-
mis abuelos- eran
Friedrich Wilhelm
Peter
y Eva
Motok.
El abuelo era carretero que trabajaba en numerosas fincas grandes de
aquella región. Había conocido a la abuela durante el trabajo. Ella
era oriunda de Polonia y había venido en busca de trabajo en una de
estas grandes explotaciones agrícolas. Así hacían muchos hombres y
mujeres del este para realizar labores agrícolas. En su gran mayoría
estas explotaciones agrícolas de grandes dimensiones tenían como
propietarios a aristócratas prusianos, llamados comunmente
Junker.
jueves, 30 de julio de 1992
miércoles, 29 de julio de 1992
Capítulo 2: Cuando Fritz despertó
oía
que su madre ya estaba ocupada en la cocina. Se levantaba y sin hacer
ruidos se dirigía al establo y cogía la carretilla. En ella se
encontraba un saco y encima estaba la guadaña. Debajo del saco
escondía la escopeta. La carretilla tenía ruedas de goma. Al
moverla, casi no se oía nada.¡Buena idea del viejo!
La
intensa niebla escondía el palacete del Barón. La hierba densa y
fresca esperaba el corte de la guadaña cuando Fritz observó una
liebre que - como él - se disponía a hacer uso de la propiedad
ajena.
Todo
habría sucedido como siempre. Tan temprano no solía moverse nadie.
Pero esta vez iba a ser diferente: El joven señor, hijo del Junker,
estaba de visita en la casa del padre. Recien nombrado teniente iba
destinado al frente; había venido a despedirse y había sacado el
caballo para disfrutar de la fresca mañana y al montar escuchó el
tiro desde tan cerca. Rápidamente se acercó y atrapó a Fritz con
las manos en la masa.
domingo, 26 de julio de 1992
Capítulo 3: Fritz crece y falla
Todos
pensaban que aquella guerra duraría poco tiempo. Se equivocaban.
Pasaban los años y la situación para la población se hacía
insostenible. Faltaba de todo. Y lo poco que había desaparecía
antes de llegar a este pueblo perdido. No se conseguían alimentos
básicos para la familia numerosa, ni con dinero.
Los
niños no tenían zapatos. En verano iban descalzos y en invierno
llevaban unos zuecos de fabricación casera. Cuando se presentaba la
ocasión de conseguir un solo par de zapatos de cuero, todos lo
querían tener. Sobre todo, Gertrud la mayor de las niñas:
–A
mi me toca, soy la mayor. Otras niñas también tienen zapatos.–
Fritz
decidía que los llevara Walter, el hermano pequeño y el más débil
de todos.
–¡Cállate
y no protestes más! La próxima vez te tocará a tí.–
sábado, 25 de julio de 1992
Capítulo 4: Fritz se pone a trabajar
El
día siguiente, muy temprano, Fritz estaba entre los que esperaban a
que abriera la oficina de la Braunkohle
Union Bitterfeld.
No eran muchos los que estaban allí esperando, todos viejos, caras
marcadas por el trabajo duro, por los años vividos y por el
cansancio. Chaquetas amplias, largas de colores indefinidos,
pantalones anchos. Todos llevaban una gorra. Fritz se había puesto
la de su padre.Era un muchacho fuerte y parecía mayor de 14 años
que tenía.
–Este
trabajo es durísimo–, observó uno de los viejos dirigiéndose a
Fritz.
–¿Y
usted, por qué viene?– le contestó aquel.
–Aquí
no hay otra cosa, muchacho. Ya no hay jóvenes, nada más quedamos
los viejos que ya casi no servimos para nada.–
jueves, 23 de julio de 1992
Capítulo 5: –La tierra da vueltas y gira alrededor del sol – dijo Fritz
Había
pinchado una patata en el tenedor y se movía con ella alrededor de
la mesa de la cocina. la lámpara encima de la mesa representaba el
sol. Dándole vueltas a la patata bajo la luz tibia, esta pesentaba
un lado iluminado u otro oscuro:
–Veis,
ahora es de día, y ahora de noche– explicaba.
Los
hemanos seguían masticando.
–Menos
mal que nosotros estamos arriba–, observó Martha.
–Tonterías–
gritó Gertrud –. Eso de arriba y abajo no existe. Todo es arriba y
abajo al mismo tiempo.
–Claro,
porque todo se mueve y da vueltas como las ruedas– dijo Kurt.
– Las
piedras más pesadas se mueven– agregó Fritz.
–¿Y
la cinta rodante?– preguntó Martha.
Todos
se callaron.
miércoles, 22 de julio de 1992
Capítulo 6: –Lo que está en alto caerá – dijo Fritz
Junta
a la puerta de entrada de la Bitterfelder
Braunkohle Union había
una pancarta. Todos habían leído esto antes de que la arrancaran
los guardias:
“Trabajadoras,
trabajadores,
viva
la huelga, viva nuestra lucha. El proletariado austro - húngaro se
ha manifestado con fuerza: Todo el trabajo fue suspendido en Viena,
en Budapest y en todo el Imperio.
Lo que iniciaron nuestros hermanos austro - húngaros tenemos que continuarlo.
Lo que iniciaron nuestros hermanos austro - húngaros tenemos que continuarlo.
Nuestra
huelga no será ni protesta ni manifestación. Es la lucha por el
poder y continuará hasta hallar soluciones a las siguientes
demandas:
-
el levantamiento del estado de sitio,
-
la eliminación de la censura,
-
la eliminación de la prohibición de nuestras organizaciones, el
derecho a la huelga y de la libre asociación y reunión,
-
la amnistía de todos los presos políticos.
¡Abajo
la guerra! ¡Abajo este gobierno! ¡Viva la huelga!“
martes, 21 de julio de 1992
Capítulo 7: –Fritz, revolución en Rusia
dijo
su amigo Karl, –¡toma y lee!– y le pasó el periódico.
Fritz
leyó con mucha atención la noticia sobre la oferta del gobierno de
los sóviets de un armisticio ilimitado a los gobiernos de Alemania y
Austria-Hungría. Todos estaban muy emocionados y después del
trabajo discutían durante largo tiempo sobre la evolución del
conflicto y sobre las probables consecuencias para ellos. Karl estaba
ya cerca de la edad del reclutamiento y las posibilidades de la paz
le llenaban de optimismo.
Casi
eufóricos se ponían juntos en el camino a Mühlbeck discutiendo
todo el tiempo.
lunes, 20 de julio de 1992
Capítulo 8: “¡Fritz, nos han traicionado!"
Se
fue el emperador y se quedaron sus generales“, se podía leer en
grandes letras en la carta recien llegada desde Berlín. Eva la había
abierto, toda temblando:
–¿Dónde
se ha quedado este hombre? En todas partes regresan los soldados,
menos él.–
–Es
la desmovilización total– dijo Kurt que sabía de estas cosas.
–Se
ha quedado pegado en Berlín– espetó Gertrud con rabia.
Efectivamente,
así era. F.W.Peter se había quedado en Berlín, donde había
llegado desde el Este después de un largo viaje en trenes
destartalados. Y aquí, en Berlín, manejaba ahora carruaje y
caballos. Había topado con la imprenta del periódico Rote Fahne, el
medio de la izquierda revolucionaria y allí prestaba sus servicios.
Se puede decir que lo llamaba la vocación y no la necesidad. Su
carta era bastante polémica, nerviosa e impersonal:
“No
debemos quedarnos en la mitad del camino. La rueda tiene que dar la
vuelta completa“,
y
agregaba: “Regresaré a casa tan pronto como pueda“.
–¡Qué
ideas tiene este hombre! ¡Las otras niñas tienen un padre normal!–
Gertrud estaba muy enfadada.
–La
guerra pasó y este hombre aún continúa– dijo Eva con
resignación.
–Él
sabrá lo que hace. No se perderá– agregó Fritz.
domingo, 19 de julio de 1992
Capítulo 9: –Fritz, la tarea será dura y larga –
dijo
el viejo sentado a la mesa de la cocina con la cabeza apoyada sobre
el puño cerrado.
Otra
vez había llegado tarde a cenar. Pero los niños le habían esperado
para charlar.
–Reunión
de comité– se disculpó.
–¿Otra
vez?– preguntó Fritz–.¿No se habían reunido ayer?
–Tenemos
paz, pero no ha cambiado nada– manifestó Gertrud muy pensativa.
–¡Cállate
tú, ahora tienes zapatos nuevos!– contestó Kurt con sarcasmo.
El
padre se encontraba cansado. Además de los trabajos de la alcaldía
le citaban con frecuencia a Halle y a Leipzig. La organización del
partido avanzaba rápidamente con ayuda de los distintos asistentes
de Moscú.
En
realidad Peter no tenía una ideología marcadamente marxista. Su
actitud de opositor a la autocracia le había llevado hacia una
ideología, cuya dimensión y alcance teórico desconocía. Era mucho
menos que un experto marxista. Aunque aceptara la necesidad de
disciplina y organización, desconfiaba abiertamente de los
burócratas y de sus secretarías.
sábado, 18 de julio de 1992
Capítulo 10: –¡Fritz, quédate aquí, no te vayas!
¡Que
nadie se vaya!– rogó la madre con las manos plegadas.
Cuando
la madre vio que habían comenzado a sacar las carabinas, se puso
delante del marido y de sus hijos:
–¿Qué
vais a hacer? Sois pocos.
Martha
agarró a Karl por el hombro:
–Tú
te quedas. No puedes dejarme.
Karl
lentamente se soltó.
Todos
permanecían callados mientras continuaban los preparativos, llenar
las cartucheras de municiones, etc.
–No
está nada decidido todavía– dijo Fritz.
–No
sabemos exactamente si pasarán por aquí cerca– agregó Karl.
–Tenemos
que estar preparados. No nos dejarán tranquilos aquí.–
–He
visto una pancarta en Bitterfeld: “se busca a Max Hölz“. Ofrecen
10 000 Marcos.–
Kurt
siempre sabía estas cosas.
Eva
no se dejó calmar por las palabras que le habían dicho. El momento
era dramático y ahora se notaba que la infancia católica no había
sido borrada del todo al lado de un hombre no creyente.
–Si
os vais para que os maten, yo tampoco voy a vivir más– dijo. Hizo
la señal de la cruz y comenzó a rezar en voz baja en polaco.
Todos
permanecían callados y era como si todos rezaran también.
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