos compinches?
– ¡Se acabó el gobierno de los Junker!
–¿Quién dice esto?
– Nosotros, que éramos siervos y criados.
–¿Y quién autoriza esto?
- Aquí tienes la resolución de los comités de la comarca.
Con esto se dirigió al que llevaba la bandera:
–¡Sube arriba y colócala sobre el tejado!

Así se hizo y desde lejos las gentes del pueblo contemplaron la bandera roja sobre el tejado del Junker.
El barón permaneció mudo y FW se dirigió a los suyos:

–No toleramos a los Junker. Pueden convivir con nosotros, pero cumpliendo nuestras leyes. Ahora el barón contestó:
–¡Fritz, estás cometiendo un error y te arrepentirás!
–No te preocupes de mis errores– contestó éste.

Naturalmente, todo eso fue un episodio que ocurrió en el año de convulsiones de 1.919. Poco después volvió la reacción y se restableció el orden tradicional en los pueblos. Pero esto es de otro contar.

Friedrich W. Peter era mi abuelo.

Manfred
7/2.008

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