jueves, 2 de octubre de 2014

Rainer Maria Rilke, Herbsttag

Herr, es ist Zeit. Der Sommer war sehr groß.

Leg deinen Schatten auf die Sonnenuhren,

und auf den Fluren lass die Winde los. 



Befiehl den letzten Früchten, voll zu sein;

gib ihnen noch zwei südlichere Tage,

dränge sie zur Vollendung hin,
und jage
die letzte Süße in den schweren Wein. 



Wer jetzt kein Haus hat, baut sich keines mehr.

Wer jetzt allein ist, wird es lange bleiben,

wird wachen, lesen, lange Briefe schreiben

und wird in den Alleen hin und her

unruhig wandern, wenn die Blätter treiben.

(Paris 1902)


Señor, la hora llegó. Muy largo fue el verano.
Pon tus sombras sobre los relojes de sol,
y sobre los campos desata los vientos.

Manda madurar los últimos frutos;
dales dos días más de sol del sur,
haz que esten perfectos,
y llena de dulzor el vino  pesado.

Quien ahora no posee casa, ya no la construirá.
Quien ahora está solo, solo se quedará,
despierto estará, leyendo, escribirá largas cartas
y caminará sobre las avenidas, arriba y abajo,
inquieto, mientras las hojas van volando.

Mi traducción es mejorable, tal vez miserable, lo sé. Pero la hora llegó para ocuparme de Rilke.
Acaban de leer el mejor poema en lengua alemana dedicado al otoño. Y el lector o la lectora preguntará: ¿Es realmente un poema dedicado a esa estación, que año tras año se repite con idénticas imágenes sobre los bulevares y avenidas de Paris o de otra ciudad centroeuropea, cualquiera?
Habla el autor directamente a Dios, le llama señor, o más brevemente en alemán "Herr", tal como uno se dirige al vecino de al lado o a un desconocido en la esquina de la calle. Y le recuerdo que ya llegó el otoño y que hay muchas cosas que hacer.
Parece que el poeta tiene dudas, si este señor se acuerde de todo eso y lo haga correctamente.
También manifiesta un tono de queja: ¡Muy largo este verano!
Al señor se le fue la mano: ¡Mucha calor! Pero todavía  hay tiempo para reparar o recompensar lo que aun no se hizo: que madure la fruta, que endulce el vino. Sólo dos días más le pide, para completar la obra para que sea notable.

Pero no hay campo para el optimismo, cuando los vientos rugen sobre los campos pelados. Quien ahora no posee casa, ya no la tendrá; y quien ahora está solo, solo se quedará. Este otoño no es un idilio de colores, no es un "indian Summer", es preludio del invierno, de frío y de soledad.
Estar sin casa y además solo, eso es grave. Y en esta situación se encuentra en el momento de escribir estas palabras. Aun no fue secretario del escultor Rodin, y el dinero no le  alcanzó para nada. La literatura no paga y el autor no tiene duda que el señor, der Herr, tampoco lo hará.
Este poema no es una oración, aunque vista de esta manera. Rilke no era creyente.
Le quedan las caminatas entre las hojas caidas que el viento arrastra y acumula a desaire. ¿Rilke, una hoja entre tantas, caida?
Algo queda, el poema manifiesta un puño cerrado: ¡Despierto le encontrará este tiempo, leyendo, escibiendo largas cartas! ¿Aquién las dirige? No nos lo dice; y no importa: escribirá, caminará, es poeta sin remedio, sobrevivirá hasta donde llegue el aliento.

manfred octubre 14

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