Eso dijo
estruendosamente y su voz temblaba aún por la alegría del triunfo que le
causaba el recuerdo de aquel bombardeo sobre Frankfurt en el que participó en
marzo de 1944 durante las noches iluminadas por mil fuegos sobre barrios
enteros ardiendo como inmensas antorchas. El hombre, americano y entrado en
años, ya había bebido algo más de la cuenta y nos encontrábamos en un bar de la
ciudad de Barranquilla en Colombia. Era el año 1972 y yo ejecutaba una
diligencia laboral propia de mi cargo.
Habían pasado casi treinta años después de la
guerra cuando (teniendo como escenario la barra del bar del Hotel del Prado) se
miraron a los ojos el extripulante de
aquella "fortaleza volante"que era un avión bombardero de la
segunda guerra y uno de los niños que en aquellas terribles noches estuvo con
muchos otros chicos , temblando de miedo, bajo el piso, acurrucados en nuestra guarida en el sótano. Nosotros recibimos lo que él
descargó. Pero nuestros sentimientos eran bien diferentes. No sé si a él
también le invadiera entonces el miedo, porque la artillería antiaérea alemana,
la Flak, no paraba de disparar sembrando muerte y destrucción entre la jauría de los atacantes.
Pero no me
equivoco en mi percepción de ese hombre bombardero en aquel encuentro. Ese, encargado
de tirarnos la carga letal, se alegraba muchísimo recordando su experiencia
y siguió celebrando con carcajada y
tragos lo que a mí me había causado el mayor impacto en mi vida, tanto … que durante muchos años no pude escuchar
explosiones, sirenas de ambulancias, etc. , sin entrar en pánico.