Aristocracia -- ¿Llena de Gracia?
“Alter Adel, immer edel” : Oh vieja nobleza, siempre excelente.
Se demuestra este antiguo
decir dando una mirada sobre la historia, la alemana naturalmente, porque sobre
ese tema me atrevo a relatar algo.
Von Kotzbue es el nombre de la noble dinastía radicada en las orillas del Mar Báltico
donde se cruzaban distintas etnias, culturas y religiones. Los Kotzebue poseían extensas tierras en
una región que hoy es de estones, lituanos,
letones y rusos. También los alemanes, fundadores de ciudades como Reval y Riga
o Königsberg, que resultaron tragados por la guerra caníbal o desplazados y
expulsados cuando esta terminó. Eso también fue el destino de los Kotzebue, nombre báltico, pero alemanes
de raíz.
Cómo tales habían servido
a distintas patrias: algunos de ellos en uniformes del Zar en los diversos
frentes de su imperio, el mayor del mundo. Otros uniformados prusianos, con una
imparable vocación por las artes, la
literatura, el inventarse la vida. Se destacaron Otto von Kotzebue, navegante ruso, investigador de los mares entre
Alaska y la Isla de Pascuas en el siglo 18, y August von Kotzebue, autor de numerosas comedias y escritos que
divertían el público en la entonces Alemania o, mejor, como se llamaba en esa época
después de la era napoleónica.: Confederación Tedesca (Der Deutsche Bund),
Mucha fama tenía este August von Kotzebue, más conocido que
Goethe de quien fuera contemporáneo, admirado por un público ansioso de leer y
ver, porque los burgueses alemanes
llenaban las salas de teatro para aplaudir :
¡Viva Kotzebue!
Sucedió que este autor,
amado y venerado en exceso tenía también enemigos, mortales; porque Kotzebue
era el representante oficial del gobierno prusiano ante el consejo de la Confederación
y esa institución era odiada a muerte por los estudiantes que soñaban con otra
Alemania, la de “Negro, Rojo, Gualda”, la democrática y unificada. Para ellos
el tricolor alemán debía reemplazar el odiado aguilucho negro prusiano que impedía y obstruía todo lo que la historia con
urgencia demandaba. El representante del aguilucho, ese mediocre escribiente,
con cara de mongol retardado, era el objetivo visible de autocracia y de
sumisión. Pero existía Georges Sand,
el estudiante de teología y miembro de la agrupación de estudiantes
“Franconia”, un “Burschenschaftler” idealista y violento. Llegó, bien preparado
y lleno de canciones revolucionarias, exaltado tras la quema de símbolos
reaccionarios entre ellos los escritos por Kotzebue… se acercó con una daga escondida
en la manga, y se la hundió en el corazón al viejo reaccionario. Y este murió
delante de su pequeño nieto y dispuesto a darle el autógrafo que creyó que le
iba a pedir su asesino.
Sand se hirió con
intención de suicidio público, en el pecho con la misma arma, pero no logró
morir. Fue rescatado, sentenciado y decapitado en la ciudad de Mannheim. Este primer
“terrorista” alemán provocó una ola de entusiasmo en toda Alemania. Se hicieron
verdaderas romerías, peregrinajes a su tumba en Mannheim donde todavía existe
un monumento llamativo.
En cambio la tumba de su
víctima, August von Kotzebue, en el lejano este ahora Rusia, se la comió el
tiempo.
Nadie se acuerda de él,
ni de su obra teatral, banal, kitsch popular se diría con el tiempo. Sin
embargo, Goethe director del
Nationaltheater Weimar dejó que se presentara una obra Kotzbue. El gusto del
público no se debe ignorar, dijo el autor del Fausto con resignación.
Bien pero…¿qué más pasó
con los Kotzebue?
Yo conocí a uno. Rurik von Kotzebue se llamaba, “el
último” decía él ignorando a las tres hermanas que vivían también.
Rurik era un muchacho de
unos veinte años y trabajaba en una finca grande muy cerca de Frankfurt. El
dueño de esta finca practicaba un estilo de aristocracia semirural próxima a
los Junker prusianos. Supongo que era esa la razón por la que había acogido a
este refugiado sobreviviente que además llevaba el sonado nombre de Kotzebue. Y a Rurik le tocó en la infancia
realizar lo que numerosos criados hicieron por él y por sus antepasados : alimentar
a cerdos y vacas, limpiar establos y
amarrar los caballos a los carros. Lo supo hacer y lo hizo bien, no perdió el
ánimo, ni la sonrisa. No estudiaba, pero algo tramaba su mente:
Yo me fui del pueblo y no
supe más nada de él. Me contaron que había emigrado a Namibia, África, la que
había sido temporalmente colonia alemana antes de la Primera Guerra. Allí hasta
hoy existe una numerosa minoría de alemanes.
Rurik en Namibia, eso sí
que despertó mi curiosidad. He investigado y encontré que existe una empresa
que organiza Safaris, expediciones de cacería sobre el territorio semidesértico
del país africano; esa empresa mantiene además una línea directa de aviación
con una ciudad en Alaska cuyo nombre es… Kotzebue!
Sabemos que antes de ser americana, Alaska era rusa y por ahí pasó el
explorador llamado Otto von Kotzebue, navegante ruso.
Si mi sexto sentido no me
engaña, he verificado lo que dice el título: Aristocracia y excelencia sobreviven a las revoluciones, asesinatos y
otras calamidades. Te felicito Rurik, si es cierto que lo hiciste tu solito ¿o quizá
te ayudaron los de tu gremio, tíos, primos y el largo etcétera?
friedrichmpeter agosto
2017
edición
anavictoria
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