Herr, es ist
Zeit. Der Sommer war sehr groß.
Leg deinen
Schatten auf die Sonnenuhren,
und auf den
Fluren lass die Winde los.
Befiehl den
letzten Früchten, voll zu sein;
gib ihnen noch
zwei südlichere Tage,
dränge sie zur
Vollendung hin,
und jage
die
letzte Süße in den schweren Wein.
Wer jetzt kein
Haus hat, baut sich keines mehr.
Wer jetzt
allein ist, wird es lange bleiben,
wird wachen,
lesen, lange Briefe schreiben
und wird in den
Alleen hin und her
unruhig
wandern, wenn die Blätter treiben.
(Paris 1902)
Señor, la hora llegó. Muy
largo fue el verano.
Pon tus sombras sobre los
relojes de sol,
y sobre los campos desata
los vientos.
Manda madurar los últimos
frutos;
dales dos días más de sol
del sur,
haz que esten perfectos,
y llena de dulzor el
vino pesado.
Quien ahora no posee
casa, ya no la construirá.
Quien ahora está solo,
solo se quedará,
despierto estará, leyendo,
escribirá largas cartas
y caminará sobre las
avenidas, arriba y abajo,
inquieto, mientras las
hojas van volando.
Mi traducción es mejorable, tal vez miserable, lo sé. Pero la hora
llegó para ocuparme de Rilke.
Acaban de leer el mejor poema en lengua alemana dedicado al otoño.
Y el lector o la lectora preguntará: ¿Es realmente un poema dedicado a esa
estación, que año tras año se repite con idénticas imágenes sobre los bulevares
y avenidas de Paris o de otra ciudad centroeuropea, cualquiera?
Habla el autor directamente a Dios, le llama señor, o más
brevemente en alemán "Herr", tal como uno se dirige al vecino de al
lado o a un desconocido en la esquina de la calle. Y le recuerdo que ya llegó
el otoño y que hay muchas cosas que hacer.
Parece que el poeta tiene dudas, si este señor se acuerde de todo
eso y lo haga correctamente.
También manifiesta un tono de queja: ¡Muy largo este verano!
Al señor se le fue la mano: ¡Mucha calor! Pero todavía hay tiempo para reparar o recompensar lo que
aun no se hizo: que madure la fruta, que endulce el vino. Sólo dos días más le
pide, para completar la obra para que sea notable.
Pero no hay campo para el optimismo, cuando los vientos rugen
sobre los campos pelados. Quien ahora no posee casa, ya no la tendrá; y quien
ahora está solo, solo se quedará. Este otoño no es un idilio de colores, no es
un "indian Summer", es preludio del invierno, de frío y de soledad.
Estar sin casa y además solo, eso es grave. Y en esta situación se
encuentra en el momento de escribir estas palabras. Aun no fue secretario del
escultor Rodin, y el dinero no le alcanzó
para nada. La literatura no paga y el autor no tiene duda que el señor, der
Herr, tampoco lo hará.
Este poema no es una oración, aunque vista de esta manera. Rilke
no era creyente.
Le quedan las caminatas entre las hojas caidas que el viento
arrastra y acumula a desaire. ¿Rilke, una hoja entre tantas, caida?
Algo queda, el poema manifiesta un puño cerrado: ¡Despierto le
encontrará este tiempo, leyendo, escibiendo largas cartas! ¿Aquién las dirige?
No nos lo dice; y no importa: escribirá, caminará, es poeta sin remedio,
sobrevivirá hasta donde llegue el aliento.
manfred octubre 14
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