W.S. era un alemán que hablaba el español con un marcado acento que
delataba ver su origen natal… era de Hamburgo al igual que su hermano G. quien
también vivía en Barranquilla.
Visité con regularidad las casas de
ambos y siempre me sorprendió lo que en casa de W. Pude observar: encima de un taburete de la
sala se encontraba un libro abierto. Yo, en un principio pensé que se trataba
de la Biblia, la Torá de los judíos, porque suponía que eran judíos
creyentes y practicantes. Pero…no era lo que me imaginaba: era un tomo de la
literatura clásica alemana del cual W.
solía leer diariamente un capítulo en voz alta a un auditorio que se limitaba
normalmente a su propia mujer. Nunca volvieron a Alemania después de escaparse
de los nazi. La mayoría de sus familiares perecieron, asesinados por los nazi
alemanes y mi anfitrión jamás comentó nada al respecto durante nuestros
encuentros.Cuando le conocí se dedicaba al negocio de la exportación de tabaco. Un negocio muy arriesgado por los precios inestables del producto en el mercado internacional. El exportador compraba el tabaco mucho antes de la cosecha a un precio fijo y esperaba que a la hora de la exportación su mercancía valiera más, lo que sucedía unas veces y otras no.
Me parecía que por medio de sus lecturas ceremoniosas W.S. había conseguido permanecer en su ambiente perdido, porque en realidad nunca habría abandonado su país para emigrar voluntariamente comoera mi caso. Él y su hermano habían sido expulsados, huyeron para salvar sus vidas ante la amenaza de la barbarie. No eran emigrantes sino fugitivos y la opción de una vida en Israel no los atraía. Cuando nuevamente fue posible, renovaron su identidad alemana que nunca consideraban perdida. Por eso tampoco se hicieron colombianos.
W.S. únicamente solía comentar que debido a la huida tuvo que interrumpir
los estudios de medicina que había comenzado en Hamburgo y no que no pudo reiniciar
en Colombia donde tenía que dedicarse a ganarse la vida como mejor podía.
No sé cuántos alemanes en Alemania practican una costumbre similar a la
de ellos… dedicar un espacio vital a la literatura. Yo, por ejemplo,
aunque lector profesional nunca lo
había hecho y sentí cierta vergüenza personal ante la hermosa costumbre de
mis anfitriones. Me impresionaba la entrega apasionada a la herencia humanista
de nuestra cultura. Me emocionaba y no me atreví a pedir a W.S. que me leyera
a mí lo que más le entusiasmaba a él.
Sin embargo, recibí un obsequio que aun guardo. Se trata de un ejemplar de
la correspondencia dirigida por Heinrich Heine a Rothschild, editado en 1915 en
edición especial de Friedrich Hirth. W.S. lo había traído desde Alemania y le
había acompañado durante esa fuga para salvar su vida. Un hecho realmente
admirable.
Mucho tiempo después de estas visitas leería yo una declaración de Marcel
Reich Ranitzky, personaje admirado, crítico literario alemán y judío como
mis anfitriones. Él decía que su patria era la literatura alemana, patria
compartida con aquel Heinrich Heine emigrante también, quien describió esa
patria alemana diferente de las demás, porque “está en el aire“, más
precisamente en el “Luftreich des Traumes“ - “en el imperio aireado de los
sueños“-; y allí es donde nadie nos alcanza.
¡Qué dicha la nuestra!
friedrichmanfredpeter julio 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario