viernes, 12 de septiembre de 2014

Tamborileros

Heine inventa a la dama que llama Madame para explicar a sus lectores, quién en el fondo es el, Harry Heine, y bautizado después Heinrich. Su romanticismo, propio alemán, es un idealismo frustrado. Los frutos de una profunda alteración de la vida bajo los tambores de la revolución no maduraron.
Esa revolución fisicamente estuvo presente en su casa, porque el tamborilero  Le Grand fue encuartelado en su casa paterna. El niño Harry admiraba a este hombre con el bigote negro, su uniforme azul, blanco y rojo y con el tambor en su compañía. En este tambor residían todas las marchas de la revolución, desde el Ça, ça irà, hasta la Marsellesa. La risa de este hombre, su vitalidad abrazadora y su sencillez fueron una fuerza contagiosa irresistible. Con Le Grand aprendió a hablar francés acompañado con el ritmo del tambor. Le Grand le enseñaba cómo hacerlo y Harry quedó "bautizado" de por vida, hijo del sol, hermano de la luna, iluminado granadero de la libertad. Si no hubiera sido niño se habría alistado para mezclarse entre la gente que llevaba el pan pinchado en el pico de la bayoneta.


 >Yo me alegré tanto por el encuartelamiento, sin embargo, mi madre, nada de eso< escribió.  Claro, la madre tenía que alimentar a indeseados huéspedes que habían llegado a expulsar a la aristocracia local y a echarse a dormir en las casas de la gente y a comer su pan y a beber su vino.
El niño observador ha dejado un maravilloso texto sobre las impresiones que le causaron la tropa francesa, sus banderas y cantes y su tamborileo: Ideen. Das Buch Le Grand.
Heine cuenta también - y no le creo - que Le Grand llegara a sobrevivir la derrota de la Grande Armée en Moscú. Habría regresado, medio muerto, con el tambor medio roto.
Pero la esencia para Heinrich fue ese principio: "Schlage die Trommel und fürchte dich nicht!". Debido a Le Grand, Heine llevaba el ritmo de la revolución en sus manos.
El siguiente episodio bien puede ilustrarlo:
> Sí Madame, no hace mucho estuve yo sentado junto a una manada de condes, duques, príncipes y princesas, acompañdos de la numerosa tropa de cortesanos y de servidores que les colocaron  platos llenos para comer por delante. Y yo, a quien nadie sirvió, por aburrimiento comencé a tocar con los dedos sobre la mesa el ritmo de la marcha de la guillotina.
¿Y qué pasó, Madame? Esa gente no se dejaron molestar por eso, no perdieron el apetito. No entienden que otra gente, cuando nada tienen que comer, comenzarán a tocar marchas que todos creen olvidadas.<
Sin embargo, Heine tocando los ritmos de la revolución y jugando con las ideas ilustradas, solo en parte es verdad. Su exilio era un espacio cómodo, inclusive dorado, gracias a mecenas como su tío Salomón, banquero en Hamburgo y al barón de Rothschild, quien generososamente le socorría. Heine nunca quiso disgustar a estos benefactores suyos y sus cartas al barón de Rothschild, magnate financiero con raices judías en Frankfurt, son todo un manifiesto de picante y mentiroso teatro.
Pero eso no quita importancia a esa creación de una figura como Le Grand, quien representa el mensaje alternativo en el concierto de su tiempo.

¿No se habrá inspirado Gunter Grass en este personaje Le Grand para crear en Oskar, el tamborilero moderno, tocando su tambor de hojalata? Oskar y su tambor de hojalata parecen caricatura de Le Grand. Porque el enano Oskar que no quiere crecer para no ser como los demás, manifiesta su desacuerdo con el ambiente mentiroso e hipócrita, haciendo sonar su tambor de niño y pegando gritos a romper cristales. Así sucedió que Oskar puso en alarma a toda la ciudad de Danzig mientras su madre se divirtió con el primo Jan Bronski. O cuando los nazi de Danzig organizaron todo un Show político, Oskar logró invertir este mensaje en fiesta popular gracias al ritmo que surgió de su tamborcito de lata.
Tanto Heine como Gunter Grass han hecho importante prestación de la vecina cultura polaca. Tanto en  vitalidad como en el humor. El sarcasmo es el arma esencial. Quien oye tocar estos tambores, sabe que hay que estar alerta y gracias a estos tamborileos aun no estamos perdidos.   

friedrichmanfredpeter sept.14

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