domingo, 27 de marzo de 2016

Heinrich Heine

lector de  DON QUIJOTE

Heine, un lector universal y un hombre prolífico dedicó  extensos capítulos de su obra a temas de España. Entre ello, también al Quijote. Escribe la introducción a la traducción alemana y se confiesa como permanente lector de Cervantes. Su obra “Romanzero“ - escrito así - contiene escenas del viejo Toledo que Heine nunca vio, pero le cautivó la imagen de la cultura sefardita. 

Reproduzco algunos breves extractos traducidos por mí, de su texto sobre Don Quijote publicado en 1833 con el título


 

 ¨Cervantes. Don Quixote”


“Me acuerdo que en cada lustro de mi vida he leído “Don Quixote“ con diferentes y cambiantes sentimientos. Cuando en la juventud con falta de experiencias traté de atrapar los rosales de la vida subiendo a las rocas más altas para estar cerca del sol, y de noche sólo soñaba con águilas y con mujeres vírgenes, entonces “Don Quixote“ me parecía un libro poco atractivo y lo aparté de mi vista.
Más tarde, siendo un hombre ya maduro comencé a reírme del infeliz defensor de Dulcinea. Es un individuo loco,  pensé.
Sin embargo, de manera muy curiosa las sombras del caballero delgado y de su escudero gordo me perseguían, sobre todo cuando topé con momentos cruciales de mi vida. Me acuerdo que cuando emigré a Francia despertando en la diligencia medio dormido, los ví…, a mi lado derecho “Don Quixote“ montado sobre  su transparente Rocinante y a la izquierda Sancho Panza sobre su macizo burro.
Y cuando llegábamos a la frontera, el hidalgo de la Mancha inclinó la cabeza con reverencia ante la bandera tricolor que nos saludaba desde el poste fronterizo, y el buen Sancho saludaba a los gendarmes franceses. Y después ambos se adelantaron, los perdí de vista pero oí el relinche del Rocinante respondido por el rebuzno del burro. Yo pensé entonces que lo ridículo del Quijote consistía en el tratar de revivir tiempos pasados, y que su pobre cuerpo, sobre todo su espalda, sufrieran por eso al chocar con la dura realidad.
Pero, ay de mí, desde entonces comprendí que es locura igual tratar de introducir el futuro a nuestro presente anticipadamente. Sobre todo si sólo se dispone de un delgado caballo, de una vieja armadura y un cuerpo frágil.
El sabio observador sacudirá la cabeza sobre aquel y este don quijotismo.
Sin embargo, Dulcinea es la mujer más bella del mundo. Y aunque me veo tirado tan miserablemente sobre este rincón de la tierra, nunca retiraré esta afirmación.
No puedo decir otra cosa, -- ¡tiradme con vuestras lanzas, caballeros de la Luna, disfrazados barberos!

-----  Pero la pluma de un genio siempre es mayor que el mismo autor y va más allá de sus intenciones temporales. Sin que se diera cuenta, Cervantes escribió la sátira mayor contra el entusiasmo humano. Nunca era esta la intención de Cervantes, el auténtico héroe, quien siendo un anciano se alegraba de haber combatido en la batalla de Lepanto, fama que pagó con la mutilación de la mano izquierda (…)

----- La grandeza de la política de España de su época podría elevar el espíritu de sus escritores. Para ellos tampoco se ponía el sol, como en el imperio de Carlos V. Las guerras contra los moriscos terminaron. Y como después de la tormenta las flores huelen más intensamente, así florece la poesía después de una guerra civil. Algo similar sucede en Inglaterra en tiempos de Isabel, donde una escuela de poesía nació que nos invita a curiosa comparación. Allí vemos a Shakespeare y aquí a Cervantes como flores de esta escuela.(…)

----- A los españoles les corresponde la fama de haber creado la mejor novela, como a los ingleses de haber producido la cumbre de la dramática.
¿Qué nos queda a nosotros los alemanes? Pues somos los mejores poetas líricos sobre la tierra. Ningún pueblo posee tan bellas melodías como nosotros. Ahora las naciones se desviven por la política y cuando acaben estos negocios iremos todos, alemanes, británicos, españoles, franceses e italianos a un verde bosque para cantar y que el ruiseñor sea nuestro árbitro.

El autor de estas reflexiones no conoció España, sin embargo son notables el interés  y la comprensión que manifiesta. Heine da letras a sus reflexiones críticas que son un regalo para el lector moderno porque invitan a hacerle compañía y dialogar con una mente lúcida que sobrevivió a la muerte ocurrida en el año 1856 en Paris. En el cementerio de Montmartre de Paris reposan los huesos frágiles del autor y allí nunca falta una flor fresca que en este momento también en mi fantasía yo deposito.
 

fm peter  marzo de 2016

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