domingo, 24 de julio de 2016

Sucesos raros

( Anécdotas escuchadas bajo el sol caribe)
                           

***Sucedió durante la Segunda Guerra Mundial en playas de la Guajira colombiana: durante noches oscuras un submarino alemán solía acercarse al litoral para permitir que los marineros exhaustos pisaran tierra y respiraran aire, un breve descanso después de semanas de navegación en aquel sarcófago navegante. Cuenta la leyenda urbana que los miembros de la colonia alemana en Barranquilla asistieron a estos marineros, a quienes llevaban provisiones y alimentos frescos. Dicen que también colaboraron indios guajiros, seguramente curiosos por conocer a estos hombres barbudos y pálidos que vivian bajo el agua alejándose de la guerra lejana de su patria y dedicados a torpedear uno que otro barco gringo… modernos piratas del Caribe. Consta que los encuentros se repitieron y que las autoridades colombianas, una vez informadas, mandaron patrullar la zona. Sin embargo no se registró́  acto bélico alguno. La región permaneció́ en paz.


Lo que nunca se comentó y que sí ocurrió ́con seguridad fue que no todos los marineros volvieron a su buque de guerra anclado en el mar. Hubo desertores, varios. Y eso no fue debido al sabor de sancochos, empanadas y arepas, ni tampoco por una invasión de espíritu pacifista: fue debido … a las cautivadoras indias.
¿Y qué pruebas existen de esta tesis difamatoria? …porque nunca fueron hallados nunca ni detenidos estos prófugos. Pero hay una muy tangible: ¿De donde salieron de pronto tantos indios rubios?

-------------------------------

***Sucedió al final de la Segunda Guerra Mundial en el denso bosque de la Sierra Nevada de Santa Marta: un avión militar alemán, un Stuka
con el emblema de la cruz gamada(así lo quiere la leyenda) intentó



aterrizar sin hallar pista y se estrelló en pedazos. Nadie presenció el aterrizaje accidentado y la densa jungla cubrió los restos en poco tiempo. Esto seguido de la narración de un suceso algo inverosímil… pero creció… la sospecha que algo así era posible rodó entre la gente costeña siempre sensible a los misterios. Y pronto cundió la fama del avión caído con algo de los tesoros del “Tercer Reich” y se encontrara el algún lugar de la profundidad de la selva en Sierra Nevada. Jamás se preguntó cómo un Stuka, que es un avión de poco radio operativo, podría llegar hasta Colombia o por qué no lo habían visto ni localizado los indios – que todo lo ven. Sin ambargo, el misterio aumentó aun más: Varias personas desaparecieron en la tarea de  buscar el aparato y se habló de una extraña concentración de serpientes en un sector intransitable.
Mi testigo narrador  juró haber llegado hasta allí y haber descubierto los restos y visto el emblema. Pero no dio un paso más porque se hallaba rodeado de decenas de culebras cascabel.


–Estos bichos protegen todo este cargamento, me dijo. Y continuaba: –Pero yo sé quien ha logrado pasar:
¡Los cafeteros!
–¿Por qué, ellos?–Se han hecho ricos. Y uno de ellos es alemán y sabe el código para abrir la caja fuerte del avión.

¿Y el piloto?
Se murió, y ahí está el esqueleto.
Se dice que la masa del tesoro aún está allí.


--------------------------------------

***Sucedió en una playa colombiana del Caribe; allí vivía un señor alemán que observaba un régimen especial de subsistencia: sus alimentos principales eran cerveza y pescadito frito, eso precisamente  ofrecía a los clientes y  amigos. Procuraba que reinase orden en su alrededor lo cual se esperaba de un señor alemán de ciertos años. Su larga melena blanca y su barba del mismo color flotaban en la brisa de Salgar cada vez que ayudaba a ubicar el lugar exacto donde debían parquear los clientes sus carros que conducían hasta esta playa, entonces solitaria.
Encima de la choza modesta se levantaba un mástil y en este palo el alemán siempre subía una bandera cuando el pescado estaba listo. El señor había seleccionado una bandera tricolor de negro, blanco y rojo. Y quiso la casualidad que tales habían sido los colores del desaparecido Imperio Alemán con su emperador Guillermo II.  Una bandera de un Imperio desaparecido, realmente misterioso y digno de recordar. ¿Cómo llegó el señor alemán a cometer tal disparate? Pues esta era  la bandera de su sueño político, nada real todo transcendental como es debido para un alemán auténtico. Por las tardes llenas de brisa violenta el alemán se pasaba de la cerveza al wiskey y entonces afirmaba aún más su autenticidad.



Quiso la mala suerte que a poca distancia de su choza se estableció otro, alemán como él, más no con las mismas ideas. Aquel nuevo alemán también observaba las reglas del buen beber para llegar cargado a la hamaca. Todo podría haberse desarrollado en armonía si aquel novato no hubiese exhibido los colores negro, blanco y rojo en otra composición, precisamente la que usaba el Tercer Reich, también hundido ya. La Cruz Gamada negra sobre la tela no era tolerable para el primer individuo y dio  comienzo a una larga y encarnizada enemistad entre los dos alemanes y una lucha por cada grano de arena a su disposición. El nuevo alemán había bombardeado Londres y luego había prestado sus servicios a uno u otro dictador latinoamericano - y se ufanaba de ello.
Su enemigo en el fondo monárquico se solidarizó siempre con proyectos de la clase obrera a la que pertenecía.
Cuando los dos cruzaban miradas por casualidad , uno levantaba el puño izquierdo y el otro le respondía con el saludo fascista con la mano derecha.
A las cinco de la tarde ebrios ambos, se mostraban desde algunos metros de distancia mutuamente los culos y se gritaron unos insultos que por ser en alemán no ofendieron a más nadie.
Así siguió la cosa, y podía haber continuado si no se hubiese presentado una fuerza mayor… la Muerte. En realidad ella mandó un preaviso: "Allá va la Cirosis, pronto he de venir yo."
Y ambos comprendieron el aviso. En cuanto empezó a sentirse muy mal el bombardero se refugió a la choza del obrero, y ahí, recostado en un rincón, preparó su marcha al Hades de los aviadores perdidos. El otro, mientras tanto, preparó el final del drama: encargar un ataúd; para ello reclamó mi colaboración y yo encabecé el servicio de una funeraria hasta la playa en una oscura noche.
Pero sucedió que el que iba a morir no murió y el servicio resultó precipitado, así las cosas disponía yo de un ataúd pero de ningún muerto.
Ante un enredo de esta clase no hay más nada que hacer sino aguantar y confiar en la colaboración del "hermano Tod", masculino en alemán y no suavemente femenina como lo es "la Muerte" en español.
Pronto se los llevó y así entendimos mejor, cómo  deben arreglarse disputas y conflictos mayores históricos. Todo tiene una solución, sólo es cuestión de tiempo. Y también hay una nota de conformidad y resignación: ¿Qué haríamos si  él o ella no ayudara a resolver nuestros problemas?


Manfred Peter agosto de 2010
y friedrichmanfredpeter  julio 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario