“¿Es la estupidez de Derechas o de Izquierdas?”pregunta André Glucksmann, filósofo francés.
En realidad, la Izquierda francesa con frecuencia se ha quejado por tener que aguantar a “la Derecha más estúpida que jamás ha existido”. Y la Derecha a su vez replicaba que no se había conocido una Izquierda más estúpida que la francesa.
Bueno resulta recordar en este punto que para el caso francés todo político es juzgado, antes que nada por ser estúpido o inteligente, tal es un válido consenso general. Todo es perdonable…pero el ser estúpido, no; la estupidez descalifica definitivamente. ¿Quién votará por un personaje estúpido? Se diría. En el país de Montaigne hay que saber de retórica o mejor se calla la boca quien no pueda expresarse razonablemente.
En otros ambientes la movida política suele ser diferente; los anglosajones, por ejemplo, en el derrotero popular para la calificación importa mucho que el político sea honrado, que pague sus impuestos puntualmente, cumpla los requisitos de una vida digna y de moral intachable. Los franceses quieren que sus representantes sean listos, dialogantes, abiertos al público, que sepan algo del arte de vivir y que nunca caigan en un bruto populismo. Ser vulgar es chocante en un mandatario.
Por eso, el político francés teme ser tomado por tonto o incompetente. No saber expresar fluidamente sus ideas lo descalificaría. Está elevado por encima de la normalidad, cuando es “Monsieur Le Président” y preside la nación,LaRépublique,que es más que una institución secular, es un mito histórico vivo.
Sin embargo, este mito está sujeto a cambios imprevisibles, ¿irreversibles?
En un primer lugar son las circunstancias de la vida diaria las que dan una nota tragicómica a los personajes públicos. Estúpido es no registrar eso, absurdo es ver a un presidente caer de la escalerilla de un avión en visita oficial de Estado o tratar de remontar una verja forjada y custodiada para cumplir con una reunión, o montarse en una moto para visitar a la novia de turno a medianoche. Un público francés no perdonaría tales ‘lapsus’. Son más que accidentales: son ausencias, signos de estupidez. Descalifican.
Es estúpido también, lamentarse y quejarse de no ser comprendido. Vociferar. Repetir por enésima vez lo mismo hasta aburrir un auditorio, recurrir al tono fuerte y gesticulante, comportamientos así no aumenta la credibilidad en el poder presente en un dirigente sino lo disminuye.
Fue precisamente durante laRevolución Francesacuando se inició la división entre Izquierda y Derecha (‘La Gauche’ et ‘La Droite’)que después de doscientos años funciona. En esa división original radica la semántica del debate inteligente o estúpido. En la Asamblea Nacional se ubicaron los Jacobinos a la izquierda, La Gironde a la Derecha, así fue la división original. ¿Inteligentes? – Ambos.
(Al principio y aún durante la monarquía, se separaban ‘La Montagne’ – los más radicales sentados arriba – y los de ‘La Vallée’ -los moderados sentados abajo-.El punto de vista para determinar que es una ubicación u otra es por lo tanto la ubicación desde la presidencia en la Asamblea.)
Hoy son muchos los observadores críticos que pronostican que todo eso se está acabando: Los discursos se aproximan a la simpleza; ahh y los nombres de los ciudadanos franceses que buscan auditorio para sus ideas cada vez son menos los nombres de “Jean” y “Jacques” o “Émile”; cada año hay en cambio más “Bill” y “Jim” o “John” que exhiben eslóganes y pancartas violentas.
‘Vestir’ ideas en vez de ‘discutirlas’ está a la orden del día. Los de ‘arriba’ y los ‘de abajo’ se enfrentan, la Izquierda igual que la ‘Derecha’ se ven tiradas al basurero histórico. Ya nada significan.
¿Está ganando la estupidez? ¿Se aproxima la democracia ‘populista’?
Más de un mes de huelgas en Francia así lo pronostica.
friedrichmanfred y anavictoria febrero 2020
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