viernes, 19 de septiembre de 2014

Mi Locura

Sí, Madame, es cierto, desgraciadamente sufro esta pasión por la razón, pero ella no me quiere a mi. Yo le doy todo, y ella nada me da. Sin embargo, no la puedo dejar.
Me está pasando lo de Salomón, que dice que alabó la iglesia cristiana cuando deseaba aquella joven morenita ardiente. El rey compuso el Cantar y lo disimuló así, para que sus judíos no se dieran cuenta.
Así hago yo cuando canto en tantos poemas a la razón; me la imagino como una fría y pálida señorita que me atrae y me rechaza al mismo tiempo, vuelta de espalda hacia mi. Este es el secreto de mi amor infeliz. Y con eso, Madame, le estoy dando la clave para comprender mi locura.
Es una locura muy especial, distinta de la que poseen los demás locos ordinarios..... La mía me eleva:
El bosque de robles se levanta al aire, encima  en alto vuela
 el águila, más alto aun pasan las nubes y encima de ellas brillan las estrellas, Madame, ¿ No estaremos ya demasiado altos?
Pues, más allá vamos, allá donde están los ángeles, y más alto alcanza mi locura, Madame.
Heinrich Heine, Ideen, Das Buch Le Grand, Cap.XVI


Nota:
¿Hay alguna necesidad para acordarse en el año 2014 de Heinrich Heine? ¿Precisamos esa locura que él describe y proclama?
Está enamorado de la razón, dice a la dama de su imaginación;
y la razón no le ama, le desprecia, porque lo que dice y hace no es razonable. Según las instrucciones que nos dan desde la temprana infancia debemos ser razonables, juiciosos, hay que seguir los preceptos y criterios de los ancestros porque ellos, los experimentados, deben saber mejor lo que nos conviene hacer, pensando lo correcto siempre.
La razón, de la que está enamorado Heine, es de otro carácter. No es esta razón práctica y operativa, la que necesitamos a diario para sobrevivir, para contar la plata que nos alcance y rellenar correctamente los formularios de la declaración de la renta. La lengua alemana, la de Heine, posee dos términos para distinguir la razón operativa de la razón especulativa , cargada también de lo que llaman razón sentimental y de la fantasía. Unos asuntos se arreglan por medio de "der Verstand", que procede del verbo "verstehen", operación pasiva que significa entender y comprender un asunto. El otro término, y este es el que Heine tiene en mente, es "die Vernunft", y este va más allá del puro entender.
 Vernunft encierra las categorías del simple razonamiento. Sin eso no podríamos poner en marcha nuestras operaciones mentales.  Pero los pensamientos solo vuelan por medio de esta fuerza  representada en el término Vernunft,  y de ella está enamorado Heine. Pero no ella de él como dice su sentencia cargada de pesimismo.  Sus pensamientos vuelan, pero no aterrizan, se caen como Ícaro cayó cuando se acercó  al sol. Solo las alas de los ángeles no se queman porque son de un material incombustible. Nosotros, juntos a Heine, nos quemaríamos y por eso nos solemos quedar en tierra, usar esta razón que nos enseñaron en el bachillerato para aprobar exámenes  y hacer uso de los aparatos sofisticados que ya comenzaron a reemplazar parcialmente nuestro pensar; empezamos a sentirnos supérfluos ante  el predominio de tanta inteligencia artificial.
Pero aun somos  capaces de volar con Heinrich Heine por encima de las nubes y más allá de las estrellas, sin hacernos caso de astronautas. Descubramos con Heine esta fuente inagotable de nuestra humanidad, que es la fantasía y la libertad ilimitada del pensamiento, corriendo el riesgo de precipitarnos sobre la tierra y rompernos el cuello. ¿Pero para qué vivimos?
Heine invita a volar y yo sigo esta invitación. Seamos locos, al menos temporalmente.

friedrichmanfredpeter septiembre14

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