Conocer lo que sucede en
muchos colegios, leer informes de sociólogos sobre el mercado laboral y
sus perspectivas para el futuro próximo de los jóvenes, producen preocupación y
fuerte disgusto, porque impresiona la terrible impresión de una juventud
perdida y nos preguntamos:
¿Quién pagará las
diversiones que hoy les encantan cuando sean adultos e ignorantes y necesitados
de subvenciones producidos por la productividad y el saber de otros?
Acostumbrados a que el
bienestar venga de fuente ajena,
¿qué harán cuando se
hallen solos?
¿Se están dando cuenta de
que viven en una sociedad que radicalmente descarta al que no sabe y quien
desea permanecer en su ignorancia?
La falta de medios no
será lo peor. El sentirse simplemente supérfluos, como caidos a la nada, eso
será el problema; ninguna limosna caritativa será capaz de aliviar eso.
El "Ni Ni" de
hoy será el mendicante de mañana.
Los mensajes televisivos
contrarios son simples engaños, productos de la evasión de la realidad hacia
las diversiones.
Las promesas de políticos
de salidas fáciles no son fiables.
Consumo y placeres no son
las soluciones. Dar facilidades como remedio no es el camino.
El saber que necesitan
debe ser amplio y unido a la creatividad, el interés y la motivación personales.
Y eso no se alcanza sin vivir privaciones y sacrificios, cosas que la educación
no debe disimular. Con mis muchos años de vida digo: nunca se deja de aprender
porque nunca se sabe suficiente. Se estudia mientras se vive.
Sociólogos preven que
hasta veinte o veinticinco por ciento de la generación actual de jóvenes entre
14 y 24 años estarán descartados de empleos cualificados y rentables de por
vida.
Me da escalofrío este
dato, y me pregunto:
¿Volverán tiempos
históricos, que creíamos ya superados?
¿Se dividirá la sociedad
"moderna" entre una clase activa y otra condenada a la pasividad
permanente?
¿Se dejarán ellos engañar
con falsos mitos como la igualdad o la vida placentera para todos?
No es una cuestión de
división social entre ricos y pobres. Es una estructura social nueva que no
está lejos, está a la vuelta de esquina, ya la tenemos encima.
Habrá grupos sociales que nunca conocerán el
trabajo. Y eso no en un futuro lejano, como utopía social, sino a partir de
nuestra actualidad y en difusión acelerada debido a la crisis económica.
Ya nació esta clase
social que nadie necesita porque nada saben hacer o lo poco que saben no basta
para sostener una vida autónoma y libre. ¿Qué libertad e intependencia pueden
tener cuando están pendientes de la mano protectora ajena, durante toda la
vida?
Subsistirán porque la
sociedad del consumo y bienestar permitirá no dejarlos morir de hambre; a eso
estamos acostumbrándonos desde años atrás. Lo tapamos con eufemismos que se
dicen derechos sociales, justicia social, etc.
¿Pero quién puede prever
lo que pasará en una situación de recursos menguantes, cuando faltan los medios
para repartir lo que generosamente se pudo hacer hasta ahora?
En sociedades altamente
tecnificadas como la americana o alemana estos "perdedores" ya son
conscientes de su situación y su respuesta es la resignación y el pesimismo;
saben que no van hacer nada importante en su vida, porque esto estará reservado
para los mejor preparados, y estos miran con optimismo su propio futuro porque
la economía les da la razón.
Aun no podemos prever
todas las consecuencias que traerá eso para la sociedad de mañana:
¿Nace un nuevo estrato
social, tal vez una nueva clase social?
Ya le han puesto un
nombre: "precariado"(su actividad y su vida son “precarias”); no son
proletarios porque nadie los explota. Sencillamente nadie los necesita, son un
estorbo, cuestan dinero. Ya existe el embrión de una división social entre los
mismos jóvenes:
Generalmente los
estudiantes de un Gymnasium alemanes evitan todo contacto con aquellos
“otros", los que no manifiestan ambición ni coraje - los consideran "perdedores".
Pertenecen a otra cultura social, se comportan y se visten de modo distinto.
Hablan de otra manera, usando jergas diferentes, entre los dos grupos hay un abismo.
Agresiones entre ellos son raros, simplemente y mutuamente se ignoran.
Hoy es políticamente
correcto negar esta división social.
Se ha levantado una
cortina formada de buenas intenciones de políticos de la educación sobre una
realidad preocupante y su futuro temible.
¿A quién le sirven las
mentiras piadosas? Se habla de combatir el fracaso escolar, la violencia en las
aulas, la desigualdad de oportunidades, insinuando como si esto fueran problemas
de colegio y no un tema que incumbe toda la sociedad, porque toca el fondo de
la vida de todos:
¿Irá la sociedad española
por este camino que ya inició?
Y si es así, ¿qué debería
hacerse ahora y a mediano o largo plazo?
Como profesor activo -
que ya no soy - me dedicaría a informar a mis alumnos - con toda crudeza -
sobre eso:
¡Que todos sepan el
riesgo que corren!
Pero nosotros, los
viejos, ¿qué podemos hacer antes de irnos?
friedrichmanfredpeter mayo 2014
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