Una Muerte
‘mágica’
“-¿Qué es esto? - preguntó Hans Castorp.
- Esto es la copia mecánica de la dentadura con la que muerde una serpiente de anteojos – contestó el doctor Behrens.
- Usted parece que no entiende – agregó cuando vio la mirada de extrañeza que Castorp sobre el instrumento.
- Esto aquí son los dientes, del todo no son macizos, un canalito fino los atraviesa; la apertura se percibe en la superficie. Naturalmente estos conductos también están abiertos en el fondo de raíz de los dientes y de ahí se comunican con la válvula que se encuentra en medio. Cuando muerde, los dientes ejercen una leve presión sobre el recipiente de reserva y en el mismo momento cuando los dientes penetran en la carne se inyecta la dosis mortal que penetra en la circulación de la sangre. Es muy sencillo, hay que tener ingenio; probablemente él personalmente lo mandó a fabricar. –“
- ¡Seguramente! – contestó Hans Castorp.[i]
(Thomas Mann, La Montaña Mágica)
En el sanatorio ‘Berghof’ suizo, escenario de ‘La Montaña Mágica’, la muerte está omnipresente transportada por la tuberculosis pulmonar. De eso nadie se escapa, pero hay excepciones. Una es la de Mynheer Peeperkorn(Peeperkorn es Pimienta), rico empresario neerlandés. Desde la colonia holandesa de Batavia, la actual Indonesia, trajo dinero y las enfermedades que le habrán de matar: La tuberculosis y la malaria.
Le acompañan: la amante rusa, Madame Chauchat, un misterioso criado hindú y el instrumento arriba descrito por el director del sanatorio. El doctor Behrens no esconde su admiración por el ingenioso invento de su paciente y por la valiente decisión tomada. Y eso, a pesar del fracaso obvio de su arte médico. Behrens es muy consciente de las limitaciones de su oficio y Thomas Mann-narrador le admira por ello: el médico no es el dueño de los cuerpos de sus pacientes.
Mynheer Peeperkorn se despide muy discretamente de este mundo. Horas antes nadie habría adivinado que poco después estarían en presencia de un muerto. Peeperkorn invitó a los amigos a visitar una catarata de agua cercana al sanatorio; bebe algunas copas de vino, se dirige a la ruidosa caída de las aguas del arroyo, le brinda y le habla al agua – ¿Qué dijo? -- Nadie lo pudo escuchar. Luego le recomienda su amante al amigo Hans Castorp y se retira a su habitación.
Y horas después se abre la puerta ante un escenario cambiado: el criado vestido a la manera oriental, tácito y concentrado, unos doctores serios y admirados y los visitantes que en el fondo para nada están sorprendidos. No hay llantos, ni expresión de luto.
Lo que pasó tiene una dimensión estética, sencilla, consoladora.
“El muerto a la sepultura y el vivo a su hogaza”, dijo Don Qujote.
-Mynheer, mis respetos! - digo yo, el lector.
¿Y Thomas Mann? - ‘Todas las historias tienen su fin’ – dijo.
friedrichmanfredpeter junio 2018
edición anavictoria
[i]“Was ist das?” fragte Hans Castorp.
“Das”, antwortete Behrens, “ist eine organisierte Injektionsspritze. Oder, anders herum aufgefasst, eine mechanische Kopie des Beißzeugs der Brillenschlange. Sie verstehen? --- Sie scheinen nicht zu verstehen”, sagte er, da Hans Castorp fortfuhr, benommen auf das bizarre Instrument niederzublicken. “Das sind die Zähne. Sie sind nicht ganz massiv, sie sind von einem Haarrohr, einem ganz feinen Kanal durchzogen, dessen Austritt Sie hier vorn etwas oberhalb der Spitze deutlich sehen können. Natürlich sind die Röhrchen auch hier an der Zahnwurzel offen, und da kommunizieren sie mit dem Ausführungsgang der Gummidrüse, der in dem elfenbeinernen Mittelteil verläuft. Beim Zubiss federn die Zähne estwas seitwärts, und üben auf das Reservoir einen Druck, der den Inhalt in die Kanäle prest, so dass in dem Augenblick, wo die Spitzen ins Fleisch fassen, die Dosis auch schon in die Blutbahn schießt. Es ist gan einfach, wenn man es so vor Augen hat. Man muss nur darauf kommen. Wahrscheinlich ist es nach seinen persönlichen Angaben hergestellt.”
“Sicher!”, sagte Hans Castorp.(Thomas Mann, Der Zauberberg, Ffm 1958)
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