miércoles, 15 de julio de 2020

Sudando Aceite



 Esa es la impresión del campo actual andaluz. Y se trata de una producción industrial comparable a la del petróleo; aunque en el fondo no se halla petróleo, la superficie recompensa esa falta plenamente. De ahora en adelante: el suelo andaluz emana aceite en cantidades jamás vistas antes.


¿Dónde están los olivares? Estos árboles cantados por Lorca y venerados en mil versos. Centenarios, igual que viejos sabios levantaban sus ramas. En ellas residía la filosofía de ese país. La recogida de sus frutos, la poda, acercaba los hombres al Olivar. Conversaron. Se entregaron mutuamente, uno al otro.
‘Por ahí iban muertas de frío, las Pío Pío Pías’… Chicas campesinas pobres que recolectaban las aceitunas y luego cuando se podía colocar el pan recién hecho debajo del chorro de aceite que salía del molino.
Nada de eso existe más. Olvidémoslo. Ahora las mujeres y los hombres se quedan en casa viendo televisión. Todo está bien calculado, bien preparado. Aquí presenciamos un progreso. “Impresentable” dicen los que nada saben.


Algo curioso: Mientras más ‘tecnificado’ se vuelve el mundo real, la búsqueda quimérica de las costumbres histórico/vernáculas se hace más frenética que nunca: más y más Ferias, Romerías y Semanas Santas. Si no fuera por el coronavirus, nos ahogarían en fiestas, gracias al aceite que chorrea del campo andaluz.
Y esto es lo que gusta, esto es el progreso.

Pobre árbol del olivo, ¿reliquia de un ayer olvidado? Noo, ahora lo vemos reducido a una -apenas mediana- planta decorativa en parques públicos. Sus ramas reclamando la poda, sus frutos suelen caer al suelo y perderse. La mente andaluza no precisa su filosofía. No hay tiempo para eso.
 ¡Qué descanse en el pasado el  ansiado vegetal! Museo vivo. Yo me llevo una ramita, la escucho, le susurro: 
“¡No llores! Aquí no ha pasado nada.”

Amen
f---julio  2020
   ed. anavictoria

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