miércoles, 13 de junio de 2018

AGOSTO de 1914

 Testimonio del soldado alemán Adam Kober 

-- nació el 17.08.1892 en Thulba – Alemania, murió el 29.04.1918 en Rennes, Francia en el hospital militar francés.
Su hermano Egid cayó el primer día de la guerra como pionero en Francia. Sus restos nunca fueron encontrados. Sus hermanas eran Philomena, Rosalia y Bertha;  yo, Friedrich Manfred Peter soy el nieto de Philomena.
(El diario le fue enviado junto a demás pertenencias personales a mi abuela Philomena desde hospital militar francés después de la muerte de Adam debido a las graves heridas recibidas durante la última fase de la guerra en Flandes.)

                                                    
                   “Movilizados:El Emperador nos llamaba y nosotros obedecíamos.El dos de Agosto de 1914 nuestro tren se puso lentamente en marcha en medio de los aplausos y el júbilo de una gran masa humana aglomerada en la estación de Bamberg. El viaje duraba 23 horas a través de los campos verdes y trigales de color de agosto. Paramos en muchas ciudades hasta llegar a Lorena donde nos acomodaban en la ciudad de Morhange. Nos quedaron ocho días en este lugar pacífico y después seguíamos a Fonteny y Oron. El 17 de Agosto nos mandaron a socorrer la Tercera División Bávara.
  Era de madrugada cuando nos acercamos a un bosque y se nos ordenó colocar las bayonetas. En este momento ya volaron disparos sobre nosotros. Logramos destruir una unidad enemiga y avanzábamos a un campo abierto sembrado de avena donde se había hecho fuerte la infantería enemiga. Recibimos un intenso fuego de fusilería y muchos cayeron, pero los arrollamos y el día 22 cruzamos la frontera cantando. Pudimos avanzar sin encontrar resistencia hasta el 24 cuando unos aviones enemigos nos sobrevolaron. Ya nos temíamos algo gordo, y efectivamente cerca de Bleuville nos cayeron los primeros impactos de la artillería pesada francesa. Teníamos que cruzar el río Meurte para tomar el poblado que se encontraba enfrente. El único puente estaba destruido. No veíamos a ningún enemigo, pero la muerte y la destrucción masiva estaba regada entre nosotros. Eran los cañones de las fortificaciones de Nancy.


Veíamos llegar la muerte; la única protección era la cuneta, en la carretera; y ahí tuvimos que permanecer hasta que nuestros pioneros construyeran un puente provisional. Eran estas horas de espanto. Los gritos y lamentaciones de los heridos, los cuerpos despedazados por todos los lados nos horrorizaban. Muchos cadáveres de nuestros pioneros flotaban sobre el agua del río”.( Entre estos – probablemente su hermano Egid Kober ) “Pero por fin pudimos cruzar en medio del humo y de las explosiones. Durante las noches del 24 al 25 de Agosto hicimos todo lo posible para protegernos lo mejor que pudimos; al amanecer llegaron nuevamente los aviones y pronto comenzó la labor destructiva de la artillería enemiga. Los nuestros respondieron, pero ante la superioridad enemiga nada pudieron hacer para cubrirnos. Se retiraron y solos tuvimos que hacer frente durante toda la noche siguiente a los avances de la infantería francesa. Ellos veían nuestra debilidad y atacaban. No cedimos porque nos prometieron refuerzos de artillería pesada de Sajonia. Iban a llegar a las once, pero se hicieron las tres, las cuatro y las cinco y ningunos Sajones estaban a la vista. Nuestras bajas aumentaron y no hubo más que hacer que retirarnos. Por fin tocaron la retirada; pero todo el terreno estaba cubierto de denso humo. No se veía nada. Nos costó un esfuerzo increíble pasar otra vez por el puente. En esa situación se produjeron todavía más bajas. Sin embargo, en medio del caos registrábamos las alforjas de los caballos muertos y las mochilas de los muertos buscando algo de beber.

Creíamos morir de sed. Finalmente me encontraba de nuevo con otros más de los compañeros junto a un arroyo pequeño de aguas sucias. Todos bebimos tirados en el suelo. Entonces volví en mí y comencé nuevamente a pensar, en María, en mis padres y hermanos. Si me hubieran visto así, como llorarían y denunciarían a los responsables de esta desgracia. A nosotros ya nos daba todo igual. Habían terminado con nuestras vidas.
Entonces se presentaron algunos oficiales que nos pusieron en fila. Así pudimos darnos cuenta de que de lo que había sido de nuestra segunda compañía, no quedábamos más de veinte hombres.
¿Qué comeríamos ahora? Llevábamos días sin probar nada. En un pueblo cercano encontramos lo que buscábamos. Las casas estaban todas cerradas. No había nadie. Nosotros cogíamos solo lo que necesitábamos, lo repartimos y poco a poco comenzamos a sentirnos felices. Habíamos quedado con vida y comenzamos a olvidar lo que nos había pasado. “ 
(Notas del diario de Adam Kober, quien fuera soldado alemán / bávaro, posteriormente sargento)

Adam, aquí cerraste tu diario. Hay muchísimas anotaciones más que en letra cada vez más pequeña, casi se pierden. Hay una nota sobresaliente en letras grandes: Vacaciones 23 de Ag. hasta 5 de Sept. de 1915. Anotaste todas las estaciones de este viaje, todas las paradas del tren. Pocas personas habrán viajado más intensamente para vivir cada momento de este rato de libertad provisional.
Las sombras de la historia han cubierto tu vida como la de otros millones más. Tu destino no ha sido espectacular ni sensacional.  Yo creo que tenías la capacidad para contar lo que te sucedía y pienso que te ha cubierto un manto de la resignación. 
Sin embargo, tu sensibilidad ante los sucesos crueles que te rodearon me impresiona y me causa respeto pensar en tus 24 años.

Personajes muy famosos de la época se destacaron a través de una actitud totalmente contraria:
Thomas Mann opinaba que la guerra era necesaria y útil porque marcaba una cesión en el tiempo para la humanidad que debería reflexionar sobre las verdades esenciales de la vida. Otros autores vieron nacer una Europa rejuvenecida y guerrera. Ellos vieron asomarse el Superhombre nietzscheano de entre los escombros. El filósofo Martin Heidegger pudo dedicarse a elaborar su tesis de habilitación tranquilamente sin ser interrumpido por los inconvenientes de una guerra que le dejaba indiferente. Cuando se encontró frente a la orden de reclutamiento se enfermó, finalmente logró conseguir que su servicio militar fuera asignado primero como censor de cartas dirigidas al extranjero y posteriormente como meteorólogo. Del meteorólogo militar dependía el empleo de gas mortal en el frente contra Francia.

“La Gran Guerra” como la llaman los franceses, la catástrofe inicial del siglo XX se había llevado millones de vidas como la tuya. No has conocido las consecuencias de esa autodestrucción de Europa, consecuencias que duraron cien años. La muerte en masa, la orgía de violencia contra humanos, considerados simplemente material bélico, había comenzado y nietos y bisnietos sufrirían aún más de lo que había iniciado el primer tiro de fusil en 1914. 
Sin embargo, Adán, te admiro. No fuiste oportunista, ni has caído en la red de engaño que a tantos contemporáneos tuyos les pervertía la razón.
 Y no te digo Adiós porque sé que de alguna forma misteriosa tienes existencia de la que sólo me llegó una pizca de noción a través del diario que me dejaste.

friedrichmanfredpeter 4.6.03 y junio 2018
       edición anavictoria




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