El Mito del Fausto
“Technology has highlighted our daily
Faustian choices: Smartphones make our
attention spans fleeting, and we are like Faust, who promises to part with his
soul if ever he lingers to savour an experience: “If ever to the moment shall say: / Beautiful moment,
do not pass away!. ---- Every notable historical era will have its own Faust,”
wrote Kierkegaard. Our challenge today is that, to some extent, we are all in a
Faustian bind. We are plagued by politicians offering easy answers to complex
problems – especially when those easy answers are empty promises. The legend
warns us to be wary of the cult of the ego, the seductions of fame and the
celebration of power. These are hollow triumphs, and short-lived; indeed, “what
good will it be for a man if he gains the whole world, yet forfeits his soul? (What the myth of Faust can teach us. ----Benjamin Ramm)
“La tecnología ha multiplicado ad infinitum las opciones diarias para el Fausto moderno. Celulares / móviles nos ponen en permanente alerta y nos parecemos al Fausto cuando promete entregar su alma a cambio de saborear una experiencia excepcional: “Si yo pudiera decir una vez al instante: ¡hermoso momento, no te vayas nunca más!”… Kierkegaard había escrito que cada época tendría su propio Fausto. Nuestro reto actual es que en cierta medida a todos nos cobija la imagen del Fausto. Hay políticos que nos acosan con ofertas fáciles para responder problemas complejos – especialmente cuando estas ofertas son promesas falsas-. La leyenda del Fausto nos advierte aborrecer el culto del Ego, la seducción por la fama y el festejo del poder. Estos son triunfos vanidosos que realmente duran poco. ¿Qué ganaría el hombre si poseyera el mundo entero, pero perdiera su alma?” Benjamin Ramm
Comentario
El Fausto es una figura
inmortal. Se manifiesta en cada época y en cada vida individual. Las
circunstancias actuales son idóneos para que Fausto y Mefisto entren en acción.
Muchos problemas en los enredos de tecnología y de burocracia no se dejan
resolver sin la intervención de alguna mano mefistofélica. Al contrario del
Fausto histórico entregamos nuestras almas poco a poquito. Cuando se nos pide
un voto, una colaboración a la que no estamos dispuestos pero nos sentimos
obligados. Mefisto es un diablo secular, de miles de años de experiencia, nos
conoce y sabe que no podemos vivir sin su colaboración discreta. Ya Goethe lo
describe como señor elegante servicial, nada de olor a azufre. No envejece.
¿Cómo lo haría el ángel caído? …Tampoco engorda, está top… al día. Todos le
aplaudimos cuando se nos presenta. Ya tiene a su disposición los medios
electrónicos y no necesita esconderse en confesionarios de las iglesias o
acosar a pobres monjas durante sus noches de insomnio. Ya no queman a nadie en
su lugar. El Fausto moderno gana elecciones y marca goles en el futbol gracias
a Mefisto.
Pero lo más extraordinario
es que ni Fausto ni Mefisto existieron jamás. Somos nosotros los que fabricamos
estos fantasmas, son productos de
nuestra fantasía siempre dispuesta a perdernos en laberintos hechos de deseos e
insatisfacción. Y esto se nutre de forma masiva a través de los medios modernos
de comunicación que son cada vez más
dominantes; su uso en muchos casos crea dependencia. Y Mefisto, escondido tras
esa nube de imágenes y de datos, lo tiene fácil. El pacto ya está hecho y
cancelar o anularlo se ha vuelto imposible.
En los Alpes austriacos ya ofrecen curas: estancias
garantizadas sin acceso al Internet y con la obligación de entregar el teléfono
celular a la entrada. Te garantizan que Mefisto ha de quedar fuera. Pero eso no
significa que no te alcance durante los sueños nocturnos. El síndrome de
abstención te causará horas de insomnio y de dolor. Nuestro Fausto no puede
vivir sin Mefisto, no podemos renunciar a vivir el momento feliz que Goethe
atribuyó al pacto con Mefisto, siempre estamos pendientes, deseando que no se
vaya este momento que nos es grato cuando abracemos a nuestro amado diablillo.
¿Saldremos curados del tratamiento alpino? ¿Seremos capaces de no saludarlo de
nuevo?
Yo creo que no, ya nos
posee, ya le vendimos el alma.
friedrichmpeter 2017 edición anavictoria
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