Ernst Breiler… Albert Assa…
Ernst Breiler era presidente de la Junta directiva del CA y Alberto Assa era destacado personaje de la vida pública y cultural en Barranquilla)
En Barranquilla en los años setenta del siglo pasado y por razón de mi trabajo en la dirección del C.A. conocí a Ernst y Albert, dos personas claves para mí en el contexto de la década que pasaría en esta ciudad: ambos eran importantes para la labor pedagógica que ejercía como rector y que acompañé con algunas otras experiencias, por ejemplo profesor del IEA y la realización de numerosas actividades culturales más. Por razones de posibilidades de infraestructura frente a algunas de esas actividades, operé muchas veces como intermediario entre ambos.
Vale la pena recordarme, al escribir estas impresiones, que fui un niño sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial y de las dificultades materiales y espirituales de la posguerra –cumplía sólo 10 años cuando el conflicto terminó-. Ese dato, hoy casi 40 años después, me ayuda a entender mi interés creciente en el ser individual de estos compañeros, europeos como, habitantes temporales del mundo caribe risueño, lleno de música y luz. Ambos, mayores que yo, lo suficiente para mostrarme aspectos reales de la guerra con la que lidiaron en forma indirecta. Ambos agradables contertulios y amigos en el sentido más alemán de esta noble palabra.
Pude notar que los dos evitaban el contacto social entre sí, siendo que pertenecían por igual al pequeño grupo local de personas vinculadas a Alemania de forma directa o indirecta: Ernst era alemán de nacimiento y Albert alemán de adopción porque siendo inmigrante joven adoptó idioma, cultura y valores esenciales de aquella nación que no era la suya. La razón era muy sencilla …(y oportuna para mí que construía como hombre joven que era entonces, mi propia semblanza espiritual y política acerca de esa Alemanía que tan profundas huellas me dejara) … Cada uno ocupaba puntos muy distintos en el escenario ideológico de su época. Sin embargo la energía fuerte, valiente que requiere el hombre aventurero y sagáz era común a los dos.
Sus vidas se habían opuesto en forma espectacular, sin tener uno noción del otro y de pronto sin que lo supieran nunca: En la Guerra de España (1936 a 1938) estuvieron en los frentes opuestos. Albert fue brigadista en el frente republicano español y Ernst aviador en la Legión Condor. Esa Legión apoyó militarmente el frente antirrepublicano de Francisco Franco.
¿Qué podían tener en común, fuera de la vinculación directa o indirecta con el ambiente general alemán, lo que suele llamarse un “carácter” que naturalmente compartimos con otros contemporáneos sin identificarnos con ellos? No faltaron al saludo cortés distanciado. Sin embargo, había una frontera marcada insuperable entre ellos y que resultaba invisible para personas desde la distancia de otra cultura.
Albert caracterizaba con alguna frecuencia una frontera de lugares geográficos alemanes que el creía ver presente entre nosotros tres (pero que notablemente era también una simplificación de sus diferencias con Ernst al lado de quien ponía mi persona al citarla). Se trataba de Potsdam y Weimar, ciudades emblemáticas. La primera, la antigua capital de Prusia, cuna del espíritu prusiano, de la disciplina militar, pero también del pensamiento ilustrado, era la patria sentimental de Ernst. Weimar, por su lado, pequeño y provinciano hogar del humanismo idealista alemán cuyo calor era la esencia vital de Albert. Como estas dos ciudades tan distantes la una de la otra, ambos hombres hacían lo posible por no encontrarse en Barranquilla.
“¡No le conozco personalmente!” … afirmaron siempre el uno del otro. La cortesía envolvió esa mentira que ambos solían echar para contestar la pregunta de cualquier forastero acerca de la presencia cercana de algún otro hombre que hablara tan bien el alemán. Ernst lucía más indeferente acerca de ese permanente desencuentro.
¿Por qué se encontraba Ernst en este país latino, en esta ciudad caribe? Él habría contestado así:
“¿Quién necesitaba a un piloto alemán allá? Fuimos vencidos en dos guerras mundiales y no solamente esto, nos encontrábamos moralmente derrotados, muchos emigrábamos, huyendo. En un país latino como este, con la topografía que tiene, los aviones eran los medios de transporte idóneos, mucho antes que en cualquier otro sitio del mundo. Además, a este país habían llegado ya muchos de los nuestros durante todo este siglo. Fuimos los primeros en navegación fluvial y aérea.”
Un atrevido podría haberle seguido preguntando: “Pero aquí, además nadie les exigió tampoco que explicaran …¿qué hiciste en la guerra, dónde estuviste antes!...¿No es cierto?” .
Y Ernst enfurecido habría contestado: “¿Qué hice yo que otro en mi lugar no habría hecho también? Los aviadores americanos por ejemplo, que arrasaron las ciudades alemanas. ¿Qué otra cosa hicieron nuestros enemigos, aviadores como yo? Ellos ganaron y yo perdí. Esto es la diferencia que yo veo.”
“¡Hay mucha diferencia!” habría dicho Albert si hubiese estado presente en esa conversación.
“¡No conozco sus motivos personales, supongo que fueran honrados, pero la causa por la que luchó y expuso su vida fue el crimen más grande del siglo.”
“Yo nunca he discutido esto!” contestaría Ernst. “¿Pero por qué cree ud. que a mí no me causó dolor y vergüenza? Yo defendí aquella lejana causa de mi patria porque yo era piloto;lo mismo hicieron mis enemigos; yo era piloto de un avión JU52, el avión clásico de transporte.”
Posteriormente la actividad militar de Ernst en la Segunda Guerra en el año 1940 fue muy breve:
El tercer día de aquella guerra contra Inglaterra, Ernst se encontraba nadando, protegido de un chaleco salvavidas, en las frías aguas del Mar del Norte. Gracias al pesado uniforme de aviador pudo resistir la baja temperatura durante cierto tiempo. Los aviones caza ingleses que habían tirado abajo su Heinkel 111 dedicado a la exploración en un vuelo solitario habían comunicado a un barco guardacosta inglés que unos sobrevivientes de la tripulación del avión alemán que acababan de abatir se encontraban nadando en el agua. Ernst tuvo suerte, porque aun no existía el decreto del alto mando británico ordenando eliminar a tiros las tripulaciones alemanas sobrevivientes que encontraran en el mar. (Para justificar ese flagrante crimen de guerra había una razón evidente militar: evitar que fueran rescatadas por alemanes para cumplir nuevamente misiones militares contra Inglaterra. La escasez de pilotos en la Luftwaffe era evidente y el piloto experimentado valía más que su avión).
Aún así, sólo Ernst fue rescatado. (Y esta es una de las innumerables historias de buena suerte que acompañaron la intrépida viva de este hombre hasta su mediana edad). Los demás tripulantes del avión, uno trás otro, habían desaparecido poco antes de la llegada del guardacosta británico. Ellos no pudieron aguantar más el frío. “ He sido gordo siempre,” … solí explicar… “la grasa para algo sirve también.”
El resto de la guerra lo pasaría en un campo de prisioneros inglés en El Canadá.
“Aprendí inglés y leí toda la literatura disponible. A los prisioneros nos estaba vedado trabajar, de acuerdo a la Convención de Ginebra. Así hice multiples estudios como autodidacta. Esto impresionó tanto a nuestros guardas británicos que me consideraron ‘¡ardiente antinazi alemán!’ y fui el primero de los prisioneros que pudo volver a Alemania después de la guerra.”
Mientras Ernst estaba en El Canada disfrutando del régimen de prisioneros, tratados conforme a la Convención de Ginebra, Albert permanecía encerrado en terribles prisiones franquistas como un criminal de guerra. Menos mal que le habían dejado algunos libros que llevaba, de Hermann Hesse y sobre todo de Rilke, el poeta que lo había acompañado durante toda su vida. “Intenté traducir estos textos poéticos y logré dominar mis angustias y mi desesperación.” decía Albert después de su liberación. “La literatura me ha salvado la vida.”
Yo que mantuve siempre la amistad con ambos como un preciado bien, me preguntaba a frecuentemente con este proverbio alemán no es de fácil traducción:
“Wie wird man, der man ist?“ “¿Cómo se hace, lo que uno es? O ¿Cómo uno logra llegar a ser quien ha de ser?. En fin, ¿cómo se desarrolla una personalidad, un carácter?”
Apliquemos la frase a las biografías de Ernst Breiler y de Albert Assa ¿Habría sido capaz Ernst de combatir en el frente del Ebro contra Franco?
¿Podría haber dirigido Albert un avión de combate contra Inglaterra?
Imposible, dirá quien los ha conocido… Posible, digo yo, suponiendo que los antecedentes de nacimiento y educación hubiesen sido diferentes.
“Man denkt, wie man aufwächst“ es otro proverbio complejo: “Uno piensa tal como era educado y cómo se desarrolla.”
Naturalmente no todo es relativo: La conciencia humana conoce valores universales. Sin embargo debajo de esta línea roja que nos separa de crímen, deshonor e indecencia nos movemos en mundos que se rozan, chocan y se sobreponen unos sobre otros y que en cierta medida son intercambiables.
La muerte ha separado definitamente las vidas de ambos hombres y nunca sabré de aquel juicio del más allá, si existe, si será más sabio que esta provisional valoración que realizo yo, que conocí a los dos.
18.05.2007
y en octubre 2017 fmpeter
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