“¡No olvides el látigo!” dijo este hombre tímido, asustadizo… ¡y se refería a las mujeres!
¿Qué motivos habrá tenido
para manifestar una sentencia tan bárbara?
Cinco mujeres le educaron
en su casa piadosa: la abuela, la madre viuda de pastor evangélico, dos tías y
sobre todo una hermana dominante y ambiciosa. Al pastor difunto debiera haber seguido nuestro hombre ya que
desde muy temprana edad le gustó predicar subido a una silla de la mesa. Ya de estudiante,
sin embargo, abandona muy pronto tal vocación familiar, pero nunca se alejará
de las mujeres que le inspiraron una fuerte y personal devoción.
Es torpe e inhibido,
escribe cartas, envía mensajes y se sirve de mensajeros, pero nunca obtiene
respuestas. En la ciudad de Colonia entró en un burdel, llevado allí por la
burla de un mensajero. Y las damas quedaron perplejas al verle tocar el piano
del sitio. Este hombre torpe se enamoró de la esposa del famoso compositor
Richard Wagner; invitó a numerosas mujeres a visitarle en Suiza donde vivía…
Ninguna le visitó. El amor de su vida fue Lou Salomé, una mujer extraordinaria,
pero no se atrevió a declararse a ella, le pidió a un amigo que lo hiciera en
su lugar. Y este, enamorado de la misma dama, por supuesto se la llevó.