sábado, 10 de mayo de 2014

Una Carta para Adán

Carta dirigida a Adam Kober, soldado de infantería bavara, herido de gravedad durante las últimas campañas ofensivas de 1918 y muerto como prisionero de guerra en un hospital de Rennes (Francia) cuando finalmente callaron las armas en noviembre 1918.

Querido Adán,
tú ya estás muerto desde hace muchos años. Pero te escribo esta carta porque te conozco.
Te he conocido desde que yo era pequeño. No te extrañe que te escriba en español. Así me comunico ahora, y para los muertos los idiomas ya no tienen importancia. Estoy convencido que entendeis más que nosotros los vivos.


Te conozco a través de mi abuela materna, Filomena. Ella es tu hermana mayor. Tú eres el más pequeño.¿Será por eso que habeis tenido tanta confianza?
Mi abuela siempre vestía de negro, durante toda la vida. Nunca la conocí vestida de otra manera.
Cuando la pregunté por qué hacía eso me contestaba:
– Por mis hermanos Adán y Egid; ambos cayeron en la guerra.
La guerra, tu guerra era la de 1914 a 1918. Era la primera de las dos grandes guerras europeas, el primer acto de guerras civiles europeas que cambiaron el mundo en el que vivimos hoy los sobrevivientes.
¿Sabes que ella tenía dos fotografías grandes de ustedes dos en la pared del comedor?
Egid y tú Adán, ambos vestidos de soldados del ejército del Reino de Baviera.
Así te conozco Adán y conozco a tu hermano que era un poco mayor que tú. Desde luego a tí te conozco mejor por varias causas:
En primer lugar porque tengo el cuaderno que te servía para anotar tus poemas, canciones y el principio de un diario. Quedó incompleto porque poco después de haberlo empezado lo dejaste otra vez.
El cuadernillo rojo se ha conservado porque mi abuela lo tenía guardado igual que el reloj de bolsillo.
A ella se lo mandaron desde Rennes en Bretaña - Francia. Es allí dónde te llegó la muerte; tuviste 25 años cuando sucedió, habías sobrevivido cuatro años de combates sangrientos cuando a última hora fuiste herido de gravedad. Caiste prisionero de los franceses y te llevaron a Rennes a morir. Desde Ypres en Flandes a Rennes el camino es largo a través de la fiebre, el dolor y la soledad.
Justo cuando había terminado la guerra, la muerte se presentó ante tu lecho. Alguien te habrá acompañado en este momento porque fueron devueltas tus pocas pertenecias a la dirección que tú deberías haber indicado: la de mi abuela Filomena.
Me he hecho la idea que una voz femenina te haya dicho el último adios y una mano cariñosa te haya secado el sudor frio de la frente. Habrás luchado contra la muerte porque querías vivir. Pensarías en tu novia María, en tu hermano que cuatro años antes, casi al principio de la guerra, había caido. Pero quisiste que a Filomena le mandaran tus cosas.
¿O era simple casualidad? Era ella la que siempre te escribía.
Hace muchos años y para probar mis conocimientos de francés yo fuí a Francia. Fuí también para ver si encontraba tu tumba. Le había prometido a mi abuela que entonces ya estaba muy enferma que iba intentar de encontrar el sitio. Estuve en Rennes. Había hecho amistad con jóvenes de Saint - Nazaire. Pero no te encontré. Otra guerra después de la tuya había aplastado las huellas de la anterior. Pero estuve cerca del lugar y te traje un saludo de la lejana patria. Claro que hasta hoy no sé si eso tiene algún significado para tí. Las patrias son lugares de transición y a tí y a tu hermano la patria no ha hecho otra cosa que mandaros a morir, a tí y a tu hermano.
Adán, aunque no te conozca en persona, me siento muy cercano a tí; en segundo lugar, porque conozco el pueblito donde naciste y donde viviste; entré en tu casa, en tu cuarto y dormí en tu cama.
Y allí, cuando todavía había mucha gente que se acordaban de ustedes los dos hermanos, me solía llamar el pequeño Adán (Ädemle en el dialecto de la región). El dialecto francón, el alemán hablado por la etnia de los francos tiene un origen común con los francos occidentales que romanizados constituyeron la nación francesa. Habéis procedido de la misma familia los que os habeis clavado las bayonetas.
Pues, a mí en tu pueblo me decían Adán cuando me llevaron allá a pasar vacaciones o simplemente a quitarme del peligro de los bombardeos que amenazaban la ciudad de Frankfurt porque ya estábamos en la segunda guerra la que doblaría con creces la primera.
No sé, si era el parecido físico, la manifiesta delgadez juvenil, el hecho de estar siempre fabricando algun objeto con un cuchillito y un pedazo de madera, o la mala costumbre de andar sonámbulo que siempre había que ir a buscarme para todo.
Así, conocí bien el pueblo de Thulba cuando todavía tu pueblo era de verdad un pueblo, distante de las vias de comunicación, lejos del tren y de una carretera transitable. Cuando siendo mayor en bicicleta tardé entre cinco y seis horas para llegar allá, en compañía de mi abuelo tardábamos un día entero; usábamos tres trenes y después caminábamos diez kilómetros a pie. Me parecía siempre un viaje al final  del mundo y un regreso  a la prehistoria. Me llevaban a cortar hierba para las vacas y a segar el trigo y la cebada a mano. Aprendí a usar la guadaña y sé hacerlo todavía. Conocí el pueblo como tú lo has vivido con las numerosas fuentes de agua en las calles donde la gente mojaba el pan para llevárselo al campo para la merienda. El pan siempre estaba duro porque no había panadería y se hacía pan para una larga temporada en cada casa. Las carretillas se movían tiradas por la yunta de  vacas, y no hacía mucho que había llegado la luz eléctrica para iluminar tenuamente las cocinas donde se hacía toda la vida activa de la casa. Motor  o máquina eléctrica - que yo sepa - no había ninguna. Las familias de los Kober y Dunkel que yo conocía tampoco poseían radio.
Hacía como tú, me enscondí en el pajar cuando no quería que me encontraran. Necesité tiempo para mis sueños y proyectos y también para buscar cangrejos en el río que se llamaba igual que el pueblo:Thulba, un riachuelo que corría sobre el lecho de piedras rojizas. Y rojizo era todo. Era el color predominante. Rojizo era el polvo que cubría las calles y se transformaba en barro cuando llovía, rojizas eran los campos recien arados y el color de las casas. Delante de las casas se levanataban los montones de estiércol de las vacas. De allí se cogía para llevarlo para fertilizar las pobres tierras arenosas.
Te cuento eso para refresacar la memoria, la mía y la tuya también.
Las casas rojizas eran construidas de andamios y barro sobre un fundamento de piedras rojizas. Existían algunas fachadas de ladrillos rojizos. La excepción la hicieron la iglesia románica que se encontraba en el centro del pueblo con su torre cuadrada y al lado la enorme casa curial, que siglos antes había sido una importante abadía. Durante la guerra de los campesinos en el siglo XVI los rebeldes campesinos la saquearon e incendiaron. Fue reconstruido pero dejó de ser monasterio. Sin embargo hasta hoy la voz popular llama el pueblo por el monasterio: Klosterthul.
Pues ese era tu pueblo, hasta que os convirtieron en soldados y en carne de cañón. Al lado de la iglesia ya existía cuando yo iba la placa de honor con la lista de los nombres de los numerosos caidos de este pequeño pueblo con indicación de los lugares donde les había alcanzado la muerte:
Leí entre la lista de los caidos:
–Kober, Adam y Kober, Egid.
Además, fueron nombrados numerosos sitios:
–Flandes, Verdun, Somme y Marne, Chemin des Dames.
Yo pronuncié estos nombres a mi manera y decidí averiguar el misterio que escondían. Me imaginaba que eran lugares siniestros como grandes remolinos de arena que se tragaban a las personas como a unas hormigas. Muchos años después encontraría estos mismos nombres sobre los monumentos de los caidos en numerosos pueblos de Francia. Pueblos que se parecían al de Thulba.
–Somme, Verdun, Chemin des Dames.
En Thulba decidí descubrir esto más a fondo algún día. Era uno de mis proyectos porque allí, en Thulba, me enteré cómo había desaparecido tu hermano Egid. Oficialmente fue declarado como desaparecido. El ejército del Reino de Baviera del que formaban parte los batallones de Franconia había sido enviado a estos frentes del Oeste desde el primer día de la guerra. Egid era pionero como correspondía a un profesional que levantaba andamios y tejados.  Otro soldado de Thulba juraba, hablerlo visto muerto sobre un puente que había sido levantado por los pioneros para que la infantería cruzara el río Meurte.
Tú pasaste por el mismo río y tal vez por el mismo puente y no sabías nada de tu hermano.
La familia nunca supo más que eso. Tú continuabas siendo soldado y lograbas sobrevivir hasta casi el final de la contienda.
¿Fuiste un buen soldado?
Te ascencieron a sargento.
¿Fue por falta de personal?
Por vocación no habrá sido. Me comentaron que te habías escondido cuando llegó la hora de la movilización y la juventud de Thulba formaba filas delante  del portón barroco del  palacete curial.
Se dice que tuvieron que romper filas para ir todos a buscarte a tí porque te habías escondido y quisieron evitar tener que denunciarte por prófugo. Se comenta que te encontraron escondido en el pajar.
¿Sabías qé os esperaba?
Eso me parece a mí, porque lo primero que escribiste en tu cuaderno rojo son frases de triste resignación:
–Oh, Dios mío, mañana nos toca marchar.
Os llevaron a la ciudad de Bamberg y de allí al frente en Lorena. Era agosto de 1914. Había comenzado la gran tragedia del siglo XX y tú estuviste metido en medio de ello, un pequeño grano en este molino que trituraba vidas y destinos.
¿Has conocido la felicidad a pesar de todo?
Me parece oir que sí. Tus canciones, como llamaste a los poemas no engañan. Fuiste un niño afortunada. De entre los jóvenes de este pueblo perdido, donde jamás había salido nadie para estudiar, lograste poner pie en la escuela de arquitectos en Bamberg. Antes habías hecho lo que todos los Kober habían hecho durante generaciones, montando andamios, cortar y combinar troncos de madera, cuando no cultivaban sus pequeños pedacitos de tierra árida que poseían. Tu inquietud y tu afán te abrieron camino. Te admitieron al estudio a pesar de la pésima escolarización que te había tocado y habrías terminado si no te hubiesen llamado a las armas. Ya habías prestado el servicio militar recortado debido a los estudios cuando el ejército te absorbió de cuerpo y alma para no dejarte escapar más.
Hay una noticia rara que me sorprendió. Dicen que te gustaba el vino y preferiste beber agua en lugar de cerveza. Un lujo extraño para un muchacho pobre de aldea. El vino que conociste era el vino de la región cercana, que crece en los valles de los ríos Saale y Main y que es un regalo dejado atrás por el desaparecido imperio romano.
Eras un muchacho curioso, y en lugar de ocuparte de tu fusil coleccionaste palabras en francés para buscar contactos con aquellos primos hermanos de vosotros los francos y que ahora eran vuestros enemigos mortales. Reuniste un pequeño diccionario. Tu hermana Filomena podría haberte ayudado porque sabía más debido a la cercanía de colonias de hugonotes en la región de Hesse donde ella vivía.
Pero ustedes como parte de un batallón de infantería del ejército del Reino de Baviera en unión con los de Prusia, Württemberg, Hesse y Sajonia ahora se pusieron a combatir y a dejar atrás civilización y cultura y pronto también las vidas.

Ahora, Adán, para que no me hables a mi sólo voy a pasar un capítulo de tu diario al español. Supongo que estarás de acuerdo porque para los muertos las palabras ya no tienen importancia.
Te admiro por la sincerdidad de tu alma y por eso sigo pensando que has sido un hombre feliz.
¡De lo contrario, dímelo si puedes!

“Movilizados:
El Emperador nos llamaba y nosotros obedecíamos.
El dos de Agosto de 1914 nuestro tren se ponía en marcha lentamente bajo los aplausos y el júbilo de una gran masa humana aglomerada en la estación de Bamberg. El viaje duraba 23 horas a través de los campos verdes y trigales de color de agosto. Paramos en muchas ciudades hasta llegar a Lorena donde nos acomodaban en la ciudad de Morhange. Nos quedaron ocho días en este lugar pacífico y después seguíamos a Fonteny y Oron. El 17 de Agosto nos mandaron socorrer a la Tercera División Bavara.
Era de madrugada cuando nos acercábamos a un bosque y fuimos mandados a colocar las bayonetas. En este momento ya regaron disparos sobre nosotros. Logramos destruir una unidad enemiga y avanzábamos a un campo abierto sembrado de avena donde se había hecho fuerte la infantería enemiga. Recibimos un intenso fuego de fusilería y muchos cayeron, pero los arrollamos y el día 22 cruzamos la frontera cantando. Podíamos avanzar sin encontrar resistencia hasta el 24 cuando unos aviones enemigos nos sobrevolaron. Ya nos temíamos algo gordo, y efectivamente cerca de Bleuville nos caían los primeros impactos de la artillería pesada francesa. Teníamos que cruzar el río Meurte para tomar el poblado que se encontraba enfrente. El único puente estaba destruido. No veíamos a ningún enemigo, pero muerte y destrucción masiva regaban sobre nosotros. Eran los cañones de las fortificaciones de Nancy.
Veíamos llegar la muerte; la única protección era la cuneta de la carretera; y aquí teníamos que permanecer hasta que nuestros pioneros construyeran un puente provisional. Eran estas horas de espanto. Los gritos y lamentaciones de los heridos, los cuerpos despedazados por todos los lados nos horrorizaban. Muchos cadaveres de nuestros pioneros flotaban sobre el agua del río. Pero por fin pudimos cruzar en medio del humo y de las explosiones. Durante la noche del 24 al 25 de Agosto hicimos todo lo posible para protegernos lo mejor que pudimos; al amanecer llegaron nuevamente los aviones y pronto comenzaba la labor destructiva de la artillería enemiga. Los nuestros respondieron, pero ante la superioridad enemiga nada pudieron hacer para cubrirnos. Se retiraron y solos teníamos que hacer frente durante toda la noche siguiente a los avances de la infantería francesa. Ellos veían nuestra debilidad y atacaban. No cedimos porque nos prometieron refuerzos de artillería pesada de Sajonia. Iban a llegar a las once, pero se hicieron las tres, las cuatro y las cinco y ningunos Sajones estaban a la vista. Nuestras bajas aumentaron  y no hubo más que hacer que retirarnos. Por fin tocaron a retirada; pero todo el terreno estaba cubierto de denso humo. No se veía nada. Nos costó un esfuerzo increible pasar otra vez por el puente. En esta situación era cuando se produjeron más bajas todavía. Sin embargo, en medio del caos registrábamos las alforjas de los caballos muertos y las mochilas de los caidos buscando algo de beber. Creíamos morir de sed.
Por fin me encontraba con otros más junto a un arroyo pequeño de aguas sucias. Todos nos poníamos a beber tirados al suelo.
Entonces volví en mí y comencé nuevamente a pensar, en María, en mis padres y hermanos.
Si me hubieran visto así, como llorarían y denunciarían a los responsables de esta desgracia. A nosotros ya nos daba todo igual. Habíamos terminado con nuestras vidas.
Entonces se presentaron algunos oficiales que nos pusieron en fila. Ahora nos dábamos cuenta de lo que había sido de nuestra segunda ciompañía, eramos no más de veinte hombres.
¿Qué ibamos a comer ahora? Llevábamos días sin probar nada. En un pueblo cercano encontrábamos lo que buscamos. Las casas estaban todas cerradas. No había nadie. Nosotros cogíamos solo lo que necesitábamos, lo repartimos y poco a poco comenzamos a sentirnos felices. Habíamos quedado con vida y comenzamos a olvidar lo que nos había pasado.“[1] 

Adán, aquí cerraste tu diario. Hay muchísimas anotaciones más que en letra cada vez más pequeña, casi se pierden. Hay una nota sobresaliente en letras grandes: Vacaciones 23 de Ag. hasta 5 de Sept. de 1915. Anotaste todas las estaciones de este viaje, todas las paradas del tren. Pocas personas habrán viajado más intensamente para vivir cada momento de este rato de libertad provisional.

Las sombras de la historia han tapado tu vida como la de otros millones más. Tu destino no ha sido espectacular ni sensacional.  Yo creo que tenías la capacidad para contar lo que te sucedía y pienso que te ha cubierto un manto de la resignación.
Sin embargo, tu sensibilidad ante los sucesos crueles que te rodearon, me impresiona. Personajes muy famosos de la época se destacaron a través de una actitud totalmente contraria:
Thomas Mann opinaba que la guerra era necesaria y útil porque marcaba una cesión en el tiempo para la humanidad que debería reflexionar sobre las verdades esenciales de la vida. Otros autores vieron nacer una Europa rejuvenecida y guerrera. Ellos vieron asomarse el Superhombre nietzscheano de entre los escombros. El filófo Martin Heidegger pudo dedicarse a elaborar su tesis de habilitación tranquilamente sin ser interrumpido por los inconvenientes de una guerra que le dejaba indiferente. Cuando se encontraba con la orden de reclutamiento se enfermaba y logró prestar el servicio primero como censor de cartas dirigidas al extranjero y como metereólogo posteriormente.
Del metereólogo militar dependía el empleo de gas mortal en el frente contra Francia.
La Gran Guerra como dicen los franceses, la catástrofe inicial del siglo XX, se había llevado millones de vidas como la tuya. No has conocido las consecuencias de esa aotodestrucción de Europa, consecuencias que duraron cien años. La muerte en masa, la orgia de violencia contra humanos, considerados simplemente material bélico, había comenzado y nietos y bisnietos sufrirían todavía lo que había iniciado el primer tiro de fusil en 1914.
Sin embargo, Adán, te admiro. No fuiste oportunista, ni caiste en la red de engaño que a tantos contemporáneos tuyos les pervertía la razón.
 Y no te digo adios porque sé que de alguna forma misteriosa tienes existencia de la que sólo me llegó una pizca de noción através del diario que me dejaste.

FMPeter
4.6.03

post scriptum:

Mi hijo Gregor acaba de averiguar la tumba donde reposa Adam Kober en Rennes / Francia. El internet ha hecho posible lo que yo no logré casi sesenta años antes.
Adam Kober
Sergeant
1.Bay. 5 JR
09.06.1918
Fr 3500 Rennes
Cimentiere de L'est
Reihe 20 Grab 14
Así, su vida no ha desaparecido del todo y que esta publicación sea constancia de ello.

friedrichmanfredpeter 10 de mayo de 2014



[1] Lo que Adán no sabía  ni sus camaradas era que les estaba designado un papel estratégico especial. En aquel sector, en frente de la línea de fortificaciones francesas, no estaba prevista la invasión militar del territorio francés.
Las divisiones bavaras debían entretener a los franceses y hacerles creer que por ahí, a a través de Lorena llegaría el golpe como en 1870. El plan estratégico Von Schlieffen preveía un golpe de guadaña a través de la frontera  norte de Francia. Para eso había que violar la neutralidad de Bélgica con el riesgo de implicar a Inglaterra en el conflicto.
Las divisiones de élite prusianas en un avance rápido deberían lograr romper el círculo interior de la defensa
francesa. Eso sólo era posible si eran lo suficientemente rápidos avanzando y capacidados materialmente para ello.
Después de derrotar a Francia deberían dedicarse al enemigo ruso que avanzaba en el Este.
El plan fracasó. La guadaña logró penetrar solamente hasta el río Marne. Inglaterra intervino contra el Reich.
Los ejércitos se enterraron físicamente en sus trincheras. Después de sólo tres semanas el Reich había perdido la guerra aunque ganara muchas batallas más.
Un gobierno responsable habría buscado el camino de la negociación. Pero tal gobierno en Berlín no existía.
Adán y sus compañeros cínicamente eran sacrificados en una estrategia que culminaba en la batalla de Verdun.
„Agotar las reservas del enemigo“ era la divisa del general Von Falkenhayn.  Se agotaron antes las reservas
de la población alemana dispuesta a  soportar valientemente todos los sufrimientos que se le impusieron.

3 comentarios:

  1. Cuánta profundidad emocional y narrativa. Ha sido un placer conocer a tu familiar, querido Manfred. Un abrazo y mi más sincera felicitación; es una joya de relato.

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  2. Adam es la sustentación de una tesis por la paz. Gracias, Herr Professor! Danke schön.

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  3. Adam Kober, su vida y su diario y por supuesto también tu texto, constituyen la sustentación de una tesis por el pacifismo. Gracias Herr Professor! Danke schön.

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