Divus
Julius
Césares
---- Césares
¡Lo quemamos!
(El día 15 de marzo del año 44 a.C. fue
asesinado Julio Cesar por numerosos
conspiradores cuando se iniciaba la sesión del Senado Romano. El motivo de la
conspiración era la lucha contra la tiranía para proteger la República Romana. Julio Cesar murió perforado por
numerosos puñales y fue incinerado espontáneamente por una numerosa multitud de
gente que le quería.)
“Enseguida, la multitud reunida comenzó a lanzar
ramas encima del cuerpo tendido, luego las sillas de los jueces y toda la
tribuna entera y más cosas disponibles para el sacrificio funerario. Después
los músicos, flautistas y actores se arrancaron los vestidos de fiesta que llevaban
puestos para desfilar y desgarrados, los lanzaron a las llamas. Igual hicieron
los legionarios y los veteranos que tiraron sus armas y ropas al fuego.
Numerosas matronas entregaron sus joyas al fuego, igualmente los amuletos y
mantones de los hijos pequeños. El duelo oficial fue excepcional y grande;
participaba una multitud original de pueblos no itálicos, especialmente judíos
que durante las noches siguientes visitaron el montón de cenizas.”(---)
“Murió en el año 56 de la vida y fue elevado
a la comunidad de los Dioses. Y eso no fue porque el senado lo decidiera (que
así lo hizo), sino porque el pueblo lo apoyó. Durante los “juegos” (circenses)
que organizara su heredero Augustus durante siete noches apareció un cometa en
el cielo y la gente creyó se trataba de su alma en ascenso al cielo. Por ello
agregaron una estrella encima de su estatua.”
C. SUETONIUS
TRANQUILLUS, DE VITA CAESARUM, DIVUS JULIUS -- capítulo 85
¡Lo adoramos!
Lo que le pasó al
Divus Julius, el Divino Julio, no
fue nada excepcional. ¡Hay que morir para ser elevado a la comunidad de los dioses!
Eso sucedió en el año 44 antes de la era cristiana y el Divino Julio subió a
los cielos. Su alma no solamente encontró reposo eterno, su imagen presidiría
durante siglos el Foro Romano y su fama halló eco universal. El primero en
forjar la estampa inmortal de Julio Cesar fue Suetonius y en adelante no
faltaron voces para inmortalizar al Divino Julio. Los Césares siguieron y una
larga lista de “inmortales” ocuparía la historia de Europa, hasta los “Kaiser”
del Sacro Imperio. Y así fue hasta que los últimos Césares fueron destituidos,
desacralizados, transformados y hasta “pensionados”. Entonces ya no se trataría
más de “elevación a los dioses”, en adelante todo muy terrenal y bastante
banal. Los Franz, Wilhelm, Hirohito o Puyí perdieron sus coronas y murieron en
cama. Ninguna hoguera los consumió para elevar sus almas al cielo.
¿ Y los veneramos?
---Sí!
Porque muchos
Césares vieron sus vidas coronadas por la Gloria.
Entre ellos se
encuentra el Zar Nicolás con toda su familia.
El Poder, la
Muerte y la Gloria formaron el triángulo sagrado de sus existencias. Nadie se
acordaría hoy de su existencia si no hubiese sido porque cruzaron esta vía
mágica desde el poder a la “santidad”; santos fueron declarados por la Iglesia
Ortodoxa Rusa, confirmados por el pueblo que los venera en la fría ciudad de
San Petersburgo. Reducidas a escasas cenizas, sus reliquias reposan donde la
fiel conciencia popular halla consuelo y satisfacción.
Otros casos:
Un César alemán
medieval, beato peregrino armado en camino a Jerusalén, se ahogó en un río y
allí quedó su cuerpo dejando desconsolada a su gente que en vano esperaba su
regreso durante siglos enteros. Su pueblo lo santificó contra toda evidencia.
El mito de Federico Barbarroja perduró todos los tiempos, nunca caducó. Este Cesar,
el “Kaiser” de los alemanes, no subió a los cielos, reside debajo de la tierra,
en la profundidad de una cueva de donde ha de resucitar cuando los tiempos
malos lo requirieren. Entonces resurgirá a fundar su imperio sobre la Paz, el Derecho y la Libertad. El poeta Heinrich Heine lo
“entrevistó” en su cueva y le arrancó
duras sentencias que afirman que los alemanes estarían mejor sin él y que mejor
que siga durmiendo en su limbo terrestre.
Existe un mito
reciente, un mito americano en el que el triángulo Poder, Muerte y Gloria sigue actual y moderno
como siempre:
Cuando mataron a
John F. Kennedy cayó un César moderno bajo el plomo de siempre. Y la Gloria
tardó en ponerse al día, siempre actualizada, porque el Poder real y la Gloria inmaterial se corresponden cuando está
de por medio la Muerte violenta y aún más si esta es misteriosa.
Pues, vivos los
queremos y que cogobiernen, (dicen sus seguidores creyentes) aunque estén
muertos. En este país de Dios y de las pistolas tal es nuestro consenso, ‘our american
way of life’.
“Nuestros Césares
comienzan a ‘vivir’ cuando son
asesinados.”
fmpeter diciembre 2017
edición anavictoria
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