viernes, 29 de julio de 2016

“We dropped´em down”…

Eso dijo estruendosamente y su voz temblaba aún por la alegría del triunfo que le causaba el recuerdo de aquel bombardeo sobre Frankfurt en el que participó en marzo de 1944 durante las noches iluminadas por mil fuegos sobre barrios enteros ardiendo como inmensas antorchas. El hombre, americano y entrado en años, ya había bebido algo más de la cuenta y nos encontrábamos en un bar de la ciudad de Barranquilla en Colombia. Era el año 1972 y yo ejecutaba una diligencia laboral propia de mi cargo.
 Habían pasado casi treinta años después de la guerra  cuando (teniendo como escenario  la barra del bar del Hotel del Prado) se miraron a los ojos el extripulante de  aquella "fortaleza volante"que era un avión bombardero de la segunda guerra y uno de los niños que en aquellas terribles noches estuvo con muchos otros chicos , temblando de miedo,  bajo el piso, acurrucados en nuestra guarida  en el sótano. Nosotros recibimos lo que él descargó. Pero nuestros sentimientos eran bien diferentes. No sé si a él también le invadiera entonces el miedo, porque la artillería antiaérea alemana, la Flak, no paraba de disparar sembrando muerte y destrucción  entre  la jauría de los atacantes.

Pero no me equivoco en mi percepción de ese hombre bombardero en aquel encuentro. Ese, encargado de tirarnos la carga letal, se alegraba muchísimo recordando su experiencia y  siguió celebrando con carcajada y tragos lo que a mí me había causado el mayor impacto en mi vida,  tanto …  que durante muchos años no pude escuchar explosiones, sirenas de ambulancias, etc. , sin entrar en pánico.





Recuerdo que lo dejé plantado con su vaso de güisqui en la mano, no respondí y no lo juzgo, porque debido a personas como él, ellos ganaron la guerra que merecían  ganar y nosotros teníamos que perder.
Durante los mismos recién iniciados años setenta encontré una foto en la prensa: un hombre entrado en años jugando con dos pequeños niños…sus nietos, tal se leía en el comentario de prensa. Aquel anciano, pensionista feliz era el mismo tripulante que descargó la bomba atómica sobre Hiroshima. Hasta entonces, hasta esas fechas en las que un periodista audaz reveló el secreto de su identidad, se había difundido la leyenda de que aquel hombre que había causado la muerte de cientos de miles de personas, vivía en un monasterio, dedicado completamente a la oración y a la vida contemplativa. ¡Nada de eso! el abuelo feliz vivía en armonía con sus vecinos, era amable y cortés, buen bailador gozando de la vida; y al periodista nada más le dijodijo : ”We did our job” y algo más así como “We dropped it down”. Eso precisamente hizo…dejar caer su carga mortal…ya está. El resultado lo conoció mucho después en la prensa. Él, además fue condecorado.
Todos nos enteramos años después del fin de la segunda guerra  que prisioneros de guerra alemanes habían sido espiados para escuchar sus conversaciones en los campamentos americanos de prisioneros. Se trataba de unidades de la SS y de la policía militar, alemanes sospechosos de haber cometido crímenes de guerra asesinando a prisioneros y a judíos. Ante la investigación de tales hechos y ante las pruebas contundentes solían repetir al  unisono durante sus interrogatorios:
“¡Das war Befehl!” – eso fue la orden – no tuvimos más remedio que hacerlo, guste o no.
Pero en privado y bajo el secreto silencio de la noche  quienes los espiaban escucharon otras voces: “Al principio sentí horror”, dijo uno, “pero luego me acostumbré y me gustaba”, admitiendo lo que el amigo confirmó; él también había sentido placer al decidir sobre vida o muerte y aún más, porque era tan fácil … bastaba apretar el gatillo.
El novelista francés Jonathan Littell en su obra "Les Bienveillantes" describe y explica esa supuesta "normalidad" al ejecutar tremendos crímenes: Hábitos creados, ambiente exaltado, costumbres de perversas secuencias repetidas cada día con apariencia de normalidad constituyen la base y el contexto propicio de las masacres de masas de judíos y de prisioneros. Un uniformado y simple ciudadano oportunista y medianamente inteligente fue capaz de transformarse en un asesino monstruoso, sin sufrir - al menos en apariencia - traumas que impidieran continuar una vida común y corriente; porque  el hombre no es un animal … es mucho peor!

En este orden de anécdotas reales de los criminales de guerra observemos ahora al jefe de todos los comandos nazi, Adolf Eichmann. Ante los jueces en Jerusalén se presentó como fiel servidor de la potestad suprema, pretendió ser un simple ejecutor de lo que otros, más importantes que él, decidieran. La observadora Hannah Arendt sigue  con máxima atención aquel proceso, lee detenidamente miles de páginas del interrogatorio y queda perpleja, a ratos irrumpe en risa: "Das war ein Hanswurst!" - fue un gilipollas.
La cuestión es: ¿Qué ha motivado a criminales como Eichmann para ser capaces de actuar como hacían, mandar a la muerte a millones de seres inocentes? Organizar toda una industria de la eliminación de enemigos y personas odiadas por sus convicciones, su fe o etnia. Desde la caza y detención de los que debían desaparecer,  al transporte complicado y su eliminación física, hasta el hacer desaparecer sus cenizas y borrar toda huella del crímen-- todo planificado.
¿Qué motivó a ese hombre a montar eso? Y Hannah Arendt llega a la conclusión de que todo ese mal tiene una sola causa: la banalidad de la personalidad del ejecutante. Eichmann era un individuo corriente y banal, imbécil como tantos que hay entre los seres humanos.
Durante su exilio en Argentina - logró escapar de la justicia más de 20 años - trabajó en un almacén de repuestos para automóviles: competente, atento y sonriente con los clientes cuando le pedían un favor. Un español que  conocí y quien trabajó con él en la misma empresa, me dijo que nadie nunca podría haber sospechado que aquel hombre  fuera un buscado criminal, un hombre "sin sombra" un don nadie.
Y para Arendt eso era claro: el mal tenía su orígen en la banalidad del autor, se forjó "la banalidad del mal", término que se inscribió en la historia: los más horribles crímenes son cometidos utilizando seres banales. Muchos investigadores han seguido esta línea de comprensión y así se desencadenó una polémica intensa sobre  el grado de responsabilidad de actores  como Eichmann.
Hannah Arendt sufrió del  hostigamiento y la persecución debido a un concepto que aun no ha quedado definido, resumen de malententidos. Hay que tener claro que nunca dijo que el mal cometido fuera banal y que la responsabilidad de los culpables debe ser relativizada. Con el término BANALIDAD sólo caracterizó el estado de ánimo y la naturaleza humana observada en los criminales que forjaron su autodisculpa, tal como si  jamás hubieran sido ellos los que actuaban sino que otros, personas y proyectos por encima de su rango y poder limitados lo ordenaron.

(Tal vez el pensar en alemán de Arendt hiciera mala jugagada, "Das Böse" no es simplemente "el Mal". Das Böse, género neutro en alemán, no es nada concreto, se refiere a la fuerza omnipresente, autónoma y abstracta, la fuerza negativa de raíz.  "Mal" comparado con eso es algo periférico, circunstancial.
Caracterizar de "mal" un crimen de dimensiones históricas sería en efecto "banalizarlo", sin embargo "böse" se refiere a maligno, pervertido. Todavía hoy no resulta clara la traducción del texto de Arendt. Escribió su informe en inglés pero lo pensó en alemán. Así la escuché recientemente en una entrevista recuperada para el ciberespacio.)

¿Y es aplicable eso al caso Eichmann? Hoy sabemos que Eichmann era ya un destacado antisemita antes del holocausto y la subida a la cumbre de la organización de la SS no fue casualidad, presentó méritos para conseguir eso; no fue cualquier persona, nunca fue un "SS - Mann" como otros.
Su empeño y su pasión fue hacer con perfección lo que estaba haciendo, causar el máximo daño posible al grupo humano que odiaba.  Testigos posteriores han manifestado que Eichmann, igual a Hitler, tomaban la derrota de Alemania como algo natural e inevitable, friamente calculada. Desde un principio supieron que Alemania perdería.
“Yo, mi guerra la he ganado”, habría dicho a colaboradores en privado. Este cinismo absoluto y la frialdad  revelan la presencia de "Das Böse"-  el mal, más que banal. Llamémoslo "das Böse", sin rodeos, porque está presente en todo acto perverso y también se asoma en eventos con fama de heróicos. Está interiorizado en nuestras mentes, nunca nos separaremos de él… pero solemos disfrazarlo buscando benevolencia y tapar el hecho que a través  del mal,  conseguimos sentirnos bien, importantes, fuertes, grandes, a ratos invencibles.
¡Qué condición tan lamentable es esa, la nuestra, la humana!

ALGUNAS PROPOSICIONES PARA HECHOS ACTUALES.



En la actualidad vivimos el acoso masificado de violencia ejecutada en nombre del así llamado Estado Islámico. Los malhechores que nos presentan los medios públicos suelen presentar todos lo que Arendt llamaba "banalidad". Pero entendemos que detrás de esta supuesta banalidad se encuentra un abismo de perversión, ahí está "das Böse". Los actores  ( los llamados hoy terroristas) saben muy bien lo que hacen, lo planifican durante largo tiempo en medio de amistades simpatizantes e estimulantes. Su apariencia de "lobos solitarios" engaña. Se saben conformes con el "espiritu del tiempo" actual. Inclusive actuan adelantando procesos evolutivos de una sociedad decadente y frágil. Son actores y a la vez son empujados por fuerzas ajenas a las que deben obediencia y a las que veneran profundamente. Están  - dicho claramente - a la altura del tiempo actual, viviendo esta presencia intensamente, tanto que no les importa morir en una hazaña que les satisface plenamente. Agregamos además la generalizada juventud e incluso adolescencia de los actores de esta nueva y moderna banalidad.
Un síndrome similar lo observamos efectivamente durante el ocaso del Tercer Reich. En ningún momento los actores Nazi proyectaron una forma de tregua o de compromiso negociado. Su guerra patética y absurda la ganaron para ellos mismos, solos en soledad;  que Alemania e innumerables personas sufrieran y perdieran las vidas no les interesaba. Así mismo actúa ISIS o DAECH o Estado Islámico.
Se  sienten propietarios de la máxima actualidad. No relativizan la moral política a sus necesidades como han hecho todos los revolucionarios de tiempos pasados; ellos están conscientes de estar por encima de toda moral, la dictan y la viven (en tremenda cercanía acciológica a la sinmoral nazi), buscan triunfar más allá de la realidad y de la razón.
Cada crimen cometido transporta un mensaje de triunfo, de victoria, de autoproclamación y es un acto de publicidad para ganar adeptos. Y estos no les faltarán, los consiguen facilmente y con cada noticia de atentado se multiplicarán.
Nunca Europa ha estado ante un reto de esta categoría. La semilla está echada para brotar en medio de nosotros mismos. La masa popular en Francia y Alemania no comprende lo que está pasando, y eso es muy peligroso porque se acerca a falsos profetas y a remedios de engaño. Nadie tiene un remedio para prevenir y contraatacar, seguro que no.
Estamos convencidos que hay que hacer algo sin saber qué hacer--- es el "status quo".
Comprendo a personas que al cruzar la calle miran en su alrededor: ¿Por qué lo hacen? Ni ellos saben. Algo se rompió bajo el cielo azul o gris del verano de 2016.
Y nunca nada será como ha sido antes.

friedrichmanfredpeter  julio 2016

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