El profesor Albert Assa
murió en el año 1996 en la ciudad de
Barranquilla. Sin embargo, no ha sido olvidado. Enmarcado en ese recuerdo
colectivo de su activismo cultural, reside mi memoria personal.
Como en otras ocasiones en esta segunda estadía en Barranquilla, hoy
trato de evocarlo tantos años después porque, además de haber estado bastante
cerca de él durante aquellos lejanos años 70 del siglo pasado, los eventos
actuales de España y Cataluña lo han traído a mi memoria en forma constante.
El profesor Assa había
decidido defender la causa nacionalista catalana, fue un admirador del mensaje
cultural catalán, habló catalán en casa con su esposa que era catalana; nunca
perdió el afecto por Barcelona que era la ciudad de sus sueños y deseos. Su
vida viajera llena de aventuras y lecturas le había llevado a esa ciudad en
tiempos de la Guerra Civil Española; formó parte del batallón Thälmann de las
Brigadas Internacionales. Sobrevivió aquella hazaña tras largos años de prisión
en cárceles franquistas.
Finalmente, Barranquilla
le adoptó dándole la patria decisiva y aquí murió tras una vida próspera en creatividad, ideas educativas y
proyectos culturales. Todo eso es conocido y no precisa repetición.
Yo pretendo evocar una
discusión que tuvimos acerca del tema de nacionalismos, en especial del
nacionalismo catalán. Sucedió tras la presentación de la actuación de un coro
catalán en el marco del Concierto del Mes en el salón de Bellas Artes.
(Els
Segadors, cuya letra hoy más que nunca suena llena de violencia y guerrerismo).
Entre el programa de
canciones catalanas, el coro entonó “Els Segadors”, melodía y texto son
considerados Himno Nacional de Cataluña. El público presente se levantó a
rendir respeto y homenaje a la nación catalana. El primero fue el profesor Assa
sentado a mi lado. Yo me quedé sentado en señal de desacuerdo. No vi oportuno
demostrar a través de un gesto ajeno a mis convicciones una falsa solidaridad
con la ideología nacionalista, en medio de un concierto cuyo fin no era
político sino cultural, un concierto de música con un programa de canciones
populares.
Después del concierto
tuvo lugar la discusión a la que me refiero:
Assa: ¿Qué le pasó? “Els Segadors” – los segadores – da voz y manifiesto a la
rebelión de “Los Segadores”, la revolución campesina que en Alemania también
inició la era moderna contra el feudalismo
pasado. Es el tema de sus clases en Economía Política. ¿Qué puede tener
en contra?
Peter: ¡Nada! Usarlo como manifiesto nacionalista me molesta. He venido a
escuchar un concierto y no a rendir homenaje a un dudoso proyecto político
actual.
Assa: ¿ Qué tiene usted contra Cataluña?
Peter: ¡Nada! Todo nacionalismo me choca, también el alemán. No hay
nacionalismos inocentes, todos reclaman un sentimiento colectivo en contra de la
libertad individual de cada persona.
Assa: El pueblo catalán ha sido siempre víctima de opresión externa.
Peter: El historiador protesta contra esa simplificación, no se aclara qué se
entiende por “el pueblo catalán” ni lo que es esa “opresión externa”.
Assa: A mí me parece muy claro, el que sufre siempre tiene razón, su proyecto
político pondrá fin al sufrimiento.
Peter: Eso es muy dudoso. Todo nacionalismo crea nuevas víctimas y nuevos
sufrimientos. Yo no conozco ninguna otra ideología qué más sufrimiento y
víctimas haya causado en Europa que el nacionalismo.
Assa: Eso lo entiendo por lo que a usted como alemán le pasó. Cataluña es
diferente.
Peter: Todo nacionalismo absorbe entusiasmo y pasión, celebra eminencia y
superioridad; es preludio de violencia que no debe entenderse sólo como
militar, antes es cultural, luego administrativa, es una agresión contra el
proyecto europeo.
Ahí quedamos, porque Assa cerró la conversación; creo
haber redactado fielmente esa controversia y quiero subrayar que mantengo mi
posición.
(También resulta
interesante leer en los registros periodísticos de su deceso en 1996, lo que tantos de sus alumnos recuerdan que
solía aconsejarles cuando les notaba una auténtica pasión por el conocimiento: “No se preocupen nunca por la nacionalidad, ni por la religión, ni
por el ideario político de ningún hombre. Preocúpense únicamente de que sea un
hombre de verdad. Eso es lo único importante.” Lo que me lleva al punto de que en fondo estábamos más de acuerdo
sobre el tema en general de lo que él me habría podido confesar. Confirmándose
una vez más, la experiencia nos dice: Una cosa es la que se piensa y otra la
que se siente. Nación es un término cargado de emociones.)
Sería interesante si
pudiera preguntar a mi difunto amigo, el profesor Assa si continúa con la suya.
Cientos de miles de “catalanes” lo están haciendo en su lugar. Pero otros
cientos de miles de “catalanes” no comparten esa posición, quieren vivir en una
Cataluña abierta al mundo, sin discriminación de origen y lengua. La nación es
para le gente y no la gente destinada a ser nación. El escritor Tucholsky
ironiza la adicción al nacionalismo así:
“Hay personas con una sola pierna,
tuertos o sin apéndice, pero una bandera
la tienen todos, es más importante que sus cabezas.”
¡Que así no sea! Pido. Confiamos.
fmpeter octubre
2017
edición anavictoria
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