O WEH… AY DE MÍ (posible traducción al español)
Versión
original:
Owê
war sint verswunden alliu mîniu jâr?
Ist
mîn leben mir getroumet oder ist ez wâr?
Daz
ich ie wânde, daz iht waere, was daz iht?
Dar
nâch hân ich geslâfen und enweiz ez niht.
Nû
bin ich erwachet und ist mir unbekant,
daz
mir hie vor was kündic als mîn ander hant.
Liute
unde lant, dar inn ich von kinde bin erzogen,
die
sint mir fremde worden reht als ob ez sî gelogen.
Die
mîne gespiln wâren, die sint traege unde alt.
Bereitet
ist daz velt, verhouwen ist der walt.
Wan
daz daz wazzer fliuzet als ez wîlent floz,
für
wâr ich wânde mîn ungelücke wurde grôz.
Mich
grüezet maniger trâge, der mich bekande ê wol.
Diu
welt ist allenthalben ungnâden vol.
Als
ich gedenke an manigen wünneclîchen tac,
die
mir sint enpfallen als in daz mer ein slac,
iemer
mêre ouwê.
Walther
von der Vogelweide, Juglar
de la Edad Media cuyas probables fechas y lugares de nacimiento y muerte hayan
sido, alrededor de 1170 en la actual Baja Austria el primero y alrededor de 1228 en Wurzburgo, la segunda,
Traducido al alemán actual:
O weh, wohin
sind alle meine Jahre entschwunden? / Habe ich mein Leben nur geträumt, oder
ist es wirklich? / Was ich immer glaubte, daß es sei - war das wirklich etwas?
/ Demnach habe ich geschlafen und weiß es nicht. / Jetzt bin ich erwacht, und
ich kenne nicht mehr, / was mir zuvor bekannt war wie eine meiner Hände. /
Leute und Land, wo ich von Kind an aufgezogen worden bin, / die sind mir fremd
geworden, genau so, als wäre alles erlogen. / Die meine Gespielen waren, die
sind jetzt träge und alt. / Felder sind bebaut, der Wald ist gerodet: / Wenn
nicht die Gewässer wie früher fließen würden, / fürwahr, dann glaubte ich, daß
mein Unglück groß wäre. / Viele grüßen mich kaum mehr, die mich früher gut
gekannt haben. / Die Welt ist überall voller Undank. / Wenn ich an die vielen
herrlichen Tage denke, / die mir vergangen sind wie ein Schlag ins Wasser - /
immerdar o weh!
Traducción al español:
“¡Ay de mi! ¿Adónde se han ido todos
mis años? / ¿He soñado mi vida o ha sido verdad?/¿Era real lo que creí que sucedía
o sólo fue un sueño? /Supongo que me dormí sin darme cuenta./ Ahora despierto y
no reconozco lo que me era tan familiar como mi propia mano. / La gente y la
tierra donde fui criado, / se volvieron extraños para mi, tal como si fuesen
imaginados. / Quienes fueran mis compañeros de juegos se han vuelto torpes y
viejos. / Las tierras están cultivadas, el bosque talado: / si no fuera por los
arroyos que corren como antes,/ de verdad creería en mi inmensa desgracia./
Amigos de antaño ya no me saludan. / El mundo se ha vuelto extraño y grosero./
Recordando tantos días felices/ que desaparecieron como un golpe en el agua / repito:
¡Ay de mi!”
Envejecer sigue
siempre siendo lo mismo, el ritmo biogenético de nuestros cuerpos nos hace vivir
similares experiencias aunque existamos en tiempos tan diferentes y en
condiciones de vida bastante cambiadas.
Cientos de años
nos separan a Walther – un juglar memorable del siglo 13 – y a mí, su lector moderno.
Sin embargo comparto con él este lento y
melancólico descenso de la vitalidad. El
mundo cambia y la mente percibe este cambio con
dolor y desengaño. “O weh!” exclama Walther y yo compaño
su sencillo lamento porque exactamente me sucede lo mismo cuando me acerco a personas
y lugares que conocí de siempre y que abandoné en el curso de mi vida. Ya no
son cómo los conocí, cómo los tengo grabados en mi memoria. Ya no le saludan
los amigos de antes, dice Walther; tal vez no le reconocieron, le olvidaron o
le borraron de su memoria.
Los recuerdos son
selectivos y la realidad es cambiante. Nunca vuelve lo que desapareció, por
bien o mal. “Verweile doch!” es el clamor de Faust y pidió, en su pacto con el
diablo, lo que aquel nunca sería capaz de cumplir: que paren los relojes que
marcan la tierra entre cielo e infierno.
Einstein –ser real- aparecería
después de Goethe y superó el saber de Mefisto, porque develó que el verdadero
tiempo es “relativo”. ¿Permitirá eso alguna opción especulativa que nos
permitiera conocernos a Walther y a mí? Creo que no; lo pasado, pasado está.
Permitido es especular sobre el futuro, el pasado descansa en la inmóvil
quietud.
La fantasía de este atardecer
que vivo me transporta a la ciudad de Wurzburgo, capital de la región de
Franconia, situada en Baviera. Junta al río Main (Meno) se extiende una de las
ciudades más hermosas de Europa, aún a pesar de los terribles destrozos
causados por los bombardeos durante la SGM. Rodeada de viñedos encierra el
secreto de la etapa final de la vida del juglar Walther que encontramos esta
frase:
“Ich hân mîn
lêhen, al die werlt, ich hân mîn lêhen!”
(¡Tengo mi casa, tengo
mi casa, que todos lo sepan!)
Los intérpretes
están de acuerdo que aquí, en Wurzburgo, fue donde concluyó la vida errante del
juglar poeta que dejó atrás una obra excepcional, sorprendentemente moderna.
El menospreciado
e ignorado juglar, el poeta y cronista talentoso, el visitante y transhumante quien pasaba fríos y sufría desprecios,
finalemente se pudo sentar delante de una y propia chimenea humeante para
soñar. Un generoso mecenas un “kuenec”
lo hizo posible. Y yo me lo imagino también sentado en el borde del río Main, con
una o dos copas demás -que para Walther así funcionaba- viendo las aguas pasar,
oyendo las voces jóvenes cantar. Ahí en algún lugar desconocido dejó de
respirar. Él ha dicho en versos y en una
lengua olvidada lo que yo siento.
Ha muerto, pero
no desaperecerá mientras hay quien lee sus versos.
friedrichmanfredpeter julio 2017
edición
anavictoria
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