“Respetar al niño, en el siglo dieciséis era completamente desconocido. Frente al niño todo era permitido: hablar mal, hacer de todo sin retención ni límites. Muy pronto el niño había oído y visto todo de todo.” Dice el Padre Dainville, jesuita historiador. Y Philippe Ariès en su famosa obra “La Historia de la Infancia”[i]lo comenta asi:
“Esa ausencia de control en el contacto con niños nos sorprenderá. Gestos y tocamientos ‘atrevidos’ con niños era algo común y corriente Existía la costumbre difundida de jugar con el sexo de un niño, una tradición que todavía se conoce en sociedades musulmanas. ¿Qué diría la Sicoanálisis moderna sobre eso? De una época a la otra, de una mentalidad a la próxima, todo puede cambiar.”
Y --- lo que puede cambiar --- cambia.
La sociedad actual está sacudida por el tema de la pedofilia y con razón, se denuncia el ejercicio indebido de autoridad y poder social para satisfacer gustos pervertidos. Este escándalo social moderno no merece un comentario; sobre eso, nada tengo que decir.
Pero me parece importante, no meter todo lo que sucede en este mismo saco de acusaciones; sobre todo resulta muy peligroso eliminar totalmente el discurso histórico, que nada tiene que ver con las prácticas abominables en actualidad, que hacen de niño /niña indefensos objetos de consumo, ofertas para sádicos placeres.
Debemos tener presente: En el curso de los siglos, todo evolucionó, todo cambió y la descripción de la Infancia que el historiador Ariès transmite, no debe extrañarnos y puede enriquecer el discurso sobre el tema. Reconocer cómo lentamente surgió una nueva imagen de la infancia: atrás quedó la percepción de los niños como pequeños adultos, reflejos en miniatura de sus mayores. La infancia recibe una completa renovación durante los siglos dieciocho y diecinueve:
La infancia será definida como edad inmadura, edad de la Inocencia.
Al respecto, la filosofía ilustrada aportó este grano: ‘Jean Jacques Rousseau’ en su ensayo” Émile” ha inventado esa nueva imagen personal del niño, desconocida hasta entonces: ‘El Niño/La Niña Inocente’, de mente, corazón y emoción ‘limpias desde que nació. Si algo pueda pervertirlo es la sociedad, la mala compañía de adultos irresponsables, manchadores de esa natural inocencia.
“Todo es bueno al salir de manos del Creador; todo degenera en manos del hombre.” (Rousseau, Émile, libro primero)
En consecuencia:
¡Hay que rescatar el ‘Hombre Natural’! lema de los ilustrados franceses.
‘Educar’ es saber guardar la natural inocencia que se cobija bajo un cielo revolucionado definido por ‘Liberté, Égalité, Fraternité’ que son consignas iniciales de la nueva infancia, desconocida hasta entonces e ignorada por el ‘Viejo Régimen’.
Prolongar esa inocencia hasta la mayoría de edad era la meta a seguir por una pedagogía que mucho después se llamará ‘progresista’.
En múltiples variantes y un sinfín de proyectos se ha intentado configurar el modelo de una nueva o renovada ‘humanidad’. Se ha pronunciado la utopía ‘del hombre nuevo’ quien – como ‘pequeño dios’ cambiaría el mundo. Todo eso fue proyectado en serio por la Izquierda Europea para hacer real el sueño de la eterna felicidad. Por ejemplo: niños y niñas transformados en ‘Jóvenes Pioneros ‘en la Unión Soviética, en Alemania y en Cuba iniciaban la marcha hacia aquel paraíso socialista que con frecuencia sus mayores habían abandonado, invadidos por la duda y el realismo.
El sueño fracasó o está suspendido como creen muchos; sin embargo, todos sabemos que las utopías no tienen larga vida y suelen ser reemplazadas por otras.
¿Qué vendrá después? o - talvez ¿qué está vigente ya?
A los niños y las niñas de hoy no les interesan estas historias pasadas. La nueva generación en las regiones ricas del mundo se halla cómoda y no necesita ‘utopías’ pasadas; son consumidores del mundo que les rodea, se sumergen en la oferta de mil oportunidades en busca de cuál podría ser su propia felicidad --- la de cada quien naturalmente.
Los mayores – reducidos a asistentes – inoperantes les acompañan. Su actitud con frecuencia es de extrañeza, de sobreprotección, de ausencia. Pues ‘el niño’ da las órdenes, el niño decide.
¿Infancia Feliz?
Redacción: friedrichmanfredpeter sept. 2018
Edición: anavictoria
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