miércoles, 13 de junio de 2018

¿Trump 0 Bismarck?


                                                ¿Trump o -- Bismarck?
(Los recientes eventos alrededor de las diversas reuniones del sr. Trump americano con líderes del mundo me motivaron a releer algunos textos del canciller alemán Otto von Bismarck. Y… ¡sorpresa! … encontré un pasaje ideal para consolarme ante la sinrazón del moderno alborotador oficial.)

“Los que han vividoen este tiempo entre confrontaciones políticas conocen por experiencias que los hombres partidistas suelen abandonar las reglas de las buenas costumbres cuando luchan por sus principios. Estas mismas personas se sentirían disgustadas por actos y lenguajes de brutos en otros ambientes que no fuera la política o religión. Porque en sus vidas privadas mantienen el honor y la decencia que en el discurso público no practican; pues, pretenden que ‘salus publica suprema lex’[i]sea plenamente justificante para el discurso vulgar y exagerado con el que quieren apoyar intereses partidistas que identifican con los de la patria. Respetar el honor y la buena educación para ellos es relativo, piensan que la lucha partidista exige nuevas reglas tales como las usuales contra enemigos en una guerra. La irritación y la exageración aumentan aún más porque en el discurso político o religioso no existe autoridad que pueda comprobar la veracidad de las proclamas. Para quien es un ‘no confesional’ no existe ningún tribunal capaz de demostrar qué programas y metas presentados en contraposición son ciertos y cuales no; lastimosamente sólo así se podría cerrar una discusión política.”[ii] (Otto von Bismarck, Reflexiones y Memorias)





                                         



Otto von Bismarck –  fue un ‘escritor ‘claro y esclarecedor– sin duda. ¡Lean este breve comentario que hizo sobre su experiencia parlamentaria! ¡Qué dominio de la lengua alemana! Bismarck sabía hablar, escribir  y pensar en alemán, en francés y en ruso; logrando convencer como político, estadista que provoca controversias hasta el día de hoy.
El dominio de la palabra era su esencial, tal vez la clave para sus éxitos que para unos son méritos, para otros son provocaciones. El primer ‘Canciller’ alemán vivió enfrentado a un mundo complicado, sin embargo, en su mente lograba sintetizarlo y reducirlo a marcas vitales para construir sobre estas sus éxitos.
 Un gran ‘Escéptico’ un ‘No Creyente’, un imposible “confesional” que apoyaba la monarquía por necesidad y no por amor; confiaba su simpatía hacia el adversario político cuando en el fondo estaba atormentado por dudas e inseguridades; desconfiando del pueblo, logró ser venerado por este mismo, tanto que los monumentos – Bismarck en piedra y bronce-  cubren la República que al parecer le ha olvidado, ya que nadie le cita. Sus sarcasmos son proverbiales: cuando durante la Revolución del año 1848 ‘sus campesinos’ se presentaron armados para defender a su ‘Junker’ aristócrata contra la revolución cercana, Bismarck les ordenó seguir en sus labores, hizo colocar la bandera blanco y negra con el aguilucho prusiano en el tejado de ‘su casa’ y exclamó: ¡Vencerá! Y así fue. 
A Los que hoy veneramos han sido sus enemigos políticos.
¿Qué podemos aprender de él?
--¡Nada!
¿Por qué entonces acordarnos de él?  
Porque se busca un político ‘escéptico, no creyente (en ninguna ideología), pragmático, elocuente,  tolerante e inteligente’ para reemplazar al que nos tiene aburridos:  
¡En qué miserable y deplorable estado hemos caído!

friedrichmanfredpeter   junio 2018
      edición anavictoria


[i]‘salus publica suprema lex’ – bienestar/interés público es la ley máxima.

[ii]Otto von Bismarck, Gedanken und Erinnereungen, Zweiter Band, Kap. 9; projekt Gutenberg – DE.
Jeder, der heutiger Zeit in politischen Kämpfen gestanden hat, wird die Wahrnehmung gemacht haben, daß Parteimänner, über deren Wohlerzogenheit und Rechtlichkeit im Privatleben nie Zweifel aufgekommen sind, sobald sie in Kämpfe der Art gerathen, sich von den Regeln des Ehrgefühls und der Schicklichkeit, deren Autorität sie sonst anerkennen, für entbunden halten und aus einer karikirenden Uebertreibung des Satzes salus publica suprema lex die Rechtfertigung für Gemeinheiten und Rohheiten in Sprache und Handlungen ableiten, durch die sie sich außerhalb der politischen und religiösen Streitigkeiten selbst angewidert fühlen würden. Diese Lossagung von Allem, was schicklich und ehrlich ist, hängt undeutlich mit dem Gefühle zusammen, daß man im Interesse der Partei, das man dem des Vaterlands unterschiebt, mit anderm Maße zu messen habe als im Privatleben, und daß die Gebote der Ehre und Erziehung in Parteikämpfen anders und loser auszulegen seien, als selbst im Kriegsgebrauch gegen ausländische Feinde. Die Reizbarkeit, die zur Ueberschreitung der sonst üblichen Formen und Grenzen führt, wird unbewußt dadurch verschärft, daß in der Politik und in der Religion Keiner dem Andersgläubigen die Richtigkeit der eignen Ueberzeugung, des eignen Glaubens concludent nachweisen kann, und daß kein Gerichtshof vorhanden ist, der die Meinungsverschiedenheiten durch Erkenntniß zur Ruhe verweisen könnte.

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