Ja, wir sind verloren
- estamos perdidos
“Quiero decir que la guerra está perdida, pero eso significa mucho más que una campaña militar perdida; significa que NOSOTROS estamos perdidos, perdidos están nuestra causa y nuestra alma, perdida la fe y perdida nuestra historia entera. Alemania se acabó, todo terminará en un hundimiento indescriptible, económico, político, moral y mental; un desastre completo se anuncia. Yo no quisiera haberlo deseado, profundas son mi compasión, mi lamento y misericordia con ese pueblo desgraciado. Y tengo presente el renacer popular de diez años antes, aquella entrega a ciegas, un frenesí santo en apariencia entre signos de falsedad, mucha cruda brutalidad y asesina mezquindad. ¡Cuánto placer por violar, maltratar y humillar en medio de todo eso! Todos sabíamos que así las cosas, la guerra ya se estaba preparando, toda esa guerra – eso me oprime el corazón. ¡Tanto derroche de fe, entusiasmo y alto afecto histórico que se vivió! Y ahora desperdiciados en una bancarrota sin igual!
¡NO! no, yo no quisiera haberlo deseado. Pero tuve que desear que eso sucediese.”[i]
(Thomas Mann, Doktor Faustus)
Así hablaba Serenus Zeitbloom, narrador en la novela de Thomas Mann.
¿Por qué “tenía que desear esa desgracia derrota y destrucción” para Alemania?
Desde el exilio, Thomas Mann podía observar cómo la ‘Guerra Alemana’ alcanzaba cumbres patológicas. No solamente lograba doblegar la resistencia en Europa Central, también devastó amplias zonas de Europa oriental. La ‘Luftwaffe’ había bombardeado ciudades desde Guernica, Varsovia, Rotterdam y Canterbury con efectos de destrucción masificada; se presentaba esa acción como nueva arma de destrucción de dimensiones desconocidas hasta entonces; ni hablar del terror contra la población civil en los territorios conquistados por la ‘Wehrmacht’, con eso sabemos completamente lo que significa el término ‘der totale Krieg’- la guerra total - que Goebbels usó en su famoso discurso en el Palacio de los Deportes en Berlín.
Detrás de las líneas de la tropa combatiente en el este de Europa se había establecido un régimen de terror, único y bárbaro en los tiempos modernos; aquello ya no era la guerra sino la ejecución masificada de la demencial ideología nazi racista. Ciertamente nombres como Auschwitz o Maidanek no habían llegado a oídos de los tertulianos exiliados en California; tuvieron conocimiento de los Campos de Dachau y de Buchenwald, estos no lo pudo esconder la administración nazi de la mirada externa. Además, la mayoría de los amigos de Thomas Mann -tales como Horkheimer y Teodoro Adorno-fueron directamente amenazados de muerte.
Más tarde, cuando se desató la respuesta de los Aliados contra la Alemania Nazi, esa guerra moderna demostró su cara devastadora con igual o mayor intensidad. El caso de la destrucción de la hermosa ciudad de Dressden por bombas tradicionales británicas y americanas ha sido comparado con Hiroshima que sucedería poco después con una arma nuclear aun más fulminante, recién creada.
Esas orgías de la violencia no habían sido previstas por Thomas Mann y los suyos, tampoco las habrían deseado, pero finalmente tuvieron que desearlas. Así lo afirma el texto citado. Entendemos la terrible resignación del exiliado ante la tremenda realidad de estos eventos. ‘El pueblo desgraciado’ de los alemanes merecia también el gesto de compasión del exilado. Y en medio de este descalabro de una nación que se hunde, Thomas Mann ubica la figura del protagonista de su novela. El Doctor Faustus como símbolo de genialidad se hunde en su propio infierno. Así, el mito del Fausto es ampliado a toda la cultura alemana.
La familia Mann en este instante vive el apogeo de los tiempos. El hijo pródigo Klaus Mann, escritor como el padre, regresa como soldado a suelo alemán. En medio de la ruinas de la ciudad de Colonia, vistiendo uniforme americano representa el final del drama: ‘Hijo de Thomas Mann, homosexual y morfinómano; autor de la novela -que es como el eco del tema escogido por su padre- Mephisto , el nombre del diablo que seduce y acompaña a Fausto. Klaus Mann se suicidará unos años después.
Acabar en pesimismo y resignación parece se la única salida después de conocer todo esto. Sin embargo, Alemania ha sobrevivido:¿olvidando, ignorando?, ¿queriendo ser otra?
No lo sé.
Redacción: friedrichmanfredpeter junio 2018
Edición: anavictoria
[i]“Ja, wir sind verloren.
Will sagen, der Krieg ist verloren, aber das bdeutet mehr als ein verlorener Feldzug, es bedeutet tatsächlich, dass WIR verloren sind, verloren unsere Sache und Seele, unser Glaube und unsere Geschichte. Es ist aus mit Deutschland, wird aus mit ihm sein, ein unnennbarer Zusammmenbruch, ökonomisch, politisch, moralisch und geistig, kurz allumfassend, zeichnet sich ab. Ich will es nicht gewünscht haben, viel zu tief mein Mitleid, mein jammervolles Erbarmen ist mit diesem unseligen Volk, und wenn ich an seine Erhebung und blinde Inbrunst, den vermeintlich reinigenden Neubeginn, die völkische Wiedergeburt von vor zehn Jahren denke, diesen scheinbar heiligen Taumel, in den sich freilich, zum warnenden Zeichen seiner Falschheit, viel wüste Roheit, viel Schlagetot – Gemeinheit, viel schmutzige Lust am Schänden, Quälen, Erniedrigen mischte, und der, jedem Wissenden unverkennbar, den Krieg, diesen ganzen Krieg schon in sich trug – so krampft sich mir das Herz zusammen vor der ungeheueren Investition an Glauben, Begeisterung, historischem Hoch- Affekt, die damals getätigt wurde und die nun in einem Bankerott ohnegleichen verpuffen soll. Nein, ich will`s nicht gewünscht haben – und hab es doch wünschen müssen –“(Thomas Mann, Doktor Faustus, Stockholm 1948, Fischer. S. 471)
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