El Romano
En el famoso libro sobre la “Ciudad Antigua” Fustel de Coulanges describe la vida social del ciudadano romano.
Este ‘Romano’ de Coulanges no es, naturalmente representativo de una mayoría de habitantes; empero describe el modo de vida de la aristocracia romana portadora de la insignia religiosa, social y política con la que solemos identificar a ‘los romanos’ de la era clásica de la antigua Roma, aún hoy por hoy.
Nuestra imagen, tal vez equivocada, es muy distante de esa realidad investigada y descrita por el historiador.
La siguiente cita del texto en mención y sus consiguiente comentario quiere aportar observaciones que sirvan un poco para corregir algunos mal entendidos de uso común en el cine y demás historiografía:
“Dis te minorem quod geris, imperas.”
Horacio dijo que el temor de los dioses hizo de los romanos hacerse señores de la tierra. Eso lo confirma el siguiente párrafo del libro de Coulanges:
“Por sus dogmas y por sus prácticas el romano creaba cierta manera de pensar y de obrar, y algunos hábitos tardaron mucho en desaparecer. Por todas partes se mostraban dioses al hombre: dioses pequeños, dioses fácilmente irritables y malévolos. Abrumaba al hombre el temor de tener siempre dioses en su contra y no le dejaban ninguna libertad en sus actos.
Hay que ver el lugar que la religión ocupa en la vida de un romano. Su casa es para él, lo que un templo para nosotros; en ella encuentra su culto y sus dioses; dioses son los muros, las puertas, el umbral; los límites que rodean su campo también son dioses. La tumba es un altar, sus antepasados son seres divinos.
Cada una de sus acciones cotidianas es un rito; el día entero pertenece a la religión. Mañana y tarde invoca a su ‘hogar’, a sus Penates, a sus antepasados; al salir de la casa y al volver les dirige una oración. Cada comida es un acto religioso que comparte con sus divinidades domésticas. El nacimiento, la iniciación, la imposición de la toga, el casamiento y los aniversarios de todos estos acontecimientos, son los actos solemnes de su culto.
Sale de casa y apenas puede dar un paso sin encontrar un objeto sagrado: una capilla, un lugar herido ataño por un rayo, una tumba; rápidamente ha de concentrarse para pronunciar una oración, cómo ha de volver los ojos y cubrirse el rostro para evitar el espectáculo de un objeto funesto. Todos los días sacrifica en su casa, cada mes en la curia, varias veces en el año en su gens o en su tribu. Sobre todos estos dioses están además los de la ciudad a los que debe culto.
En Roma hay más dioses que ciudadanos.”[i]
‘Roma conquista el mundo con el permanente miedo a los dioses’ porque podrían intervenir en su favor o en su contra. Por eso todo acto militar fue cuidadosamente preparado con sacrificios y observaciones previas del vuelo de unos pájaros o de la interpretación de las vísceras de gallinas. Más numerosos eran los portadores de augurios que los mandos militares; sin su aprobación nada se hacía. A veces se cumplían mandamientos realmente absurdos. Ante el asedio de la ciudad etrusca de Veji (Veyes), la superioridad romana era aplastante; sin embargo, nada se hacía porque ‘los signos’ en su contra eran fulminantes: dizque se había escuchado una vaca hablar con voz humana, y la tropa romana se dedicó a secar una laguna porque eso era considerado el mandato de los dioses, (alias “vaca”).
Sorprende esa imagen irracional de los romanos siempre reconocidos como señores y amos de la tierra; se les atribuye la capacidad de racionalizar la política, pero no era para tanto, digo yo.
Me parece que hasta el día de hoy aún, no han cambiado tanto las cosas. Un actual político elegido por la vía democrática no se diferencia mucho de su lejano antepasado. Ya no son los dioses a los que hay que temer. Ahora son otros, tanto los enemigos como los amigos, y estos últimos todavía son más temibles. A la vuelta de la esquina espera una tropa de periodistas, pequeños dioses locales; a ellos nuestro hombre debe algún y otro sacrificio… jamás los pasará por alto. Para no olvidar los rezos y sacrificios por promesas hechas a los clientes que le están esperando agradeciéndole con júbilo y aplausos.
De sacrificios mayores no se habla porque llevan el nombre de corrupción, pero son estos los rezos modernos para aplacar los dioses amenazantes. Los ritos siempre se actualizan y nuestro hombre procura no equivocarse y pedir autorización a su dios mayor, un Penate moderno. Por eso le alaba pidiendo aprobación con discreción y nunca le faltará el respecto. De lo contrario cavaría su tumba.
¿Cómo se llama? Ustedes ya le conocen.
Redacción: friedrichmanfredpeter agosto 2018
Edición: anavictoria
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