Una mirada atrás por F. Manfred Peter
¿Dónde están los indios?
El que los buscara no los encontraría. Son casi
invisibles, pero naturalmente están presentes entre todos los que habitan ese
país; nunca abandonaron su tierra.
--Un suceso en los Llanos Orientales me llamó la
atención:
Un grupo de colonos, propietarios de ganado
vacuno, había puesto “trampas“ para coger a los indios que - según ellos -
les robaban ganado. Eran trampas mortales. Los autores de estos hechos declararon
públicamente que ellos no tenían conocimiento que estuvieran haciendo algo
prohibido por la ley.
–¿Cómo combatir a unos ladrones invisibles?
decían ellos.
–Los indios son invisibles y causan daños desde
la clandestinidad, opinaron justificando esos crímenes.
--Un aviador extranjero que conozco descubrió un
lugar precioso en Sierra Nevada. El lugar ofrecía fácil aterrizaje para la
pequeña avioneta, un arroyo de aguas cristalinas al borde de una pradera, un
lugar ideal para aterrizar y construir una pequeña casita para descansar. Lo
inconveniente era que se encontraba dentro de la zona reservada para grupos
indígenas kogüi que pertenecen a la etnia de los históricos tayrona.
–Pero, como todo tiene su precio, eso también
tendría solución, pensaba el hombre y comenzaba a traer materiales de
construcción para levantar su casita. Nunca vio a nadie y él tampoco salió
del lugar escogido para hacerse ahí un pequeño refugio, lejos de las
tribulaciones que caracterizaban su vida agitada como piloto y empresario de la
fumigación aérea.
Cuando la casita estaba casi lista, le esperaba
una sorpresa. A veinte o treinta metros de distancia vio a un indio, vestido a
la manera de los kogüi con un sayo largo blanco de algodón y el gorro de lana
de oveja. Llevaba una mochila fabricada del mismo material.
– Es el cacique, pensó y era cierto.
– Viene a cobrarme el alquiler, pensó y era
cierto también.
A partir de ese primer encuentro, el cacique
siempre le esperaba cuando la avioneta aterrizaba y el piloto le entregaba una
caja grande llena de artículos de primera necesidad. Así siguió la cosa
durante algunos años:
Llegaba el avión, el indio se acercaba, recibió
la caja y desapareció. Nunca había otros indios, nada más él sólo y nunca
hablaban.
El piloto a veces traía también a su familia,
la mujer y los hijos. Nunca se alejaban mucho de la cabaña. Pensaban que no
era conveniente hacerlo.
Un día sucedió lo que suele suceder en todos
los casos idílicos: el acuerdo finalizó, la tregua se suspendió.
Esta vez el piloto había traido una bolsa grande
y repleta de cosas y, porque era Navidad, había agregado un montón de regalos
más, juguetes para niños, lámparas con sus pilas, etc.
Y esta vez, el piloto se dirigió al cacique y le
dijo más o menos así con señas más que con palabras:
–Y tú, ¿Qué me vas a regalar a cambio de todo
eso? es Navidad.
El cacique había comprendido la pregunta y de
inmediato se reflejaron sorpresa e ira en su cara.
–¿Por qué no me das esa mochila? A mi hija le
gustará, siguió el piloto.
El cacique ya había dado media vuelta, se
volvió atrás, y ahora el piloto le notó una expresión de odio y rabia. Sin
decir más nada, el indio se quitó la mochila y se la tiró delante de los
pies y sin ningún saludo desapareció entre los arbustos.
–¿Qué habré hecho? pensó el piloto,– para
provocar una reacción así.
–Ya se calmará, se decía.
Pues no era así. Cuando volvió nuevamente,
desde arriba pudo observar que la cabaña estaba quemada y cuando había
aterrizado no le esperaba el indio y así quedó la cosa.
¿Qué había ocurrido? ¿Qué explicación tiene
ese comportamiento extraño?
El piloto, sin querer ni saber, había
cuestionado la autoridad del cacique indígena. Antropólogos dicen que la
autoridad de un jefe indio radica en su capacidad de hacer regalos a sus
súbditos. Por eso los caciques suelen ser los más pobres de la tribu.
Le obedecen y lo toleran mientras demuestra su
capacidad de beneficiar a su gente. El cacique debe presentarse ante los suyos
como autoridad que recibe dátivas en forma de tributo de los forasteros. Esos
extraños, en ese caso el piloto, entregan el tributo
a cambio de nada. Es la pura autoridad del jefe que así lo demanda y así lo
consigue. Al pedir un regalo a cambio, el piloto había violado la regla
número uno. Para demostrar ante los suyos que su autoridad no había sufrido
daño, mandó a quemar la cabaña. Trato hecho, trato roto.
Durante todos estos años el piloto nunca había
visto a ningún indio. Pero estaba seguro que lo estaban vigilando y el cacique
sabía también que la escena del conflicto la habían presenciado muchos ojos
escondidos entre los arbustos.
Los indios son invisibles, y esto era su
principal problema en la confrontación con la cultura de los occidentales. Esa
cultura ruidosa y misionera, exhibidora de pasiones y de gestos teatrales sigue
diametralmente opuesta al modo de ser de los indios. El indio prudentemente se
pone a un lado, trata de hacerse pequeño e invisible. El conquistador español
con frecuencia interpretaba esta actitud como traicionera, maliciosa e
irresponsable, la “malicia indígena“, y solía reaccionar con impaciencia y
furia ibérica.
En el fondo se trataba de una confrontación de
mentalidades creadas y desarrolladas en total oposición:
- La mediterránea, bulliciosa y exhibicionista,
reducida y moderada a través de la imagen del conquistador castellano serio y
cauteloso --- y por el otro lado--- la discreta y prudente forma de ser del
indio que prefería quedar anónimo e invisible cuando podía.
Al visitante extranjero le esperan numerosas
sorpresas cuando trata de encontrarse con las culturas precolobinas en este
país:
Dos visitas deben ilustrar eso: la primera al
Museo del Oro en Bogotá y la segunda a SanAgustín en el sur del país.
En el Museo del Oro del Banco de la República en
Bogotá están reunidos miles de objetos de la orfebrería precolombina. No
solamente es la calidad de los objetos que deslumbran al visitante, también es
la inmensa cantidad. Teniendo en cuenta que durante siglos estos tesoros
escondidos han sido perseguidos con mucho afán, es extraño que haya podido
salvarse tanto. Se habían hecho para ser invisibles. Nunca fueron hechos para
ser exhibidos, pertenecieron al ajuar funerario y fueron enterrados con los
muertos para acompañarles en su viaje a través de las tinieblas. Ninguno de
estos objetos fue de uso realmente. Así se explica la decepción de los
conquistadores que practicamente no encontraron
tesoros ningunos. El oro era invisible y por eso
sólo quedó el sueño de El Dorado.
En San Agustín el visitante se enfrenta a un
bosque de estatuas de piedra, colocadas por los arqueólogos de forma armoniosa
en medio de un paisaje idílico. Pues, esta impresión moderna es completamente
equivocada. Estas estatuas desde un principio y siempre se encontraban
enterrados bajo la tierra. Durante siglos, nadie tenía conocimiento de su
existencia. Reposaban sepultados allí y prudentemente escondidos. Sólo hace
un siglo fueron descubiertos por una casualidad y debe de haber muchísimos
más, aunque la investigación practicamente está paralizada debido a la presencia
de la guerrilla en la región. No hay duda que el artista indígena no había
buscado publicidad ninguna, los había querido esconder y hacerlos invisibles
para los ojos de los vivos. Muy probablemente deberían haber acompañado a los
muertos. Pero sobre eso la arqueología no ha podido sacar nada en concreto
porque no se hallaron ningunos restos de una actividad funeraria en el lugar.
Sigue siendo un enigma.
Los “reinos“ de los tayrona o chibcha y sinú en
Colombia fácilmente se derrumbaban ante el impetú de la conquista. Los
historiadores nunca se preguntaban si tal vez nunca hayan existido. Nuestro
punto de vista eurocéntrico nos impide mirar otra cultura bajo criterios
completamente distintos de los
nuestros. Tal vez estos “reinos“ no eran más que
fabulaciones del visitante forastero.
¿Por qué pensamos que los primeros colonizadores
eran diferentes de los actuales turistas que tampoco se dan cuenta de lo
esencial cuando fotografían lo casual y superficial? ¿No podría ser que su
organización social haría supérflua la presencia político - estatal? ¿No
habrán confundido a los caciques a los que trataron con los “reyes“ europeos
que conocieron?
El mundo indígena precolombino era tan diferente
del europeo que hasta en el paisaje se notaba. Bajo los árboles altos de la
Sierra Nevada se escondían poblados con miles de habitantes. La zona estaba
densamente poblada, mucho más que actualmente; lugares como “Ciudad Perdida“
recientemente descubierta así lo demuestran.
Los conquistadores no se daban cuenta de indios
hasta que se encontraban en medio de ellos o pasaron de largo cuando a menos de
una milla de distancia se encontraba un poblado grande con un número de
habitantes mayor que una ciudad europea de aquella época.
Los paisajes europeos después de la tala de
bosques han sido tallados y transformados por la actividad de los hombres, una
labor que comenzó en la antigüedad y dura hasta el día de hoy. En Europa no
hay ningún rincón original.
La población numerosa precolombina sobre el
territorio actual de Colombia casi no había alterado su medio ambiente, vivía
en él y convivía con numerosos seres más, plantas y animales culturizados
durante miles de años de selección.
Sin tratar de idealizar esta convivencia
lamentamos que casi toda esta vida esté desaparecida definitivamente. Pero nos
damos cuenta que los restos que de ella aun son visibles todavía representan
un punto de referencia. La pequeñímisa minoría de indios autóctonos que
aún subiste en lugares reservados para ellos y en zonas apartadas, tal vez no
sea más que un punto folclórico actual. Pero existe una pervivencia india en
la gran masa de la población colombiana. Basta con mirarles caras y figuras y
escuchar su hablar melodioso y de discreta y clara vocalización del español
que lo hace exquisito y delicado, característica que falta totalmente en el
habla peninsular español. El proceso de mestizaje, no suficientemente valorado
en los análisis de la sociedad moderna, parece concluido. Sin hacerme partidario
del indigenismo, que es una ideologia moderna promovida por intelectuales
universitarios y aprovechada por vivos intereses políticos, considero que la
herencia cultural indígena aun está por recuperar y revitalizar. Esta actitud
no se debe dirigir contra nadie y menos contra los otros elementos más de la
herencia cultural, la africana y la hispana.
FMP 2007
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