Una mirada
atrás, por F.Manfred Peter
Muchas
actividades docentes que yo realizaba en Barranquilla eran debido a la
intervención de Casandra.
Casandra me invitó a dar conferencias, a escribir artículos para el Diario del Caribe, a dar clases en la Universidad del Atlántico y a enseñar filosofía en sexto de bachillerato del Instituto Experimental del Atlántico, instituto de educación secundaria fundado por Casandra, quien también ocupaba la dirección.
Casandra me invitó a dar conferencias, a escribir artículos para el Diario del Caribe, a dar clases en la Universidad del Atlántico y a enseñar filosofía en sexto de bachillerato del Instituto Experimental del Atlántico, instituto de educación secundaria fundado por Casandra, quien también ocupaba la dirección.
¿Quién era
Casandra?
Cuando lo conocí era un hombre mayor de sesenta años, de mediana estatura, pelo blanco liso y peinado con atención.Siempre iba vestido rigurosamente de blanco. Llevaba guayabera blanca y zapatillas blancas también. Para protegerse del sol del mediodía gastaba cachucha blanca. Andando con afán - así se dice en la costa colombiana - moviendo los pies rápidamente en pasitos muy cortos. Así se le veía y con frecuencia buscando un taxi. Casandra no manejaba coche y creo que casi todos los taxistas de Bqlla le conocían porque solía dar propina generosamente después de repasar con ellos los eventos más importantes del día. De piel muy blanca y labios delgados representaba todo menos un hombre de orígen oriental. Pero así era, Casandra había nacido en Istambul, Constantinopla de la antigüedad, Bizancio del medievo.
–Soy Bicantino, solía contestar cuando alguien preguntaba de dónde era. Pero esto sucedió muy pocas veces, porque todos lo conocían - así parecía - desde siempre. Su presencia era tan común que parecía que formaba parte de la ciudad desde su fundación.
Era turco porque hablaba este idioma, pero hablaba otros idiomas más, un auténtico bizantino revivido. No es extraño que había elegido “Casandra“ como seudónimo de sus columnas en los periódicos locales, tanto en el Diario del Caribe como en El Heraldo.
¿No era Casandra aquella profetisa que decía la verdad y nadie le creía? Así había sucedido hace tres mil años en el Oriente Medio, precisamente en Troya y no muy alejado del lugar donde mucho más tarde se encontraba Bizancio, ciudad de muchas culturas, lenguas y religiones.
Casandra se
llamaba Alberto Assa en la realidad de la vida diaria, casado con Nuria - mujer
catalana- y padre de dos hijos que vivían ya lejos de la casa familiar.
La muerte prematura de un hijo sucedió durante los años ochenta y aceleró el deterioro de la salud precaria de su padre, el Profesor Assa. Así lo llamaba, y así lo conocía hasta el gato, todo el mundo en Barranquilla. Naturalmente Assa no tenía solamente amigos aunque la mayoría de los enemigos se habían quedado atrás, en Europa. Alberto Assa era un sobreviviente de la Guerra Civil Española. En su tiempo había formado parte de las Brigadas Internacionales, batallón Thaelmann, el batallón de los alemanes.
La muerte prematura de un hijo sucedió durante los años ochenta y aceleró el deterioro de la salud precaria de su padre, el Profesor Assa. Así lo llamaba, y así lo conocía hasta el gato, todo el mundo en Barranquilla. Naturalmente Assa no tenía solamente amigos aunque la mayoría de los enemigos se habían quedado atrás, en Europa. Alberto Assa era un sobreviviente de la Guerra Civil Española. En su tiempo había formado parte de las Brigadas Internacionales, batallón Thaelmann, el batallón de los alemanes.
¿Cómo
llega un turco a formar parte de un batallón de alemanes en la Guerra Civil
Española?
Pues Assa, que había nacido turco y bicantino de nación, fue francés de educación y alemán de formación. Después de visitar la escuela francesa en Istambul, los padres se trasladaron a Hamburgo en Alemania, y aquí es donde terminó Assa - Casandra el bachillerato y la formación universitaria. Terminó sus estudios de filosofía y literatura justamente en el año cuando Hitler llegó a ocupar la cancillería del Reich. Assa, entonces era un joven revolucionario con tendencias comunistas, y se iba a España cuando llamaba la Internacional a combatir el fascismo.
Pues Assa, que había nacido turco y bicantino de nación, fue francés de educación y alemán de formación. Después de visitar la escuela francesa en Istambul, los padres se trasladaron a Hamburgo en Alemania, y aquí es donde terminó Assa - Casandra el bachillerato y la formación universitaria. Terminó sus estudios de filosofía y literatura justamente en el año cuando Hitler llegó a ocupar la cancillería del Reich. Assa, entonces era un joven revolucionario con tendencias comunistas, y se iba a España cuando llamaba la Internacional a combatir el fascismo.
Muchos
izquierdistas alemanes de su generación creían que luchando contra Franco
combatirían a Adolfo Hitler, ya que su legión estaba allí, al lado de
Franco, la Legión Condor:
–“Y después, después -- la Cruz Gamada, la hundiremos en el Rín“, así cantaban.
Una ilusión, como bien sabemos.
Probablemente Assa no descargó nunca su rifle contra nadie, porque era el intérprete del batallón.
Y eso le salvó la vida. Porque cuando fueron detenidos un grupo de brigadistas y él en el frente del Ebro, todos perecieron fusilados menos él. Los moros ya lo habían separado antes del grupo porque le detectaron como hermano musulmán que, además, hablaba algo de árabe también. Pasó doce años en campos de concentración y en cárceles de España, los últimos años, antes de la amnistía, en las Islas Canarias. Fue amnistiado porque Colombia le dio asilo político y trabajo. Pudo reunirse con la esposa y el niño que había nacido ya y se establecieron en Barranquilla casualmente.
Y allí se quedaba para siempre.
–“Y después, después -- la Cruz Gamada, la hundiremos en el Rín“, así cantaban.
Una ilusión, como bien sabemos.
Probablemente Assa no descargó nunca su rifle contra nadie, porque era el intérprete del batallón.
Y eso le salvó la vida. Porque cuando fueron detenidos un grupo de brigadistas y él en el frente del Ebro, todos perecieron fusilados menos él. Los moros ya lo habían separado antes del grupo porque le detectaron como hermano musulmán que, además, hablaba algo de árabe también. Pasó doce años en campos de concentración y en cárceles de España, los últimos años, antes de la amnistía, en las Islas Canarias. Fue amnistiado porque Colombia le dio asilo político y trabajo. Pudo reunirse con la esposa y el niño que había nacido ya y se establecieron en Barranquilla casualmente.
Y allí se quedaba para siempre.
Casandra
siempre decía:
–Soy colombiano de adopción.
Para ser exacto, Barranquilla lo había adoptado.
Aquí en Barranquilla comenzó una nueva vida, aunque había gente que insinuaban por delante o por detrás que Casandra escondía un pasado político comunista. Efectivamente, así había sido, un pasado que había quedado atrás.
No recuerdo la larga lista de iniciativas culturales y fundaciones que llevan el nombre de Alberto Assa. Uno es el Instituto de Lenguas Modernas, donde los adultos pueden elegir entre un amplio abanico de ofertas nivel e intensidad de horario del idioma que desean aprender. Casi con seguridad se habrían encontrado con el profesor Assa como docente. El horario era de noche.
Otro es el Instituto Experimental del Atlántico que representa el reflejo fiel de su creador: Un colegio de secundaria gratuito para alumnos aptos y dispuestos a someterse a un programa educativo exigente. Los candidatos, niñas y niños, fueron seleccionados a través de exámenes de admisión de entre los egresados de escuelas primarias públicas de las zonas marginales de la ciudad
Durante los seis años que dura el ciclo de bachillerato colombiano se encontraban con un programa concentrado de asignaturas siempre relativas a las disposiciones e intereses manifiestos de los alumnos. Los alumnos, uniformados con vaqueros y camisas blancas, frecuentaban las clases durante todo el día. Almorzaron en el colegio. La financiación del experimento iba a cargo de la fundación que presidía el mismo profesor Assa. Existió un aporte oficial. Pero el presupuesto era alimentado principalmente a través de las donaciones privadas. Muchos profesores trabajaban ad honorem, otras entidades regalaban materiales didácticos. Había un taller para trabajos manuales y un salón con un amplio surtido de instrumentos musicales. A mí me tocaba la clase de filosofía en sexto. Concentré esta labor sobre la lectura de textos importantes de la historia de la filosofía y de manera dialogante nos acercábamos a ideas y conceptos complicados. Me resultó sorprendente observar el espíritu vivo e interesado de estos alumnos. Lo teórico no les era tan ajeno como en un principio había temido. Es más, comprendí que la pobreza de su vida familiar parecía haberlos preparado para ser más receptivos y sensibles que otros. Fruto de este trabajo era la publicación de un pequeño libro que reunía los textos que habíamos estudiado con algunas indicaciones didácticas para uso de otros profesores que, tal vez, tratarían de ir por el mismo camino.
–Soy colombiano de adopción.
Para ser exacto, Barranquilla lo había adoptado.
Aquí en Barranquilla comenzó una nueva vida, aunque había gente que insinuaban por delante o por detrás que Casandra escondía un pasado político comunista. Efectivamente, así había sido, un pasado que había quedado atrás.
No recuerdo la larga lista de iniciativas culturales y fundaciones que llevan el nombre de Alberto Assa. Uno es el Instituto de Lenguas Modernas, donde los adultos pueden elegir entre un amplio abanico de ofertas nivel e intensidad de horario del idioma que desean aprender. Casi con seguridad se habrían encontrado con el profesor Assa como docente. El horario era de noche.
Otro es el Instituto Experimental del Atlántico que representa el reflejo fiel de su creador: Un colegio de secundaria gratuito para alumnos aptos y dispuestos a someterse a un programa educativo exigente. Los candidatos, niñas y niños, fueron seleccionados a través de exámenes de admisión de entre los egresados de escuelas primarias públicas de las zonas marginales de la ciudad
Durante los seis años que dura el ciclo de bachillerato colombiano se encontraban con un programa concentrado de asignaturas siempre relativas a las disposiciones e intereses manifiestos de los alumnos. Los alumnos, uniformados con vaqueros y camisas blancas, frecuentaban las clases durante todo el día. Almorzaron en el colegio. La financiación del experimento iba a cargo de la fundación que presidía el mismo profesor Assa. Existió un aporte oficial. Pero el presupuesto era alimentado principalmente a través de las donaciones privadas. Muchos profesores trabajaban ad honorem, otras entidades regalaban materiales didácticos. Había un taller para trabajos manuales y un salón con un amplio surtido de instrumentos musicales. A mí me tocaba la clase de filosofía en sexto. Concentré esta labor sobre la lectura de textos importantes de la historia de la filosofía y de manera dialogante nos acercábamos a ideas y conceptos complicados. Me resultó sorprendente observar el espíritu vivo e interesado de estos alumnos. Lo teórico no les era tan ajeno como en un principio había temido. Es más, comprendí que la pobreza de su vida familiar parecía haberlos preparado para ser más receptivos y sensibles que otros. Fruto de este trabajo era la publicación de un pequeño libro que reunía los textos que habíamos estudiado con algunas indicaciones didácticas para uso de otros profesores que, tal vez, tratarían de ir por el mismo camino.
Pero pude verificar que no he tenido imitadores, ni siquiera en el propio
Instituto Experimental.
Sólo me
queda el recuerdo de los jóvenes que se habían reunido solos delante de la
puerta del colegio y me entregaron una pluma y una sola flor de hibisco
arrancado de un arbusto del parque vecino.
Durante la entrega de los diplomas el profesor Assa había hecho lo que siempre solía hacer, invitarles a firmar una carta de compromiso. –Prometo devolver a la sociedad lo que de ella generosamente he recibido. Y que esto sea de la forma que mis posibilidades
Durante la entrega de los diplomas el profesor Assa había hecho lo que siempre solía hacer, invitarles a firmar una carta de compromiso. –Prometo devolver a la sociedad lo que de ella generosamente he recibido. Y que esto sea de la forma que mis posibilidades
y mi libre
voluntad me indiquen.
Sé que
algunos de ellos han hecho carreras importantes. Una exalumna actualmente es
directora de una clínica en Cartagena (de Indias). Otros son profesores.
Me parece que el experimento del Instituto Experimental ha valido la pena y aun sigue el rumbo que su fundador ha indicado. Ha sobrevivido al maestro Albert Assa. Casandra definitivamente no murió y cuando me hace falta una dosis de optimismo para aliviar la pena tras un fracaso me acuerdo de esa silueta blanca delgada que con pasitos muy cortos cruza la calle con afán para realizar un proyecto nuevo.
Me parece que el experimento del Instituto Experimental ha valido la pena y aun sigue el rumbo que su fundador ha indicado. Ha sobrevivido al maestro Albert Assa. Casandra definitivamente no murió y cuando me hace falta una dosis de optimismo para aliviar la pena tras un fracaso me acuerdo de esa silueta blanca delgada que con pasitos muy cortos cruza la calle con afán para realizar un proyecto nuevo.
FMP 2007
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